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Opinión

La artesanía de este tiempo

Por: Eddie Arias | Publicado: 06.02.2018
La artesanía de este tiempo pib | Foto: Agencia Uno
El neoliberalismo absorbió la democracia, reacondición su contrato, y estableció un nuevo orden hegemónico, a diferencia del “fascismo”, validó su reputación, pero condicionó su subsistencia a un espejismos culturalista formalista.

Es importante soslayar que el límite de lo mínimo del Estado llegó a un momento de crisis. Lo han traducido como “derrumbe”, pero más bien son sucesivas crisis propias de la desregulación, que en definitiva traduce la gobernanza a una técnica de administración. Y lo político, en tanto, queda capturado, ahí en una interdicción entre economía y humanidad, o el déficit de humanidad de la economía.

“.. los gobiernos prescinden de buena parte de los instrumentos de acción macro y microeconómicos para responder a las demandas sociales de las poblaciones, vacío que se ahonda con la ausencia actual de acuerdos de cooperación internacional o de orden regional que armonicen las libertades económicas globales con salvaguarda a la vida democrática de los países”. (Ibarra, 2017)

La democracia es procesada por el neoliberalismo transformándola en una de las accountability de las poblaciones electorales, un sistema de apropiaciones diversas, un efecto ficticio de simbolismos que ordenan una estabilidad del capitalismo, una hegemonía cultural que resemantiza todos los fuelles cognitivos.

Hay una particularidad limitante en la forma de captar el fenómeno de la subjetividad, suponiéndola solo como contenido y estructura, cuando la subjetividad tiene sustancia fundamental en lo estético político.

Aquel lugar donde se toma la decisión de lo político, está llenado por nociones que vehiculan un sentido, una captación de lo político, en su economía, y significaciones hacia la vida cotidiana del ciudadano común.

Son reflejos occipitales de la condición de animales comunicativos, que sintetizan ahí su condición de subsistencia, su lugar en la sociedad de consumo.

Así como lo político configura un nudo, siempre es el espacio donde se puede configurar una ruptura, una apertura. La manifestación de lo contrario, puede ser la apertura hacia un proceso mayor en que prime lo inverso de lo contrario.

Cada cierto tiempo, cuando viene algo grande, ganan los que nos tuercen, eso dice que las tensiones que están en juego están moviéndose en corrientes profundas.

La imagen negativa de los “negocios”, para un sector de la sociedad, no logro influir más allá de un espacio delimitado, una red orbital de redes sociales, pero que tuvo un tope. El hombre empresa como proyecto político cultural es parte de una subjetividad que es condición objetiva de la subsistencia.

El neoliberalismo absorbió la democracia, reacondición su contrato, y estableció un nuevo orden hegemónico, a diferencia del “fascismo”, validó su reputación, pero condicionó su subsistencia a un espejismos culturalista formalista.

Esta es la anchura de un capitalismo “alegre”, cuya épica duro dos décadas maqueteando al telespectador, una democracia de sujetos auto disciplinados y productivos, hedonistas y pulsionales, represivos en la moral, carenciados en la reflexión, diferidos en la identidad, desincritos de una identidad de clase, y expulsados del futuro.

La creación de puentes determina la creación de espacios culturales, populares, intelectuales, sociales. Una morfología de puentes que son humanos, se hacen de personas, pero hay que crear esos espacios, la astucia de la política está en generar una correlación de esperanzas.

Es importante para Chile que la riqueza se reparta, hay mucha, Chile puede ser un país con buenos índices económicos y distribución más equitativa, y su crecimiento sería más armónico, es una discusión sobre la cual hay que implementar una pedagogía.

Los temas socioambientales son rectores de pensar una economía más integral, para superar el “reduccionismo” ganancista con que se mira, y se administra la economía.

La desigualdad es un problema moral y político, no es un problema “natural”, es un problema ante el cual no nos podemos rendir, porque es inmoral. La dignidad humana ha consagrado el reconocimiento de los derechos humanos, y es lo que el Estado debe garantizar.

Es un contrato a la base de la sociedad que supone la dignidad, el reconocimiento de los pueblos y su identidad democrática.

La región es administrada por sus dueños, vivimos tiempos difíciles, la globalización se presenta como una gran jaula de hierro, los gobiernos y sus capacidades pierden muchos espacios, que son copados por el mercado, lo que revoluciona el neoliberalismo es la forma de administrar la sociedad, se administra a través de una desregulación donde la biopolítica del mercado mecaniza lo vivo.

Estamos atrapados en el lenguaje que es el síntoma más complejo, porque estamos atrapados en lo cultural, la dominación vive su momento. El paradigma colectivista planificador tuvo un fracaso real, hay ahí una franja que indagar sobre la cual pensar, la dupla Hayek y Popper armaron una arquitectura en la historia de las ideas, que ha pesado en la realidad mundial y regional.

Friedman fue discípulo manipulador que articulo las premisas de un neoliberalismo de shock, militarista, y un articulado con la geopolítica de EEUU. Es una tragedia donde nos divorciamos de nuestras tradiciones, perdimos riquezas fundamentales como país, somos globalizados hasta en la subjetividad del mall, nadie quiere ser un pueblo, es como un viejo amuleto.

¿Y dónde quedan los pueblos? En la banca de la historia, en ciertos espacios de la memoria, son el ethos de un topo, o la imagen difusa de la sociedad civil, las corrientes de los movimiento sociales, o los “actores involucrados”.

Donde un pueblo existe, existe un tiempo y una voz colectiva, existe un imaginario que hay que hilar desde la artesanía de este tiempo.

Eddie Arias