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Opinión

El Frente Amplio depende de sí mismo

Por: Claudio Sepúlveda | Publicado: 21.01.2018
El Frente Amplio depende de sí mismo bancada del frente amplio | Miembros de la bancada del Frente Amplio junto a Beatriz Sánchez
El Frente Amplio debe perfeccionar su programa técnica y políticamente, pues deberá estar preparado para desactivar la campaña del terror que orquestará la derecha, convenciendo a los chilenos de que es capaz de realizar transformaciones con estabilidad, crecimiento y mejores trabajos.

Las elecciones del 19 de noviembre por fin abrieron el anunciado nuevo ciclo político. Así lo marcan la irrupción del Frente Amplio con una fuerza inesperada, la derrota de la DC y de figuras emblemáticas del “partido del orden”, así como un cierto reordenamiento en la derecha. Sin embargo, la segunda vuelta puso a Piñera al timón del país, estableciendo dudas respecto de la dirección del nuevo ciclo.

Algunos leen la victoria del empresario como parte de un proceso de movimientos tectónicos, donde el sentido común se estaría corriendo hacia posiciones más individualistas y pro mercado, en desmedro de acciones colectivas y del fortalecimiento de la acción del Estado para solucionar problemas comunes. Pero el triunfo de Piñera en segunda vuelta aunque contundente, no es profundo. Para ganar tuvo que salir de las posiciones contrarias a los derechos sociales y anti-regulatorias de su coalición: prometió avances en gratuidad educacional y una AFP estatal. Por otra parte, hace 4 años Bachelet triunfó con un porcentaje aún mayor, lo que indica que las mayorías electorales no son sólidas. Además, la persistencia de una mayoría abstencionista muestra que no existe un movimiento generalizado hacia la derecha. Por último, según un estudio de «DecideChile», Beatriz Sánchez ganó entre los votantes nuevos, es decir, la grieta en la pared del duopolio probablemente se irá profundizando.

Adicionalmente, la derecha no ha realizado autocrítica respecto de los múltiples episodios de corrupción en el primer gobierno de Piñera, lo que sumado a su confusión histórica entre los intereses del gran empresariado y los del país, augura nuevamente altas autoridades recibiendo órdenes y pagos desde el sector privado, lo cual volverá a mermar su apoyo.

Más aún, el próximo gobierno, obligado a defender “su” modelo, no podrá resolver los problemas que causaron las movilizaciones sociales y la crisis de representación, pues buena parte de su origen está en los límites del neoliberalismo para cumplir su promesa meritocrática, para crecer de manera sustentable y en la brutal desigualdad que conlleva.

Este escenario presenta importantes riesgos y oportunidades para el FA. En cuanto a los riesgos, está en marcha una operación para formar una gran coalición «desde la DC al FA», pues la unidad de “todas las fuerzas progresistas» sería la única forma de contrarrestar a la derecha. Sin embargo, es necesario recordar que la Concertación y la Nueva Mayoría implementaron políticas neoliberales de espalda a los movimientos sociales, fieles a la concepción de un Estado subsidiario y de políticas públicas focalizadas, consolidando el modelo económico de Pinochet y una democracia de baja intensidad. Incluso cuando promovieron el derecho a la educación, lo hicieron a través de «vouchers«, fortaleciendo universidades privadas que lucran, en lugar de construir un sistema público de calidad controlado colectivamente.

Por otra parte, es imposible soslayar que los partidos de la Concertación han tenido relaciones incestuosas con el gran empresariado, han estado involucrados en casos de corrupción y han obstaculizado investigaciones destinadas a perseguirla.

Así las cosas, formar un conglomerado con los partidos de la transición sería un grave error, al menos mientras no realicen una autocrítica, renueven liderazgos, se desmarquen del gran empresariado y abandonen sus prácticas clientelares. Si el FA o parte de él cede a la tentación, será percibido como «más de lo mismo», dañando su frágil capital político y acercando su colapso no sólo como coalición sino, lo que es más grave, como proyecto de transformaciones estructurales para Chile.

Lo anterior no significa que el FA deba aislarse en las alturas de la pureza moral, sino que debe recordar que sus objetivos son la superación del modelo neoliberal y la profundización democrática, mientras que debe ser implacable con la corrupción y la influencia del dinero en política. Existen sectores de la NM que comparten esos objetivos. El FA debe estar abierto para ellos si separan aguas de sus partidos de origen. Así como debe ser flexible para llegar a acuerdos puntuales para resistir la probable ofensiva conservadora.

Ya habrá tiempo para buscar la forma de derrotar electoralmente a la derecha, pero no existe urgencia para una convergencia con partidos decadentes cuyas cúpulas siguen desconectadas de las demandas populares.

El establishment continuará tildando al FA de arrogante e inmaduro, pero la madurez del FA no se mide en su disposición a llegar a acuerdos en contraposición a la derecha, sino en su capacidad de consolidar su proyecto. Ese es el verdadero desafío.

Y en ese desafío el FA se jugará su oportunidad de ser gobierno. Porque para ganar la confianza de la ciudadanía debe constituirse en una fuerza cohesionada, con un programa sólido, que la mayoría considere realizable. El FA tiene por delante la dura tarea de demostrar que tiene las cualidades requeridas y es capaz de gobernar, y que además no lo hará como la NM, olvidándose de sus promesas.

En tal sentido, es de radical importancia que el FA delimite con mayor precisión cuál será su espacio político-programático. En primer lugar, el FA requiere avanzar desde la alianza electoral hacia un acuerdo político que permita disputar conjuntamente todos los ámbitos y, en particular, que otorgue un marco de acción a sus parlamentarios para que ésta sea coherente y coordinada, convirtiendo además la política institucional en instrumento de expresión de las causas populares, en lugar de la sola disputa por cargos que percibe la ciudadanía. Para lograrlo, es necesario un debate amplio, con protagonismo de las bases, y donde participen todos los movimientos y partidos de la coalición, lo que obviamente requerirá del compromiso y generosidad de todos. También será necesario acordar un mecanismo de solución de controversias que permita resolver problemas de forma rápida, clara y transparente.

Asimismo, son necesarios procesos de convergencias entre sectores del FA cuyas diferencias ideológicas, estratégicas y programáticas no justifican la extrema atomización existente, conformando así proyectos políticos más sólidos que, dejando atrás las micro-identidades, puedan dialogar y entenderse de manera más profunda y ordenada.

Por otra parte, el FA debe perfeccionar su programa técnica y políticamente, pues deberá estar preparado para desactivar la campaña del terror que orquestará la derecha, convenciendo a los chilenos de que es capaz de realizar transformaciones con estabilidad, crecimiento y mejores trabajos. Además, será de vital importancia saber comunicar ese programa, de tal forma que sus propuestas sean claramente entendidas y hagan sentido en el pueblo no politizado. Una fuerza que impugna al sistema requiere un esfuerzo mayor que quien se plantea dentro de los márgenes establecidos. El programa debe ser capaz de resistir los embates desde el saber oficial y los grandes medios de comunicación, que defenderán el statu quo con uñas y dientes. No bastará con denunciar y compartir diagnóstico con la mayoría abusada y desencantada. Se debe lograr que esa mayoría comparta las soluciones propuestas y deposite su confianza en el proyecto del FA, en particular ese 50% que hasta ahora no cree en nadie.

Por último, el FA debe desarrollar estrategias para llegar a todos los territorios y comunidades, a la mayoría de trabajadores precarizados y, como objetivo primordial, a la ciudadanía desencantada de la política. Tal vez el mayor triunfo del neoliberalismo ha sido convencer de que no hay alternativa. Su éxito radica en haber naturalizado la precarización de la vida, con lo que cualquier mejora es percibida como un regalo, generándose un círculo vicioso de clientelismo, pues el concepto de derechos ha quedado arrinconado. El FA viene a arreglar eso y a plantearse como el portador de la alternativa en Chile. Una alternativa que re-equilibre la balanza, quitándole poder al 1% más rico y entregándolo a los trabajadores, a las mujeres y a las muchas minorías discriminadas.

Así, una de las principales tareas políticas del FA es la de conformar un orden compartido, una visión de donde queremos llegar, y contribuir a la constitución del sujeto político que sea capaz de enfrentar y derrotar la ideología del egoísmo y del «sálvate solo». En esa labor el FA debe escuchar y vincularse con los movimientos sociales, poner atención a las necesidades del pueblo e ir entendiendo continuamente la reacción de la ciudadanía ante la coyuntura. La participación ciudadana activa es fundamental para constituir movimiento político y para poder gobernar con éxito en este nuevo ciclo. La democracia representativa no basta, pues la ciudadanía ya no cree que alcance con delegar para resolver sus problemas. El FA es el único movimiento que lo ha entendido, pero debe ponerlo en práctica desde ya, de tal forma de ir prefigurando el empoderamiento ciudadano necesario para concretar las transformaciones profundas que el país necesita.

Los desafíos no son pocos para el FA. La capacidad que tenga para sortearlos definirá la dirección que tome el nuevo ciclo político y con él la primera mitad del siglo XXI para Chile. El FA no debe ser excesivamente optimista, pero si está dispuesto a hacer el trabajo que le corresponde podrá decir, como en el fútbol cuando un equipo no necesita de resultados ajenos para alcanzar su objetivo, que el Frente Amplio depende de sí mismo.

Claudio Sepúlveda