Avisos Legales
Nacional

El adiós de Gerson Gutiérrez, el joven que luchó contra la violencia policial que le quitó a su hermano

Por: Vanessa Vargas Rojas | Publicado: 16.02.2018
El adiós de Gerson Gutiérrez, el joven que luchó contra la violencia policial que le quitó a su hermano A_UNO_428694_17a40 |
El pasado 12 de febrero, a los 29 años, murió Gerson Gutiérrez, hermano del joven estudiante baleado en 2011 por Carabineros. Aunque la crueldad de la violencia policial apagó la vida de Manuel en su cara y la justicia militar condenó más tarde a su familia a sufrir la impunidad, Gerson supo seguir adelante, organizarse y encarnar su propio testimonio de amor, organización y lucha colectiva.

La muerte de Manuel fue un golpe irreparable para los Gutiérrez Reinoso. La ausencia repentina e inexplicable del estudiante de 16 años, baleado en el pecho por la submetralladora UZI del sargento segundo Miguel Millacura, provocó un vuelco en la vida de cada uno, pero nadie lo vivió como Gerson (29).

Él fue testigo presencial del asesinato de su hermano. Desde su silla de ruedas, la que Manuel empujaba segundos atrás en medio de un paseo nocturno, escuchó tres disparos y luego el grito atónito del niño. “¡Me dieron!”, dijo que exclamó, llevándose la mano al pecho para luego observarla bañada en sangre, sin entender. Y tuvo que contarlo tantas veces que luego él mismo reconocía que ya no sentía nada, que ese relato lo había agotado.

Así se lo confió a Tania Tamayo, periodista y autora de “Todos somos Manuel Gutiérrez” (2015, Ediciones B):

—Trato de llorar a veces, porque estoy hablando de la muerte de mi hermano, pero no puedo llorar, no me puedo emocionar más, me quedé vacío con eso, me sequé.

La historia que siguió es conocida: Carabineros negó inicialmente su responsabilidad en la muerte de Manuel, incluso deslizando la hipótesis de un ajuste de cuentas entre bandas rivales. Más tarde ocultaron evidencia y la subteniente Claudia Iglesias encubrió a Millacura, pero la verdad era imposible de esconder. A vista de Gerson y otros testigos, mientras daban un paseo por la pasarela del barrio sin hacer nada más que observar las protestas, Manuel había recibido el disparo irracional de un arma de guerra percutado por el policía.

Gerson siempre supo que había sido Carabineros. Después de lanzarse desde la silla sobre el cuerpo de su hermano agonizante y de ver el hoyo de la bala en su pecho, no pudo dejar de preguntarse por qué no la recibió él. En la casa, inmerso en una oración desesperada mientras Manuel era atendido en la Posta 4, interpeló a Dios desconsolado: “¿Por qué no a mí, si yo no sirvo para nada? ¡Ni siquiera camino!”, contó.

Desde entonces, a pesar de que los recuerdos de la noche del 25 de agosto a veces le nublaban la mente, se entregó por completo a buscar justicia. Con la foto de Manuel colgando del cuello, se abrió entre marchas, actos, foros y encuentros sociales, se organizó y aprendió en carne propia, junto a su familia, cómo dolía la impunidad de la justicia militar, esa donde los uniformados juzgan a sus pares.

En YouTube hay varios registros de sus discursos en público. Al principio se mostraba escueto y tímido:

—Gerson Gutiérrez, me presento, hermano de Manuel. Quiero darle las gracias a cada una de las personas que de una u otra forma nos han apoyado en estos 8 meses. Ya sea con el saludo, con la mirada o el pensamiento.

Los años lo irían convirtiendo en un excelente orador. En 2011 fundó junto a Miguel Fonseca el Comité por la Justicia Manuel Gutiérrez, una organización que más tarde se transformaría en la actual Agrupación de Víctimas de Violencia Policial. Gerson, de formación evangélica y familia profundamente cristiana, había entendido que esta lucha no sería solo por su hermano. También era para evitar el dolor de otros, para que nadie más viviera el mismo calvario.

Una lucha por Manuel y por todas las víctimas de Carabineros

“Hoy nuevamente tengo que hablar de ti, pero de verdad quiero hablar de ti. Aunque sé que no alcanzaría para contar cada uno de los bellos, y por qué no decirlo, malos momentos que alcanzamos a vivir dentro de tu corta vida”. Así empieza una introducción de Gerson Gutiérrez, en colaboración con el rapero Fdren en su disco “Escritores de la libertad” (2014).

Además de denunciar cómo un policía les truncó la vida, Gerson dedica a su amado “Mane” unas palabras que dan cuenta de la relación de amor entre ambos. Como cada uno de los hermanos, peleó por defender su identidad: “En mi mente está tu risa, en mi mente está tu voz, en mi corazón está tu amor. A todo aquel que me escuche, si tengo que decir algo a nombre de ti, Manuel, estoy seguro, eso sería: Dios te bendiga”.

Pero la familia no siempre contó con el respeto que merecían. La fe y pertenencia a la Iglesia Evangélica colmó la paciencia de algunas organizaciones políticas, que de la noche a la mañana catapultaron al niño de la casa, de perfil apolítico, a una definición de mártir del movimiento social que nunca les acomodó. También le costó algunas críticas a Gerson.

En 2014, en el marco del Festival de Documentales de Santiago, José Luis Sepúlveda y Carolina Adriazola presentaron “Crónica de un Comité”, un trabajo audiovisual que incluyó grabaciones realizadas por la familia y el propio Gerson sobre la lucha por justicia en el caso de Manuel Gutiérrez. La reseña no fue de lo más elocuente.

“Se refleja el extravío de un grupo que no sabe ni lo que es ni lo que busca más que un grado casi intangible: quieren justicia. Y así como la familia se deja seducir por la visita de un par de capellanes evangélicos de Carabineros, el comité convierte a Manuel en mártir simbólico de las luchas de estudiantes y mapuches, Gerson empieza a tomarle el gusto a la ‘fama’. Un revoltijo de elementos perturbadores exhibidos sin juicios ni condescendencia”, consignó el texto de presentación del documental, a cuyo estreno no fueron invitados.

Independiente de la mirada de los realizadores, para los Gutiérrez Reinoso fue duro que los acusaran de no tener idea acerca de la lucha que emprendían y para Gerson, aún más, que se sugiriera que estaba disfrutando de las consecuencias de la muerte de su hermano. Más tarde se realizaron algunos cambios y se alcanzaron acuerdos respecto al contenido, lo que permitió que él mismo liderara una exhibición de la cinta para reunir fondos en pro del comité.

La incomprensión hacia la práctica e imaginario religioso de su familia no desanimó a Gerson. A pesar de sus nuevos amigos y conocidos, y del proceso de distanciamiento que vivió de la iglesia, mantuvo su fe en Dios intacta. Tampoco se quedó a depender de ella: sabía que con la justicia divina no bastaba y que era necesario luchar por Manuel y otras víctimas.

“Sé que mi hermano no es el primero, pero de verdad espero que sea el último”, declaraba ante un acto repleto, mientras a lo lejos las voces resonaban: «¡Manuel Gutiérrez, presente! ¿Quién lo mató? ¡Los pacos culiaos! ¿Quién lo vengará? ¡El pueblo».

Un día, en medio de la conmemoración en homenaje a Manuel, Gerson puso a prueba su capacidad de diálogo. Estaban tranquilos, pero la llegada de un contingente policial alteró a la gente, los llevó a tirarle al retén lo que encontraran. Entonces él decidió acercarse a un oficial para pedirle calma:

—Estamos conmemorando la muerte de mi hermano, asesinado hace 6 meses por el sargento Millacura, quizás usted lo conozca.

Lo decía con naturalidad, sin arrogancia ni violencia, pero el uniformado respondió con dureza: “Eso está en investigación, caballero”. Luego le afirmó que los manifestantes los habían agredido sin provocación, pero Gerson le dijo que no estaba seguro.

—¿Sabe por qué lo dejo en duda? Porque cuando mataron a mi hermano, los carabineros dijeron que no habían sido ellos y eso no era verdad.

Viajaba a todas partes, a veces solo, en una ciudad repleta de buses cuyas rampas de acceso poco funcionan. Escuchaba Dread Mar I en ocasiones y también música cristiana, compartiendo las canciones por Facebook. A Gerson le gustaban los completos y el sushi y tenía numerosos amigos. Era crítico de la Teletón porque alguna vez a su familia le cerraron las puertas a su rehabilitación por no tener dinero para comprar aparatos y zapatos ortopédicos.

La pobreza siempre había sido un factor en sus vidas. Lo fue también tras la muerte de Manuel. Por eso, no se cansó de denunciar que la impunidad de los castigaba se explicaba porque eran “gente humilde”. Decía que el Estado y sus instituciones se burlaban de su familia, y la impotencia se desató cuando la justicia militar condenó a Miguel Millacura a tres años y un día de libertad vigilada y luego cambió la sentencia a 400 días de presidio remitido. No habría justicia para Manuel.

Aún así, no se cansó de luchar. Se hizo presente en las tragedias de otras familias golpeadas por la violencia policial. Los acompañó a tribunales y marchó junto a ellos, compartiendo su dolor.

“Hicimos todo lo que pudimos, lo que estuvo a nuestro alcance. Entendimos que Manuel fue el primero de una generación de víctimas de violencia policial”, reflexionó más tarde, con resignación.

“Descansa en los brazos de Dios”

El 9 de enero pasado, Gerson escribió en Facebook para contar a sus cercanos sobre su estado de salud. Hace unas semanas, un examen médico había arrojado que tenía un tumor testicular que podría ser cancerígeno.

“El día viernes durante la mañana, estando en casa, sufrí de una convulsión severa (con pérdida de conciencia y signos vitales) de la que gracias a Dios logré recuperarme con las maniobras de RCP aplicadas por mi padre”, explicó. Tras eso, fue internado en el Hospital Luis Tisné, donde pocos días después tuvo una intervención.

Estaba lleno de fe cuando inició el tratamiento de radioterapias. Por la misma red social, solicitó la ayuda de algún peluquero que le ayudara a raparse el pelo. El 22 de enero volvió a entregar información: “La primera sesión fue mucho mejor de lo que yo esperaba”, consignó, agradeciendo a su familia y amigos por el apoyo. “¡Si hay que empezar de 0, pues empezamos!”, añadió, publicando una foto de su transformación capilar, sin esconder una amplia sonrisa.

Gerson Gutiérrez era conocido por su humor negro. En la red compartió algunos memes en los que él mismo se reía de su condición de minusválido. Tenía una alegría innata, a prueba de las penas más hondas y del cuidado excesivo que algunos procuraban hacia él tras conocerlo en 2011. Por eso, a pesar de lo repentino de la noticia de su enfermedad, continuó sin perder la fe ni un solo minuto.

Justo un mes después, el 9 de febrero, su hermana Jacky escribió por WhatsApp pidiendo apoyo en la oración para la salud de Gerson. Las cosas se habían complicado. Y el 12 de febrero pasado, pasadas las 22 horas, la noticia de su muerte enmudeció nuevamente a todos y todas.

“Mi hermano Gerson descansa en los brazos de Dios. Se nos fue en casa, donde él quería, rodeado del amor de su familia”, comunicó Jacqueline, la mayor de los hermanos. En redes, organizaciones sociales, políticas, dirigentes y radios comunitarias despidieron al joven y agradecieron su lucha.

Desde la junta de vecinos de su villa, la Jaime Eyzaguirre de Macul, donde lo vieron recorrer las calles con afiches e información del caso de su hermano, también lamentaron la partida: “Su gran espíritu justo lo llevó a organizarse buscando la justicia para su hermano y para much@s otr@s que sufren la injusticia y la violencia cada día. Te extrañaremos hermano y compañero… desde la Jaime siempre te recordaremos”, escribieron.

Muchos se unieron al lamento. Compartieron fotografías, recuerdos y bromas y se desahogaron contra la injusticia, aunque esta vez no se trataba de un asesino impune, sino de la vida misma y de sus misterios.

En el Cementerio Metropolitano de Santiago, Jacky caminó acompañando el ataúd de Gerson con sus ojos verdes —los mismos de Manuel— otra vez embargados en lágrimas. Junto a su madre Mireya, escucharon con la mirada perdida las canciones evangélicas que lo despedían. Bajo el sol inclemente, el charango sonaba como un lamento, en sus cuerdas parecían expresarse la irremediable pena de la familia.

Ambas se fueron desapegando de a poco del féretro, como negándose a decir adiós a otro ser amado. Luego se fundieron en un abrazo eterno, adoloridas por la tristeza pero también fuertes. A unos metros, dirigentes sociales y organizaciones observaron el funeral en silencio, con gran respeto, un lienzo con el rostro de Gerson entre las manos y una consigna: “Presente en la lucha”. Habían escapado junto a él más de alguna vez en la calle, con su silla de ruedas, huyendo de la inminente violencia policial que tanto lo lastimó. Con la vida a cuestas y una tristeza honda en el corazón, Gerson había luchado y estaban convencidos de que su figura, al igual que la de Manuel, trascendería.

Déjanos tus comentarios
La sección de comentarios está abierta a la reflexión y el intercambio de opiniones las cuales no representan precisamente la línea editorial del diario ElDesconcierto.cl.