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Opinión

Cristián Vila: El filósofo salvaje del despoder

Por: Esteban Valenzuela Van Treek | Publicado: 18.02.2018
Cristián Vila: El filósofo salvaje del despoder vila 2 |
El texto es un gozo de la interpelación ordenada en una búsqueda placentera de molestar al lector hacia un desprendimiento que lo acerque a la felicidad de la crítica y de la certeza de que mañana puede ser mejor, parasafreando a su “maese” Spinoza, el pensamiento libre como arte de la “pasiones alegres”:

Lucha contra el poder abusivo y deslegitimado con rabia  pero repite como un mantra que no hay fatalidad  porque en el devenir “todo es nuevo bajo el sol”. Hace dos décadas (beca Fondo del Libro) se adelantó al nuevo sentido común crítico de las diversas formas del autoritarismo en democracias neoliberales o pseudo populares, aquellas que buscan manipular, territorrializar (como límites), destruir el uno y la pluralidad por una falsa tolerancia desde el poder despótico. Doctor en Historia de la Sorbona, Cristián Vila Riquelme (Villa Alemana 1955, radicado en la Serena), en la versión corregida de sus “materias salvajes” reivindica como un profeta- aunque desprecie el código sacerdotal- la insolencia contra todo poder (código, lenguaje). El libro es un diálogo con muchas voces y experiencias, pero donde se encuentran en una mesa que representa la realidad desnuda (ya se dijo: como devenir, no como infierno) rodeada de cuatro contertulios que inundan el texto: Lyotard y su postmodernismo aterrorizado con los metarelatos, el chileno Juan Rivano que tempranamente advertía los excesos homogenizadores de derechas y cierto marxismo, Spinoza (el primo hermano en Diógenes en su pensamiento libertario arcaico) y su desdén autonomista que buscaba huir de lo triste y la verdad única. El cuarto hablador es el propio Cristián Vila que habla hasta por los codos con una erudición y reflexividad que explica sus intervenciones en diversos coloquios sobre arte, política, regionalismo, laicismo.

Vila sabe que no sabe si hay un misterio de Código Mayor, pero se opone a toda jaula y busca el uso de “desplazamientos” y “reverberaciones” para nombrar su acercamiento donde no todo es líquido: más que un anarquista clásico lo calificamos de filósofo salvaje del despoder (lo opuesto al ejercicio de una acción inevitable) más que el anti poder, ya que el mismo configura por momentos la inevitabilidad del consensuar (negociar) lo básico de la convivencia, de eludir la violencia, de la plausibilidad de una forma de hacer política que no concentre el poder y lo difunda, o más bien, lo devuelva y achique, en lo que podríamos llamar un federalismo de ideas (pluralidad de saberes) y de modelos políticos consejistas (democracias directas) que interactúen con “menos dominación”.

El texto es un gozo de la interpelación ordenada en una búsqueda placentera de molestar al lector hacia un desprendimiento que lo acerque a la felicidad de la crítica y de la certeza de que mañana puede ser mejor, parasafreando a su “maese” Spinoza, el pensamiento libre como arte de la “pasiones alegres”:

De la política nos recuerda con Rivano de manera muy chilena que la ideología busca totalizar desde el imperio de la fuerza (versus la razón no dogmática), y recuerda que siempre sobreviven sociedades sin estados, o estados paralelos yuxtapuestos los podemos llamar (evocamos el lof rebelde mapuche de Temucuicui, el sistema maya de autoridades por voluntariado en Totonicapán o los caracoles de Chiapas).

De la violencia estatal recuerda que el terrorismo con su “verdad” también se totalitariza en una epistemología que tortura a otros en su terrible totalidad arbitraria homogenizadora.

Su rabioso anti judeocristianismo de todo lector apasionado e Nietzche le juega algunas malas pasadas, ya que a diferencia de la idea de paraíso asegurado o de opuesto la “fatalidad por designio de Dios”- el Cristo habló de una sola ley (respeto al prójimo) y  de “buena nueva” (liberación)-,  él mismo reconoce- con su mentor Rivano- que el Eclesiastés  es un libro “raro” y extraviado en la Biblia con su circulariedad (tiempos buenos y tiempos malos). Dice textualmente en un monólogo de antología de quien es novelista y filósofo:

Uno hasta podría sospechar que en la redacción del Eclesiastés anduvo metido la mano del bueno de Karlitos, cosa de recordar, nada más lo que dice el capítulo VI del volumen uno del Kapital: “No es el obrero quien emplea los medios de producción, son los medios de producción los que emplean al obrero (Vila 2016:43)”.

La moral siempre atormenta con el bien el mal, mientras el arte y la ética aceptan la pasión, el acontecimiento y desde allí el discernimiento en interacción respetuosa de lo diverso. El infierno es el Gran hermano del Malentendido de la Unicidad (nota al pie: el fiel lector cristiano de Vila Riquelme le llama a entender bien el hecho de pentecostés; no una lengua, togas las lenguas, sin pena ni miedo, como el mismo rememora de Zurita).

A diferencia de cierta caricatura banal de los anarquistas, el ensayista recuerda que “negociar” es lo opuesto a la Enseña tiesa de la moral totalizante, a diferencia de una ética flexible que no busca imponer y se abre el otro. Y concluye con una frase del filósofo inspirador y salvaje del despoder:” El malentendido del Poder está en decir que hay un lenguaje– una forma de vida- más allá de la vida misma”.

Epílogo del comentario: No doy el número de la última cita, búsquela en este libro interpelador que llama aquí y ahora a estar alertas a una epistemología a lo Vattimo- el pensamiento frágil del diálogo-, que hace converger en frentes amplios o federaciones de territorios diversos en lo político, cultural  y sociales con pluralidad de saberes de “diversidades (pueblo variopinto)” que caminan haciendo agendas e ideas sin caer en la trampa de un solo relato, un solo sujeto, una racionalidad universal opresora.

“Materias Salvajes: Códigos, Desplazamientos, Reverberaciones”, Cristián Vila Riquelme. Edicionessatori@gmail.com  2016 (segunda edición ampliada de original del 2001 Bravo y Allende)

Esteban Valenzuela Van Treek