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La educación que queremos para el país que estamos construyendo

Por: core | Publicado: 31.03.2018
La educación que queremos para el país que estamos construyendo Referencial educación no sexista |
Pensar en el sexismo e invisibilización de la mujer en el curriculum oficial es palpable cuando podemos nombrar sin problema cinco hombres que hicieran hechos importantes por la historia nacional y el complicarse en nombrar a cinco mujeres, menos pensar en nombrar cinco mujeres que realizaran descubrimientos científicos, el sexismo está presente cuando solo conocemos a Gabriela Mistral por “piececitos de niños” y a Violeta Parra como una madre desnaturalizada y suicida, pero sabemos poco y nada de las luchas políticas que ambas dieron, por nombrar algunos casos.

El movimiento estudiantil ha venido convocando a movilizaciones desde la mitad de la década de los noventa, pasando por el mochilazo el 2001, estallidos el 2006 con la revolución pingüina, llegando a las grandes movilizaciones del 2011, donde logramos instalar consignas de mayor magnitud: educación gratuita, de calidad, fuera el lucro y el mercado de nuestra educación, entre varias mas.

Cuando hablamos como movimiento estudiantil de disputar la lucha educacional, no podemos solo pensarlo desde sus aristas económicas, no puede quedarse en solo erradicar el mercado y lograr la gratuidad universal, sino que tenemos que empezar a interiorizar la disputa cultural dentro de nuestras aulas y mallas curriculares, es ahí donde el feminismo y la educación no sexista toman tanta relevancia y no pueden seguir siendo el apellido materno de la lucha educacional, relegadas a lo secundario y a lo privado.

Vivimos en una sociedad donde las relaciones de poder nos tienen a las mujeres en una clara desventaja, donde el machismo y el patriarcado naturalizan la supremacía de los hombres en lo político, económico, educativo y sexual. Es necesario que entendamos que el sexismo está presente en cada relación social, tanto en el espacio público como en el privado.

Los jardines infantiles, colegios, liceos, centros de formación técnica y universidades son espacios donde se producen y reproducen diversas prácticas sociales. Todos estos espacios vistos desde la perspectiva tradicional, especialmente los jardines infantiles y los colegios, son concebidos como los primeros espacios de sociabilización de las personas -después de la familia- es así como no solo se entrega el curriculum académico oficial, sino que también se entrega el llamado curriculum oculto: todas aquellas normas, costumbres y creencias que adquirimos a través de nuestra relaciones en el aula de clases, transformándose así en un espacio de origen de aprendizaje y reproducción social para todas y todos quienes componemos la comunidad educativa.

En cada nivel educativo se inculcan prácticas diferenciadas entre hombres y mujeres, sustentados en ambos currículos, mientras las mujeres en la edad temprana jugamos con muñecas para aprender de la maternidad y del cuidado reproductivo, los hombres juegan con legos para desarrollar el pensamiento lógico-matemático. La participación y el aporte en las aulas de parte de las mujeres suele ser menor en comparación al de sus pares hombres, esto no es porque seamos menos capaces –creer esto es tan absurdo como creer que el pobre es pobre porque quiere, es desconocer que vivimos en un sistema con forma de embudo-, sino porque las mujeres han sido constantemente instadas a que su comportamiento gire en torno al cuidado de otros, muchas veces vemos como niñas y mujeres asumimos roles más discretos y el liderazgo, en la mayoría de las veces, lo ejercen los varones; en las aulas de clases reproducimos roles y estereotipos en torno a cómo deben comportarse mujeres y hombres ante la sociedad actual.

Pensar en el sexismo e invisibilización de la mujer en el curriculum oficial es palpable cuando podemos nombrar sin problema cinco hombres que hicieran hechos importantes por la historia nacional y el complicarse en nombrar a cinco mujeres, menos pensar en nombrar cinco mujeres que realizaran descubrimientos científicos, el sexismo está presente cuando solo conocemos a Gabriela Mistral por “piececitos de niños” y a Violeta Parra como una madre desnaturalizada y suicida, pero sabemos poco y nada de las luchas políticas que ambas dieron, por nombrar algunos casos.

Hemos logrado, a pesar de lo tardía y tibia que ha sido la recepción desde varios sectores del mundo educacional, levantar la demanda por una educación no sexista dentro del movimiento estudiantil. Hoy debemos ser capaces de generar una propuesta a nivel de sistema educativo, que sea transversal y tenga coherencia desde la educación inicial hasta la superior. Varias universidades han tenido grandes avances en temas de violencia de género, como lo son los protocolos contra el acoso y el abuso sexual y de poder, donde el trabajo se ha visto priorizado en temáticas de acoso sexual que en temas educativos per se, entendiendo que es debido a la necesidad de que esta coyuntura sea la prioridad, ¿Cómo apostamos a cambiar la educación si no podemos hacer de nuestros liceos y universidades un espacio seguro?

Debemos ser capaces de exigir que, así como las universidades deben cumplir pisos mínimos para existir con reconocimiento oficial del MINEDUC, recibir financiamiento estatal o estar acreditadas, cumplan con criterios mínimos para iniciar la vía hacia una educación no sexista. En primer lugar, se le debería exigir a cada institución contar con un protocolo contra el acoso y el abuso sexual y de poder, generando los espacios propicios y seguros para que las victimas puedan denunciar, con el respectivo seguimiento psicológico y legal, según sea el caso, hoy hacer de nuestros espacios lugares más seguros es un piso mínimo para que mujeres y transexuales podamos desenvolvernos con mayor confianza en los espacios públicos.

En segundo lugar, debemos luchar contra la feminización y masculinización de ciertas  carreras –“ingeniería para hombres, pedagogía para mujeres”-, fomentando el ingreso de mujeres y trans tanto a estudios de pregrado como de postgrado, creando o aumentando  los cupos de ingreso por paridad de género. No solo apostando al ingreso, sino que se les dé el apoyo para que una vez dentro se puedan mantener, tanto por criterios económicos como académicos, gran parte de que esto sea posible, dependerá en cómo les brindemos los espacios de educación primaria y secundaria para las personas trans, lo que va  en una constante capacitación a las y los educadores, que vaya desde llamarles por su nombre social, el trato según el género con el que se identifican hasta el no seguir reproduciendo dentro del aula los estereotipos de género, debemos luchar por asegurarles la oportunidad de acceder al derecho a la educación de forma segura, libre de discriminación y de estereotipos.

Y finalmente, cuando hablemos de democratizar los colegios, liceos y universidades no podemos solo referirnos al apostar por vías de ingreso especial que apunten solo a una vulnerabilidad socioeconómica, sino que se vuelve fundamental el considerare aquí a quienes han sido constante e históricamente excluidas del sistema educativo, como son las personas trans, no podemos referirnos solo a obtener una igualdad numérica en las tomas de decisiones, no mientras todos los dirigentes o representantes sean hombres, tenemos que apostar a una paridad numérica y de género, donde todas las personas oprimidas tengamos derecho a voz,

Nuestro objetivo hoy es reimaginar el sistema educativo, buscando transformarlo en un instrumento de cambio social, exigiendo la demanda por una educación no sexista como una central del movimiento estudiantil. Si no somos nosotras y nosotros quienes componemos el movimiento social por la educación quien lo exige, no será el gobierno de turno ni los poderosos quienes lo pongan en la palestra, porque históricamente la conquista de nuestros derechos nunca se nos ha dado de manera gratuita, sino que han sido los movimientos sociales quienes durante años de lucha los han recuperado. Hoy el deber es nuestro.

“La indiferencia es el peso muerto de la historia” Gramsci

 

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