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Tomicic, Bravo y Tondreau: ¡Que viva la tortura!

Por: Esteban Vilchez Celis | Publicado: 03.07.2018
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Es triste comprobarlo, pero parece ser que la costumbre de tratar a otros seres humanos como si no lo fueran y de negarles su dignidad humana no desaparece. ¿17 años no fueron en vano? No solo somos individualistas y competidores compulsivos, sino torturadores.

Hablemos de crueldad, de comportamiento deshumanizante, de falta de empatía. Como siempre, no espero contar con el acuerdo de todos los que lean esto, pero me basta con que se motiven a pensar en lugar de solo repetir frases vacías. Comencemos.

Cuatro individuos, de nacionalidad ecuatoriana (¿debería importar la nacionalidad de alguien en estos análisis? Ya veremos…) asaltan a una mujer que iba a trabajar a una universidad, aproximadamente a las 5 y media de la mañana. Le roban su cartera con un celular y 5 mil pesos. Para ello, literalmente, la matan a palos. Luego, abandonan el lugar entre risas y gestos burlones que quedan registrados en las cámaras de vigilancia del lugar.

La reacción de la “población” es, cómo no, de entendible indignación y furia. Imagino que en un gran número de almuerzo familiares, de cotorreos en cafés o de onces compartidas entre tostadas con palta o margarina, hubo muchos discursos que dejaron fluir esa rabia popular. Debe haber habido muchos llamados a reponer la pena de muerte para gente como esta, quizás incluso empleando los mismos medios que estos sujetos emplearon para matar; otros deben estar llamando a recuperar la mano dura y firme del general que se creía dueño del país; y, por supuesto, ahora debe haber un gran número de sujetos que fruncen el ceño recordándonos que necesitamos aquí un Trump, que impida el ingreso de inmigrantes que nos invaden o que expulse a los que ya nos invadieron. Al fin y al cabo, la delincuencia en Chile comenzó con la inmigración, ¿no? Es decir, con la boliviana, ecuatoriana, colombiana o peruana, porque la alemana, croata o inglesa las recibimos cantando lo de “verás cómo reciben en Chile al amigo cuando es forastero”.

Así que sí. Que sean ecuatorianos los agresores tiene que ver con auscultar la misteriosa alma “nacional”. Por alguna razón que mi frágil mente no logra vislumbrar, pero que seguramente está a medio camino entre la xenofobia y la ausencia de sinapsis, la rabia del pueblo se incrementó por el hecho de que los agresores fueran ecuatorianos que le dieron muerte a una chilena de esfuerzo. No me pregunté por qué, pero muchos habrían sentido menos rabia si los agresores hubiesen sido chilenos, como si matarse a palos fuese algo que los chilenos podemos hacernos entre nosotros y que condenaremos, pero si un extranjero hace lo mismo lo condenaremos doblemente.

Permítaseme un alto, porque debe haber varios que ya están odiándome por “defender” a tales delincuentes. No sé cómo decirlo más simple: su crimen me horroriza, me indigna, me entristece y, desde todo punto de vista, creo que deben ser castigados conforme a la ley, con la pena más severa aplicable, después de un debido proceso. Pero la indignación que esto me causa me sigue conduciendo a la respuesta civilizada del juicio imparcial, racional y justo. La rabia que experimento no me desvía del respeto a los derechos humanos de los detenidos y a la aplicación de la pena prevista en la ley. No sé a usted, pero a mí me agrada superlativamente aplicar una ética superior a la del delincuente que juzgamos y estar en las antípodas de su brutalidad ¿Esto es defender a estas personas? En lo concreto, y en estos aspectos (es decir, que no los torturen o cuelguen en la plaza con o sin juicio), sí; pero es, ante todo, defender el estado de derecho y el concepto mismo de derechos humanos.

Pero sigamos. La rabia de la que vengo hablando se tradujo en que varios internos de la cárcel tomaron a dos de los ecuatorianos sometidos a prisión preventiva. Les cortaron el pelo, los mantuvieron durante 30 minutos bajo una ducha helada y luego los torturaron con descargas de electricidad. El video sobre esto es pavoroso.

¿Cuál fue la reacción de algunos sobre esto? El gran arquero chileno, Claudio Bravo, dijo en un tuit: “Matas a patadas, palos y luego te cagas de la risa. Avísenme a qué hora hay que ir a dejarle unas galletitas y un café a estos individuos. No victimicemos más a los delincuentes. No más protección para ellos”. A ver si entiendo. Nadie está hablando de llevarles café y galletitas, sino del hecho de que se les torturó. Y, sobre esto, el comentario parece apuntar, sencillamente, a que estuvo bien la tortura. Es decir, “es bueno”, “correcto”, “moralmente aceptable”, aplicar corriente a otros. De hecho, Bravo hace un llamado para torturar tranquilamente a los delincuentes, para que no los “victimicemos” ni “protejamos”. Es decir, Bravo hubiese sido un gendarme que se habría sentado a observar las descargas de electricidad sin inmutarse, pues a él le parece “bien”. Por mi parte, que se ponga los guantes y siga atajando penales, no más.

Macarena Tondreau, del programa Buenos Días a Todos, de TVN, elaboró un pensamiento de antología: “Yo apoyo los derechos humanos, apoyo el derecho de los animales, pero no el de las bestias. Estas personas son bestias y los golpearon otras bestias”. A ver… Apoyar los derechos humanos y estar por la tortura es un poquito contradictorio, ¿no? Ah, pero, ¡qué digo! ¡Si es que estos sujetos no son personas! Todo solucionado, Macarena. Tampoco los judíos eran personas para los nazis, ni los negros para los supremacistas blancos, ni los indios para los españoles, ni los esclavistas para los traficantes. Pero, ¿la violación de los derechos humanos no tenía que ver, precisamente, con negar la humanidad de las personas? Al fin y al cabo, ¿un delincuente no es una persona? Macarena dice que no. Sería un interesante debate el que podríamos sostener algún día sobre el punto.

Y Tonka Tomicic contribuyó con una frase sencilla: “Aunque me traten de lo que me traten, ¡bien merecido!”. Es decir, ser torturado es algo justo y éticamente correcto. No sé si ella está tan convencida como para haber aplicado personalmente la corriente. Porque si una acción humana te parece válida ética y jurídicamente, imagino que no tendrías reparos en ejecutarlas por ti mismo. Puede que le dé “nervios”, eso sí, porque al fin y al cabo parece una persona sensible. Pero si hubiese sido gendarme, seguramente podría haber visto la sesión por las cámaras de televisión sin dejar de tomarse el café; aunque quizás hubiese bajado el volumen…

No sé si Tomicic ha leido a Foucault. Sospecho que no. En su libro “Vigilar y castigar”, relata la muerte de Damiens, sentenciado el 2 de marzo de 1757, quien fue condenado a pública retractación ante la puerta principal de la Iglesia de París. No se trataba de simplemente condenar a muerte a una persona desdichada, sino de torturarlo horrorosa y públicamente. Se le quemó el cuerpo con plomo derretido y aceite hirviendo, en tanto que la mano con la que cometió el parricidio debía sostener el cuchillo empleado en el crimen mientras le era quemada con fuego de azufre. Posteriormente, fue desmembrado por cuatro caballos que tiraban de sus extremidades en direcciones divergentes. ¿Bien merecido, también?

Convengamos en que tal vez estoy extremando las cosas, porque Tomicic está de acuerdo en torturas dolorosas, pero solo si causan “lesiones leves”. ¿Como los golpes con toallas mojadas? Y a ella le parece que las descargas eléctricas son eso, “lesiones leves”. Tal vez no sepa mucho de Foucault… ni de electricidad.

En Chile, una reciente encuesta mostraba que un 57% de los niños chilenos estarían de acuerdo con una dictadura, aunque se violen los derechos humanos, si es que significara orden y seguridad, y un 52% lo estaría si trajese beneficios económicos. Con Bravo, Tondreau o Tomicic como “líderes de opinión”, no me sorprende esta encuesta.

Es triste comprobarlo, pero parece ser que la costumbre de tratar a otros seres humanos como si no lo fueran y de negarles su dignidad humana no desaparece. ¿17 años no fueron en vano? No solo somos individualistas y competidores compulsivos, sino torturadores.

Parece que muy pocos entienden que los derechos humanos son para todos y siempre, y no para algunos y a veces. Parece que pocos ven que torturar delincuentes nos asemeja patéticamente a ellos, en lugar de diferenciarnos. Pocos ven que la rabia no es la forma de ejercer justicia. Si usted quiere ser rabioso, furibundo y actuar con sus tripas, en lugar de usar la razón y ser justo, ¿qué puedo decirle? ¿Que me parece un poco “bestia”?

Esteban Vilchez Celis