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Chris Cornell (1964-2017): 5 canciones, 5 recuerdos

Por: César Tudela | Publicado: 18.05.2018
Chris Cornell (1964-2017): 5 canciones, 5 recuerdos |
El 18 de mayo de 2017, a los 52 años, Christopher John Boyle dejó de ser humano para convertirse en leyenda. César Tudela, periodista de Rockaxis y experto en música popular, repasa algunas de las obras más emotivas de la voz de Soundgarden, Temple of the Dog y Audioslave, rescatando la sensibilidad y potencia que caracterizaron a uno de los últimos iconos del rock de nuestros tiempos.

1. ‘Call me a dog’ (Temple of The Dog, 1991)

Hay que dejar ir a la gente a la que uno quiere o idolatra. Nunca son de uno, más bien, se vuelven un cómodo espejo de nuestros narcisismos. Cuando se van, cuando todo termina, brota el amor en otras almas, incluso en la que era de uno. Las heridas que, por más que se maquillen, todos sabemos –espectadores y víctimas– carecen de sanación si no se dejan quietas, si no se acepta rotundamente que nuestros grandes dolores, nuestras más grandes ausencias, nuestros padecimientos, nuestras pasiones, que hacen parte ineludible de la vida, como lo hace también el verdadero amor. El amor de amigos, por ejemplo. Ese amor que no conoce jaulas, que no entiende de fronteras, y que jamás acepta reposar sobre los lagos desolados y muertos de nuestro frágil egoísmo. Eso refleja una canción como ésta. Con Cornell cantándole a uno de sus amigos de juventud más queridos: Andrew Wood. ‘Call me a dog’ es quizás la balada más hermosa que haya escrito. Cuando se escucha, la guitarra de Mike McCready pide auxilio a gritos, que se suba el volumen para escuchar a Cornell, en una faceta que en 1991 nadie esperaba, pero que fue bálsamo para los oídos grunge. Escucharla hoy, causa el mismo sentimiento que antes, pero ahora con dos amigos a los que hay que dejar ir.

2. ‘Black Hole Sun’ (Soundgarden, 1994)

En épocas donde no había internet y la música no era gratis –sí, antes se pagaba–, o escuchabas cosas de la radio y las grababas en casete, o esperabas que algún amigo llegará con algún disco que te rompiera la cabeza. Eso es lo que me pasó con Soundgarden. Si bien me inicié en el rock con Pearl Jam, el hambre grunge creció, y entre todo ese vaivén de consumo, llegó ‘Black Hole Sun’. Durante el periodo en que Soundgarden se hizo grande y popular, Cornell había dejado esa impronta de león enjaulado para sacar gritos agudos de su garganta. La banda se hacía más transversal al amparo de melodías menos agresivas, aunque igualmente provocadoras. Esta canción inundó las radios y las pantallas de miles de hogares cuando la televisión por cable se instaló en el país. Y con ello, MTV. Así, una generación completa empezó a rendirle culto a un vocalista difícil a un comienzo, pero cuya performance emotiva cautivaba a raudales. Eso estremeció a muchos adolescentes que crecieron en los 90, incluyéndome. El video me cargaba, pero lo dejaba porque la música era compañía. Su ritmo cadencioso que explota en el estribillo lo son todo, con Cornell volviendo su voz aguda en un clímax que es fotografía de una generación, tal como ‘Smell Like Teen Spirit’ o ‘Jeremy’. Cuando sonó a todo volumen al final de un concierto el mismo día que se supo la noticia de su muerte (Tarja Turunen), este cronista no pudo contener la emoción.

3. ‘Can’t Change Me’ (Chris Cornell, 1999)

La memoria puede fallar, pero creo que la primera vez que escuché a Cornell solista fue para el olvido. ¿Cómo podía estar tan alejado de aquel rock poderoso con el que creció y conquistó al mundo con Soundgarden? Debo haberlo detestado tanto como cuando sacó “Scream”, su experimento pop con Timbaland. “Euphoria Morning” quedó archivado en un mp3, hasta que, paralelamente, comencé a tomarle cariño a Eleven, la banda de Alain Johannnes y su compañera de vida Natasha Schneider. Investigando, me enteré que ellos habían estado junto a Cornell en aquel disco. Unos años más viejo, volver a retomar aquel disco fue redescubrir a un cantante que exploraba todas sus posibilidades. Y específicamente, con su track 1, fue un amor a primera escuchada. Un pop barroco lennonesco con tintes de Jeff Buckley y la alternatividad de Eleven. Aquella musicalidad me atrapó, y valoré mucho esa faceta de Cornell más introspectiva y evidentemente más pop. Entre mi poca destreza con el inglés y la ignorancia del mensaje de la letra, fue una canción que acompañó una dramática relación, aunque no creo que hayan tantas dobles lecturas en frases como “She’s going to change the world / But she can’t change me / No she can’t change me”.

4. “Cochise” (Audioslave, 2002)

Un riff y una percusión como cuenta regresiva. Un edificio en estado de demolición como escenario para presentar algo que, en el papel, se veía tan grande que no dejaba margen a la especulación. Cuando Audioslave anunció su inicio de actividades, los que amamos el rock quedamos estupefactos. Los Rage Against The Machine, tras el alejamiento de Zack de la Rocha, volvían al ruedo pero con Chris Cornell, un vocalista diametralmente opuesto al rebelde emcí californiano. Absolutamente ningún antecedente podía presagiar el sonido que esta banda estaba trabajando. Hasta que salió aquel video lleno de simbolismos. Morello, Commerford y Wilk subiendo por un ascensor hasta la azotea donde los esperaba Cornell, y dan rienda suelta a un rock pesado que sólo él podía interpretarlo. La fuerza y color de su voz, de la época del “Badmotorfinger”, volvía en gloria y majestad. Nadie sonaba igual en aquella primavera del 2002. Parte de RATM había vuelto, y parte de Soundgarden también. Pero Audioslave no era ni una cosa ni la otra. Debo haber escuchado esta canción miles de veces (y contando), y nunca dejará de sorprenderme y de generar esa sensación de “estar vivo”. Sintiendo las pulsaciones. Es un trabajo de joyería. Y si bien para las nuevas generaciones la voz de Cornell está inmortalizada en ‘Like a Stone’, para los que somos un poco más viejos, la performance de ‘Cochise’ significó, por una parte, una nueva esperanza para el rock, como un renacer zeppeliano con un groove funk, y por otra, un antecedente claro de la vigencia del sonido esencial del rock de los ’90, que de rebote abría un espacio (y los sueños) para que las bandas madres pudieran volver al ruedo. Finalmente pasaron ambas cosas. Y dicho sea de paso: nunca unos fuegos artificiales fueron mejor utilizados con en este videoclip. ¿Habrá alguien que no le pase nada con esta canción?

5. “Rusty Cage” (Soundgarden, 1991)

El poder y la furia. ‘Rusty Cage’ debe ser una de las canciones más originales de Cornell, no sólo por toda la ingeniería detrás del sonido y la melodía en su composición musical, sino que una canción de este calibre, significó un golpe definitivo en la escena de Seattle en 1991, año en que “Badmotorfinger” salió al mercado. Soundgarden masticaba ambición, más allá de lo que estuviera haciendo Nirvana por ese entonces. Porque si Cobain estaba reinventando el punk, Cornell quería cambiar las reglas en el hard rock. Y lo consiguió. El ritmo frenético de esta canción llegó a mis adolescentes oídos a destiempo, pero con el mismo mensaje de desobediencia y de búsqueda de independencia. Esas cosas quedan en la memoria para siempre. Más de alguna vez no sólo me hicieron bajarle al equipo de música de la casa, sino que derechamente cambiarla. “Saca esos tarros”, gritaba mi vieja (Te amo, mamá). Junto a borracheras memorables, la canción fue adquiriendo otros bemoles entre mis recuerdos. En general, Cornell está muy vinculado a mis vivencias con amigos. Con los que discutimos y rankeamos sus canciones, con los que cantamos a todo pulmón sus himnos. Con los que puede verlo en vivo… Y, en casi todas, una de las pocas canciones que se repite es ésta. Un sonido que se niega a romper su jaula oxidada para huir.

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