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Fernando Atria y su Fundación La Casa Común: «Queremos ser a la política lo que Joven y Alocada fue a la literatura»

Por: Sebastián Flores | Publicado: 18.06.2018
Junto a la escritora Camila Gutiérrez y al actor Mario Horton, el abogado y académico PS explicó a El Desconcierto los objetivos detrás del mediático centro de pensamiento que incluye a casi 30 figuras de la talla de Jean Beausejour y Camila Vallejo: rearmar a la oposición, pensar un Chile post neoliberal y convocar al 95% con un lenguaje más pop que intelectual.

Un techo que reúne, un punto de partida, una base de operaciones y un espació en construcción. De todas esas formas se autodefine La Casa Común, la fundación impulsada por el abogado constitucionalista Fernando Atria (PS) que tiene como principal objetivo, en palabras de su creador, «pensar y construir un Chile distinto, un Chile post neoliberal».

La iniciativa tuvo un evento de lanzamiento el viernes 15, con un desayuno junto a los vecinos del Cité Esperanza. El lugar, ubicado en pleno Barrio Yungay -que además albergará la sede de la fundación-, fue escogido con el fin de dar cuenta del espíritu de la organización: acercar a la gente común, la que no forma parte de la élite politizada, a un proyecto político y ciudadano que contribuya a rearmar la oposición.

—Queremos impulsar una política que pueda hablarle no sólo al 5% que lee las páginas políticas de la prensa escrita, sino a todo el resto que en realidad no es que no esté interesada en política, sino que no está interesada en ese lenguaje. Eso significa que tenemos que aprender a hablar y actuar de un modo distinto, y para eso es que intentamos juntar el grupo más amplio posible —explica Atria.

Lo más amplio posible es esto: casi 30 personalidades de la ex Nueva Mayoria, del Frente Amplio, del mundo de la cultura, la academia y el deporte. Por nombrar algunos: la diputada comunista Camila Vallejo, el lateral Jean Beausejour, el ideólogo Carlos Ruiz, la escritora Diamela Eltit, el periodista Juan Cristóbal Guarello, la columnista Alessia Injoque, el senador DC Francisco Huenchumilla y la parlamentaria FA Gael Yeomans.

A Fernando Atria se le nota el entusiasmo. Es miércoles 13 y son las 19:30 horas. Mientras termina de picotear papas fritas, pide espacio para agregar un punto entre las reflexiones de dos de las figuras más renombradas que se integraron al proyecto: el actor Mario Horton y la escritora Camila Gutiérrez. Ambos acompañan al constitucionalista en una mesa en el Restaurant Las Lanzas donde comen y beben junto a El Desconcierto.

Horton es una de las estrellas de Perdona Nuestros Pecados, la popular teleserie de Mega donde interpreta al querido padre Reynaldo, pero su trayectoria incluye papeles como el que tuvo en la serie Los 80 como militante del FPMR. Gutiérrez es conocida también como Joven y Alocada, nombre que se hizo famoso gracias al fenómeno de una película basada en su adolescencia, la cual luego dio paso a una novela del mismo nombre y a una carrera literaria que la tiene ad portas de lanzar su tercer libro.

Atria, justamente, utilizó al personaje de la autora para hacer una analogía que intenta explicar el ethos del proyecto: «queremos ser a la política lo que Joven y Alocada fue a la literatura».

/ Javier Manríquez

—Explícame, Fernando, a qué te refieres con esa analogía. Te lo pregunto ahora con la autora sentada al lado tuyo.

Atria: (Risas) Creo que Joven y Alocada fue una manera desenfadada de contar la experiencia de una generación, o así la entendí yo. Y que fuera desenfadada quiere decir que fue una manera que rompió esquemas tradicionales de cómo se contaban experiencias como esa. Fue un esfuerzo audaz por crear un lenguaje y un formato nuevo, transgresor en relación a cómo se hacían las cosas antes. Algo parecido creemos que necesita la política chilena. La fundación no tiene sentido si no es capaz de llamar a gente que no son políticos en la manera oficial en que se entiende lo político. Porque Camila y Mario sí están dedicados a la política, porque lo que hacen sí es política.

—¿Qué te parece, Camila, la analogía que hizo Fernando?

Gutiérrez: Me voy a olvidar de la analogía que me incluye a mí y me voy a ir hacia otro lado. Yo espero realmente que La Casa Común sea como… Joven y Alocada. No, mentira (risas).

Horton: Hagamos una película (risas).

Gutiérrez: Es difícil responder esto para mí. Si digo cosas buenas implica necesariamente tirarme flores, por eso sólo diré que espero que sea innovador dentro de lo que es Chile ahora.

Hortón: Quiero agregar una cosita. No es que quiera responder por ti, pero…

Gutiérrez: Es que yo quiero que respondái por mí (risas).

Hortón: Lo que pasa en este pequeño ejemplo es que La Casa Común te llama desde un lugar que te interpreta a priori. Si es que Camila logra imaginar una política parecida al blog que hizo hace unos años, que luego terminó siendo una película que la interpretó y le modificó su vida, ¿por qué no se va a sentir convocada a hacer política? Hay un ejercicio de poder modificarse a sí misma y a los que la rodean. Sin afán de responder por ti, me parece que la política es un poco eso: absorber y representarte.

Gutiérrez: Ya, ahora sí voy a hablar de mí. Pensando en el ejemplo, creo que más allá de lo transgresor que pudo haber sido Joven y Alocada, a mí lo que me impresionaba mucho en un momento cuando recién pasó la película era la cantidad de gente que se sentía interpretada. Sería muy bacán que La Casa Común sea algo así de colectivo. Algo que nosotros creemos, pero que conecte con mucha gente.

Atria: Una política transformadora que no conecta está evidentemente mal formulada. Nuestro punto de partida es que la demanda de transformación es una demanda que está presente y aparece cada vez que puede: en el abuso hacia las mujeres, en la mercantilización de la educación, cuando se quiere hacer un represa en Hidroaysén o cuando La Polar renegocia unilateralmente a sus clientes. Entonces cuando esa política transformadora es derrotada, queda claro que el problema es que no hemos sido capaces de mostrar que el Chile que buscamos es un Chile mucho más humano y decente que el que condena a sus adultos mayores a una vejez de pobreza. La única razón por la que esto se sostiene tan férreamente es porque ha sido capaz de imponer la idea de que cualquier alternativa es utopismo o humo. Y revertir eso es el desafío para nosotros.

¿Cuál fue la razón, Mario, que te motivó a involucrarse en este proyecto?

Horton: Yo me siento convocado porque conozco a Fernando hace un tiempo atrás y me parece que en él hay una cuestión importante: un esfuerzo por empezar a hacer una política que asume que todos hacemos política. Yo en mi oficio hago resistencia política cuando hago teatro, cuando hago cine, cuando dialogo con mis compañeros. Camila en sus espacios también lo hace. Beausejour, que es otro de los emblemas de la fundación, también se ha manifestado políticamente.

—¿Te atrajo la idea de la militancia?

Horton: Yo no tengo ninguna militancia, no me interesa tenerla, pero me interesa desde la independencia poder aportar políticamente al escenario actual, porque tengo una visión crítica de lo que está pasando en este país, porque me parece que el capitalismo nos tiene en las cuerdas, nos tiene pateando en el suelo en una sociedad cada vez más atomizada. Aquí empieza a aparecer una convocatoria muy seductora para mí, donde uno puede inocular ideas desde su propio quehacer. Además es un espacio de aprendizaje tremendo. Yo tengo un deseo grande de tejer redes y de compartir ideas sobre cómo cambiar este modelo. Y creo que yo solo, o mi puro quehacer, no basta para lograrlo.

—Y a ti, Camila, ¿qué te convocó a esta fundación?

Gutiérrez: Desde hace un tiempo detecté que lo que venía haciendo tenía que ver con cosas de la intimidad -género, aborto, derechos LGBT- que conectaban con un público relativamente masivo. Yo estaba muy interesada en la política cuando pasó la situación elecciones -el fracaso estrepitoso- y pensé «qué heavy, yo creía que de alguna forma estaba conectada con un público, pero en realidad no cacho lo que está pasando en Chile». A mí el triunfo de Piñera me sorprendió, y ahí me di cuenta que, por un lado, no cacho, y por otro me interesa mucho sistematizar este diálogo que creía que estaba teniendo con los libros o Internet. Ahí empecé a pensar si debería militar o qué. Estaba viendo qué hacer y justo me llegó un mail de la fundación invitándome a esto.

—¿Aceptaste al tiro?

Gutiérrez: Me pareció muy interesante porque ciertas cosas que a mí quizás me habían hecho perder sintonía, fueron planteadas en la primera reunión. Cuando Piñera dijo que le iba a subir la isapre a los hombres y empezaron a haber reacciones como «esto es culpa de las feministas», al tiro dije «puta que es facha esa gente». Pero luego pensé que quizás ellos están pensando que Piñera está estableciendo esta oposición entre hombres y mujeres, y los hombres se enojan y yo al tiro estoy pensando que estos gallos son fachos cuando quizás no son fachos, quizás están sumidos en este discurso de poder que viene de otro lugar. Entonces mi primera reacción en general era «oh facho, oh qué lata» y pensé que en verdad no estoy conversando y que estoy menospreciando al interlocutor y que por eso quizás me sorprendió el resultado de diciembre. Y ahí aprendí: no hay que menospreciar al interlocutor.

/ Javier Manríquez

La disputa del sentido común

Fernando Atria forma parte de la Izquierda Socialista (IS), una de las facciones del Partido Socialista que, pese a no ser el lote con más preponderancia en la interna de la colectividad, sí ha sabido posicionarse en su relación con otras fuerzas políticas como el Partido Comunista, progresistas desencantados del fracaso de la Nueva Mayoría y una parte importante del Frente Amplio.

En ese intento de articulación, la figura de Atria ha sido central. Tildado en alguna ocasión de «ideólogo del 2011» y con la cercanía y respeto que le tiene varios líderes del FA, la apuesta por articular a la oposición a Piñera no es sólo una declaración de principios, sino lo que él considera quizás el único camino para detener el avance de la derecha ideológica.

—La Casa Común incluye figuras que van desde la diputada Gael Yeomans (Izquierda Libertaria) hasta el senador Francisco Huenchumilla (Democracia Cristiana). ¿Una alianza política que abarque un espectro así de transversal podría hacerle el peso a la derecha?

Atria: La razón por la cual la invitación a la fundación resultó atractiva para quienes aceptaron, que son prácticamente todas las personas a las que le hicimos la invitación, es que este no es un lugar donde vinimos a forjar alianzas políticas. Eso interrumpiría lo que buscamos.

—Pero tú mismo dices que acá se busca articular una oposición al proyecto neoliberal.

Atria: Ahora, por supuesto, en la medida en que la fundación sea capaz de contribuir a que vaya surgiendo un proyecto común transformador, las consecuencias políticas que eso pueda tener son obvias. Pero eso es consecuencia, no antecedente. El gobierno de Bachelet mostró que un proyecto que se contiene en un programa que es firmado por directivas de partidos políticos no crea la suficiente unidad de propósito para poder realizarlo eficazmente. Es necesario poner por delante que haya espacios en que la primera cuestión sea la de construir en conjunto en proyecto común. Si resulta exitoso, tendrá consecuencias políticas, pero este grupo de personas diverso políticamente, desde el senador Huenchumilla hacia la izquierda, es diverso también en las esferas de las personas que vienen.

—En esa diversidad de esferas están ustedes, Camila y Mario, ¿cómo esperan aportar desde sus distintas áreas de influencia?

Gutíerrez: Yo, desde mi lugar, siento que he pasado por alto ciertas temáticas que le interesan a mucha gente, pensando al tiro que son temáticas de derecha, y me he dedicado más a cosas que tienen que ver con agenda valórica. Pero el otro día lo hablaba en una mesa de conversación que hay temas como seguridad ciudadana, que siempre ha sido un tema de derecha, y pensé «¿por qué no interesarse por eso también?». Para mí tiene que ver no sólo conversar con el resto, sino conmigo misma: los temas que son importantes para la gente no son sólo los que son importantes para mí.

Horton: Hay una tarea pendiente de la izquierda de poder agruparse en sus diferencias. La derecha es experta en absorber soledades, pero también de generarlas: en vez de ciudadanos crean consumidores solos y son expertos en absorberlos. Si nosotros no nos agrupamos en defensa de esas lógicas, estamos destinados a la extinción. Si no reaccionamos ahora, lo que yo veo es que vamos a un camino donde seremos meramente consumidores, incluso de las elecciones políticas: click, click, click, listo. Por eso acá hay una gesta bien romántica, pero a la vez muy potente y que tiene una gran oportunidad.

/ Javier Manríquez

—¿Tienen esperanzas en que eso pueda cambiar?

Horton: Por supuesto que tengo esperanza, sino estaría en mi casa viendo Netflix. Evidentemente hay un deseo de responderle a la derecha en el campo ideológico, pero no necesariamente -al menos en esta etapa- en el marco de la estructura de la política. Eso lo tendrán que hacer los partidos y nosotros no somos un partido, somos un grupo de personas pensando la política, haciéndonos preguntas juntos, contaminándonos de las preguntas del otro, y eso a mí me parece tremendamente esperanzador. Es interesante poder detenerse un momento, hacerse nuevas preguntas y crear juntos. Yo vengo de un lugar creativo, y si eso puede ponerse, en el campo de la política, maravilloso.

Gutiérrez: A largo plazo, yo espero un Chile de izquierda, de verdad. A más corto plazo, que se deje de pensar que vivir mejor es una utopía. Desde mi lugar, me gustaría seguir haciendo lo que venía haciendo pero quizás con más intensidad y diversidad de temas, con temas que quizás no me han convocado tanto naturalmente, pero creo que son importantes.

—Cuando dices que lo harás con más intensidad te refieres a que tu obra o las columnas que escribes irán más en esa línea, ¿o no?

Gutiérrez: No sé si cargaría todo a mi obra, porque de repente una no quiere tocar cosas directamente políticas. Pero en términos de columnas sí me interesa, aunque a veces hay más gente que lee un posteo de Instagram que una columna. En ese sentido, cuando algo me convoca lo hablo por Instagram. Pero también me metí a esto para hablar desde lugares que tampoco imagino bien, pero si implica conversar con gente cara a cara, en otros lugares que no son los habituales para mí como Internet, también me gustaría.

Atria: Quisiera agregar una última cosa. La idea de un proyecto transformador hoy día se ve como si fuera pura utopía, como que las soluciones sensatas a los problemas son las soluciones de la derecha. Y eso es un déficit de la izquierda. Por lo tanto corresponde a nosotros, a quienes creemos en la necesidad de una transformación, mostrar que -como dijo Camila- vivir mejor no es una utopía, es simplemente sentido común.

/ Javier Manríquez

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