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Vida y obra de Paolo Guerrero: 9 episodios del ídolo que toda su vida soñó con jugar un Mundial

Por: Sebastián Flores | Publicado: 21.06.2018
Vida y obra de Paolo Guerrero: 9 episodios del ídolo que toda su vida soñó con jugar un Mundial paolo guerrero |
1 de enero de 1984. Capricornio. Oriundo del distrito de Chorrillos, Lima. Goleador histórico de la selección peruana. Emblema e ídolo de todo un pueblo. A sus 34 años, y tras superar la dramática sanción con que la FIFA quería dejarlo fuera, logró cumplir el objetivo que se trazó cuando era niño: jugar un Mundial. Este es Paolo, este es Perú.

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Minuto 55′. Una pelota dividida capitalizada por Falcao deja a James a tiro de cañón frente al arco de Gallese. Remate. 1-0. Gol de Colombia. Con este resultado, Perú no tiene ninguna chance de ir siquiera al repechaje. De nada sirve que, un par de segundos después, Gabriel Jesús anote el 2-0 con que Brasil derrota a Chile en Sao Paulo. De nada sirve tampoco la espectacular campaña del técnico Gareca, que con 7 partidos invictos -goleando de visita a Paraguay, derrotando con categoría a Uruguay y consiguiendo un histórico empate ante Argentina en La Bombonera- transformó a un equipo prácticamente eliminado en uno que está a un paso de volver a una Copa del Mundo tras sempiternos 36 años. De nada sirve, porque ese gol le quiebra la ilusión a todo un país, pero sobre todo se la quiebra a él, que no aguanta el desconsuelo y se pone a llorar de impotencia.

El sueño de toda una vida, tan cerca como nunca antes, está a punto de desvanecerse para siempre.

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Es el primer día de clases de José Paolo Guerrero Gonzales en el Colegio Los Reyes Rojos, ubicado en el turístico distrito de Barranco y bautizado así en honor al poema homónimo de José María Eguren, uno de los más importantes escritores del país. Es 1996, tiene 12 años e integra las divisiones inferiores de Alianza Lima, un equipo que tiene su estadio en La Victoria, una de las zonas más pobres de la capital peruana. Paolo, oriundo del también popular distrito de Chorrillos -donde el fútbol y la salsa son el placebo diario entre la precariedad-, tiene por primera vez compañeros de curso de una clase social más alta gracias a un programa del club que integra a sus jugadores en escuelas con buena formación. Así, y con el constante impulso y preocupación de Petronila Gonzáles, su madre, Guerrero se matricula en un artístico colegio privado al que, de no ser por el fútbol, nunca hubiera logrado llegar.

«Paolo llegó junto a otros muchachitos de la categoría ’84 del club Alianza Lima, un equipo de fútbol muy popular en el Perú que suele tener en sus categorías menores niños de hogares muy pobres y en su mayoría de raza negra. Como educadores nos interesaba el deseo, al admitirlos en nuestra escuela, de romper los cercos que impiden que los niños peruanos crezcan en espacios comunes. En el Perú, los pobres tienen muy pocos oportunidades de relacionarse con los otros sectores sociales. Y esa diferenciación imposibilita la formación de una sociedad verdaderamente democrática», explica Guillermo Reaño, tutor de Paolo Guerrero cuando llegó a la escuela.

El experimento social -que, entre otras medidas, acordó tomar en cuenta los informes académicos de los jugadores al momento de considerarlos en el plantel- llevo a otro joven delantero de la generación 1984 a ser beneficiado por el convenio de Alianza con Los Reyes Rojos: Jefferson Farfán, el inseparable amigo de Paolo que -vaya casualidad- es la otra gran estrella del fútbol peruano de la última década.

Jefferson y Paolo en 1996: compañeros de colegio, de equipo y de vida

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En Perú todo el mundo ama a Paolo, menos una persona.

Magaly Medina, periodista, mostró en su programa «Magaly Te Ve» que el veinteañero Paolo Guerrero salió de la concentración del plantel dirigido por el DT «Chemo» del Solar para salir a comer a un restaurant junto a la modelo Fiorella Chirichingo justo el día antes del partido entre Perú y Brasil por la eliminatorias rumbo a Sudáfrica 2010.

Es 2008. Guerrero triunfa en el fútbol alemán, en el Hamburgo, donde es titular indiscutido y figura. Ese año, y gracias a sus goles, el equipo clasificó a la UEFA Europa League. Por lo mismo, el técnico «Chemo» del Solar no dudó en llamarlo para reforzar un plantel que sufría el mal endémico del fútbol peruano desde hace muchos años: indisciplina, polémica y farándula. En rigor, la falta de profesionalismo que ha impedido todos estos años que Perú juegue a la altura del resto de Sudamérica pese a la exquisita calidad de sus jugadores.

Paolo se sumó a la selección y pidió permiso a Del Solar para invitar a Chirichingo a comer a un Friday’s. Dos horas le dio el DT. Mientras comían, el delantero quiso formalizar la relación. Fiorella dijo que sí (en el futuro dirá que en los círculos de clase alta fue discriminada por haber sido pareja de un futbolista). Tras ello, Guerrero volvió a la concentración.

Pero Magaly, quien con su programa de chismes goza de gran atracción en las clases populares, aseguró que era un acto de indisciplina en TV. Paolo demostró su apego a las reglas del plantel y cayó la sentencia sobre la periodista: 5 meses de prisión efectiva en la cárcel limeña de Santa Mónica, además del pago de 26 mil soles al jugador.

El tema causó un álgido debate en el Perú sobre la libertad de expresión, tanto así que salió a intervenir la ministra de Justicia del presidente Alán García.

El resentimiento con Guerrero se extendió por más de 10 años: cuando salió la sentencia del TAS que impedía a Paolo jugar en Rusia 2018, Medina celebró con un «¡Salud!» en su cuenta de Twitter cuando se enteró que la máxima figura del Perú se perdería el Mundial.

Magaly Medina, la periodista a la que Paolo Guerrero encarceló por difamación

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El momento de máxima gloria en la carrera de Paolo Guerrero. Con 28 años y, tras más una década en el fútbol europeo, ficha por el Corinthians. Por su decisión -manejaba ofertas del Valencia español-, recibió muchas críticas puesto que muchos consideraban el regreso al continente de las venas abiertas como un retroceso en su carrera.

Pero Guerrero, acostumbrado a callar bocas, demostró en la cancha de qué estaba hecho. Corinthians, campeón de la Libertadores 2012, disputó ese año el Mundial de Clubes. En la semifinal contra el Al-Ahly de Egipto, el peruano anota el único gol. En la final contra el Chelsea, monarca de la Champions League, Paolo repite la hazaña: un cabezazo suyo le dio el título a Sudamérica en un torneo hegemonizado por Europa.

Su nombre quedó grabado a fuego en la historia del equipo carioca. Y no sólo por eso, que es un logro gigantezco, sino también porque se consagró como el máximo goleador extranjero del club con 54 goles, superando incluso al de otro gran ídolo corinthiano: Carlos Tévez.

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El papá de Paolo Guerrero se llama igual que él: José Guerrero.

Cuando Paolo nació, el 1 de enero de 1984, ya tenía incorporado en su ADN no sólo el fútbol, sino también el hambre de gol. Su padre José era delantero, llegó a jugar en el Alianza Lima, pero nunca logró despegar definitivamente. Por eso siempre alentó a su hijo a que se dedicara a su misma disciplina.

Pero del lado de su madre, Petronila, también había talento: su tío José Gonzáles Ganoza, más conocido como «Caico». González jugaba de arquero y durante mucho tiempo fue titular en Alianza Lima, ganando los títulos de 1975, 1977 y 1978. Además, formó parte de la selección peruana, primero siendo el arquero suplente del Perú campeón de la Copa América 1975 y luego como capitán del equipo que en 1987 intervino en las Eliminatorias para las Olimpiadas de Seúl.

En esa época era considerado el mejor arquero del país y ya tenía a su sobrino Paolo de apenas 3 años de edad, a quien en un par de ocasiones lo hizo entrar junto a él a la cancha tanto en Alianza como en la Blanquirroja.

Sin embargo, Paolo no ahondaría su relación con su tío Caico porque el 8 de diciembre de 1987 se lo impidió para siempre. Ese día, el avión Fokker de la Marina de Guerra del Perú, que trasladaba a todo el plante y cuerpo técnico de Alianza Lima, se precipitó al mar cuando se encontraba a escasos kilómetros del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez. La tragedia devastó no sólo al club, que perdió a todos sus jugadores, sino también a todo el clan del que formaba parte el pequeño José Paolo.

Guerrero supo de su tío más adelante, cuando ya tenía conciencia. Y siempre lo reivindicó tal como a su padre como los forjadores del espíritu y el caracter del que hoy es considerado uno de los mejores centrodelanteros del orbe.

El pequeño Paolo junto a su tío Caico

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A Paolo Guerrero lo llaman también «El Depredador» producto de su fiereza y potencia de su juego, el cual puede hacer temblar cualquier defensa contraria. Pero durante su niñez, ese instinto goleador demoró en desarrollarse.

A fines de 2016 se estrenó en todas las salas de cine del Perú «Guerrero, la película», un film que retrata los primeros años del jugador y que, pese a ser precario tanto en su guión como en su ejecución, sirve para conocer la vida y los sueños que tenía Paolo a temprana edad, el cual se podría resumir en uno sólo: ser futbolista y jugar un Mundial.

Guerrero tuvo una niñez alegre, producto del cariño de su madre, que aunque fue muy estricta y varias veces lo castigó sin poder entrenar en las inferiores de Alianza Lima, sí apoyaba la carrera futbolística de su hijo. En la cinta, se muestra el interés de que se relacione con su padre (de quien estaba separado) o de que forje lazos con su abuelita, la cual muere en 1994, mismo año en que Paolo mira con desdén a sus vecinos que miran el Mundial de Estados Unidos diciendo «no voy a ver el partido, no está jugando Perú».

Del mismo modo, se retrata las dificultades que tuvo para ganarse un puesto de titular en las inferiores de Alianza Lima, donde no logró hacerse un espacio hasta que comenzó a liderar al equipo de fútbol de su colegio, donde fue capitán y forjó el carácter para disputarle a los otros niños el puesto de centrodelantero. Un puesto que nunca más volvió a ceder en su vida.

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Minuto 74′. Todo el Perú está ya en un estado de desesperación. El equipo dirigido por Gareca cae 1-0 y no encuentra la llave para romper el cerrojo colombiano. Brasil sigue ganando 2-0 a Chile en Sao Paulo y Paolo Guerrero ocasionalmente vuelve a derramar lágrimas de frustración por lo que está pasando. Pero una pelota de Renato Tapia  despejada por la zaga cafetera recae en una jugada dividida donde Aldo Corzo mete la cabeza y, ante la pierna levantada de un colombiano, el árbitro Sandro Ricci cobra un tiro libre.

Paolo Guerrero no duda en que es él quien debe patear. Hay una cosa que no sabe eso sí: Ricci cobró tiro libre indirecto por jugada peligrosa, por lo que para hacer un gol debe hacer algún contacto con otro jugador. Pero eso Guerrero no lo sabe. Conversa con Cueva, mira al arco de Ospina y se decide a rematar. Si mete un gol y nadie la toca, no va a valer.

Pero a veces los astros se alinean y los héroes se consagran. Guerrero mira el arco y le pega con precisión, va directo al lado izquierdo. Ospina vuelta en un intento de desviarla, demostrando que tampoco le quedó del todo clara la caracterísitica del tiro libre. En su vuelo la roza levemente justo antes que entre. «¡La toco, la toco!», grita el histórico relator peruano Daniel Peredo, quien moriría en febrero de este año.

Paolo sale corriendo, sin estar pendiente de la legalidad o no del gol. Con ese empate Perú alcanza a Chile en la tabla y, producto del resultado en Brasil, queda con mejor diferencia de goles. Si la Roja descuenta, deja nuevamente fuera a Perú, pero eso no ocurrió y el Scratch incluso anotó uno más: 3-0 perdió Chile, 1-1 empataron en Lima.

Perú al repechaje con Nueva Zelanda. Perú, 36 años después, está ad portas de volver a una Copa del Mundo. Y Paolo Guerrero, el pequeño que peloteaba en las canchas de cemento de Chorrillos, está a punto de cumplir el sueño de su niñez.

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«Me están robando el Mundial y mi carrera».

Paolo Guerrero está destrozado. Es 29 de mayo de 2018. El TAS (Tribunal de Arbitraje del Deporte) falló en su contra y amplió su suspensión a 14 meses tras dar doping positivo por benzoilecgonina -un metabolito de la cocaína- tras el encuentro ante Argentina en La Bombonera.

«No es justo», piensa Paolo. La sanción se la dieron luego del partido con Colombia que dejó a su selección en el repechaje. Se perdió los partidos contra Nueva Zelanda, pero sus compañeros de equipo estuvieron a la altura e incluso su amigo Jefferson Farfán le dedicó el primer gol en la ida en Lima: celebró poniéndose la «9» de Guerrero en su cara.

Pero nada de eso sirve. Faltan sólo dos semanas para que comience Rusia 2018 y la sentencia parece tajante. Aún así, Guerrero decide ocupar la única chance que le queda: reiterar su inocencia (asegura que sólo consumió un mate de coca que le dieron cuando él solicitó un té de anís) y apelar a que la sanción comience tras el Mundial.

A sus 34 años, si no es ahora no es nunca. Pero como también su historia es digna del camino del héroe que tienen los grandes relatos épicos, dos días después, el 31 de mayo de 2018, el tribunal suizo permite el aplazamiento de la sanción para después del Mundial.

Todo el Perú celebró. Toda Sudamérica celebró.

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Hay 40 mil personas en el Morodovia Arena de Saransk. La mayoría de las tribunas están con el blanco y la banda sangre atravesando el pecho. También hay motivos incas que hacen sentir que parte del Tahuantinsuyo está en Rusia. Paolo Guerrero no es de la partida, pero no importa, lo que importa es que está y en cualquier momento puede entrar.

La fiesta en las tribunas -la emoción del himno, los cánticos de aliento, la emoción de volver después de 36 años- se apaga cuando Christian Cueva manda a las nubes un penal cobrado en la primera parte. Cuevita salió llorando en el entretiempo y el primero en acercarse a consolarlo fue él, que desde la banca aguardaba su oportunidad.

Quedan 11′ para que termine el partido y Paolo ya está en cancha. Perú pierde injustamente 1-0 tras un contragolpe letal de los daneses. La desesperación abunda, tal como en el partido contra Colombia en la última fecha eliminatoria, y el Depredador intenta una jugada de fantasía: con la marca encima, se inventa un taco de espalda al arco. La pelota se va sobre el vertical izquierdo y parece que ahora sí, que la justicia va a llegar. Pero no, roza el palo y se va fuera. El resultado, finalmente, no se alteraría.

Paolo ya cumplió el sueño de su vida. Eso ya es algo de justicia. Pero él sabe que falta algo más. Que puede dar algo más. Todo Perú está con él. Todo Chorrillos, La Victoria y Barranco, pero también Cuzco, Tacna, Iquitos y Arequipa. Y también Argentina, Colombia, Paraguay, Brasil y hasta Chile. No hay nada que queramos más que ver un gol de Paolo en el Mundial. Con la misma ilusión que el pequeño niño que luchaba en uno de los barrios más pobres de Lima por convertirse en futbolista. Un sueño que, con el tiempo, también hemos hecho nuestro.

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