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Izquierdas: La revolución será feminista o no será

Por: Tamara Vidaurrazaga | Publicado: 22.05.2018
Izquierdas: La revolución será feminista o no será marcha educacion no sexista confech | / M. F.
Cuando decimos que “lo personal es político” estamos diciendo que no basta con que exista igualdad y justicia social de la puerta hacia fuera, sino también hacia adentro: si no re-prensamos y revolucionamos nuestras sexualidades e identidades de género, los roles que cumplimos en las familias, las jerarquías en las relaciones amorosas, o cómo nos comunicamos entre nosotros, la revolución nunca será verdadera.

Aunque las movilizaciones feministas estudiantiles se han ampliado por todo el país con facultades en más de 20 universidades, además de las acciones que cada día realizan las secundarias con el mismo objetivo, ha existido una insistencia en ningunear a quienes las lideran, así como la solidez de los argumentos sustentados.

El Ministro de Educación se refirió a las violencias denunciadas como “pequeñas humillaciones”, mientras que el otrora candidato presidencial, Tomás Jocelyn-Holt, opinó respecto de la forma de los senos de manifestantes, en una marcha que convocó a miles en las calles exigiendo una educación no sexista.

Un poco menos bulliciosos, pero también incómodos, se han mostrado algunos varones y también mujeres de la izquierda, sin lograr comprender por qué ocupar tantos recursos y energías en un tema que -aunque importante- no resultaría gravitacional para transformar la sociedad.

Parece ser que no están comprendiendo la centralidad de la demanda impulsada por este movimiento, que va un paso -o varios- más allá respecto del 2011, cuando se exigía una “Educación gratuita, pública y de calidad”. Tiempo en el que las feministas tímidamente nos atrevimos a ser parte de esas marchas agregando la consigna “Educación no sexista”.

Porque lo que están planteando estas movilizaciones, que por algo han convocado a sectores tan amplios de mujeres y hombres, es que la educación feminista es el camino para transformar radicalmente la sociedad desigual en la que vivimos. Y eso, no por antojo, sino porque el feminismo es el movimiento que ha planteado que los cuestionamientos deben hacerse no solo en el ámbito de lo público, sino también en los espacios privados e incluso íntimos.

Cuando decimos que “lo personal es político” estamos diciendo que no basta con que exista igualdad y justicia social de la puerta hacia fuera, sino también hacia adentro: si no re-prensamos y revolucionamos nuestras sexualidades e identidades de género, los roles que cumplimos en las familias, las jerarquías en las relaciones amorosas, o cómo nos comunicamos entre nosotros, la revolución nunca será verdadera.

Y eso es algo que las izquierdas latinoamericanas se han resistido a escuchar y comprender, cómodas en sus lógicas en las que la lucha de clases lo es todo, y el resto son parte de “contradicciones secundarias” que ya se resolverán después, o se anexarían a esta lucha central.

El feminismo no es algo que se pueda anexar, porque por donde pasa no quedan espacios intocados. El feminismo no es una lucha más para agregar y así dejarnos tranquilas y sumarnos como ganado. El feminismo es una propuesta de transformación radical de la sociedad en todos los ámbitos y no hay revolución posible si esta no es feminista.

Por eso estas movilizaciones son gravitantes: Una educación feminista interpela a la educación de mercado, y proporciona herramientas para que las personas que habiten ese futuro de justicia social sean verdaderamente libres y respetadas en sus diferencias.

Una educación feminista que transforme la sociedad, es la única herramienta posible para detener la ola fundamentalista que está avanzando sin tregua, retrocediendo en derechos y discriminando sin pausa a todo ser humano que no calza con la norma impuesta.

Julieta Kirkwood dijo en los ochenta: “¿Por qué yo le pido esto a la izquierda y no se lo pido a la derecha? Bueno, porque la izquierda se supone que es el movimiento de la liberación humana; es decir, ella me está proponiendo liberarme, a ella le digo entonces: métanme en esa liberación, y métanme en los términos de mis carencias y no en términos de lo que usted me atribuye».

Hoy nuestra querida Julieta se quedó corta. Ya no queremos que nos incluyan, porque sabemos que el feminismo es un motor revolucionario fundante. Y quienes no lo comprendan se quedarán abajo de este tren que partió hace más de un siglo y hoy se encuentra avanzando a todo vapor. La invitación queda abierta.

Tamara Vidaurrazaga