Avisos Legales
Opinión

La discusión que sí debemos dar

Por: Diego Ramírez | Publicado: 15.07.2018
La discusión que sí debemos dar izquierda |
Los logros, derrotas y errores de las izquierdas del siglo XX y las primeras décadas del XXI, son un piso de reflexión y análisis desde el cual aprender y proyectar un proyecto socialista que responda a nuestras necesidades y nuestra realidad actuales. No es entonces un debate sobre nuestra identidad, sino sobre nuestra política, sobre el proyecto estratégico que le proponemos a la clase trabajadora chilena y los pueblos oprimidos que habitan este territorio.

Durante las últimas semanas dos columnas de integrantes del Movimiento Autonomista retomaron el debate sobre la identidad de izquierda como algo central para el despliegue político de ésta, disputando sobre si ciertos conceptos serían o no importantes para la política del Frente Amplio. Si bien la discusión resulta interesante para cualquier militante, estimo que las coordenadas de ella son no sólo secundarias, sino que nos alejan de los temas realmente importantes y que de hecho, son determinantes precisamente para configurar nuestra identidad como fuerza política.

Así, más que preguntarnos si el problema radica en ponernos “la chapa de izquierda”, o si ésta quiere decir algo o no; nuestra identidad surgirá en el momento en el que aclaremos el proyecto que impulsamos, y es el carácter de éste la discusión que debemos enfrentar. Sobre todo en momentos en los que estamos entrando a una convergencia política que será definitoria para la izquierda del Frente Amplio, y cuyas discusiones no pueden verse centradas ni consumidas por temas meramente identitarios.

Para que podamos profundizar en esa discusión, es fundamental contar con un análisis del país que nos permita identificar sus contradicciones, su estructura de clase, los conflictos que afectan a su población explotada, y a sus pueblos y segmentos sociales oprimidos. Ello nos dará una base clara para poder diseñar tanto nuestra estrategia política como nuestro programa de transformación, así como el despliegue nacional de nuestra acción militante. Es la combinación de esos tres aspectos la que conformará nuestro proyecto político-ideológico y nuestra identidad, permitiéndonos ser una alternativa clara tanto a la antigua Nueva Mayoría como a los sectores no socialistas del Frente Amplio, y guiar así la convergencia a un proyecto socialista.

Nuestra historia: los logros, derrotas y errores de las izquierdas del siglo XX y las primeras décadas del XXI, son un piso de reflexión y análisis desde el cual aprender y proyectar un proyecto socialista que responda a nuestras necesidades y nuestra realidad actuales. No es entonces un debate sobre nuestra identidad, sino sobre nuestra política, sobre el proyecto estratégico que le proponemos a la clase trabajadora chilena y los pueblos oprimidos que habitan este territorio.

Pero, así como no podemos abandonar nuestra propia historia ni nuestras anteriores reflexiones (tanto mundiales como nacionales), so pena de terminar repitiendo errores pasados o perdernos en el laberinto del sentido común dominante que impera en la actualidad, tampoco podemos ignorar temas que son vitales para cualquier pretensión de superar los conflictos centrales en nuestras sociedades como el carácter del desarrollo para países periféricos con economías basadas en la explotación de recursos naturales sin valor agregado, la seguridad, la defensa -y las FF.AA.- o la integración regional. No podemos seguir intentando nunca quedar mal con nadie, debemos tomar posición pero a partir de un análisis y  apuesta clara y sin ambages por los y las explotadas y la clase trabajadora.

Retomar el socialismo, ese abandonado concepto que incomoda a la derecha pero también a aquellos que se acostumbraron a usar al Estado para beneficios personales, como horizonte transformador es un primer paso para sentar de manera sólida las bases del nuevo partido que emergerá de esta convergencia tan anunciada, pero tan lenta para desarrollarse. Pero no se trata de una repetición mecánica ni nostálgica del pasado: el socialismo es actual porque la sociedad chilena continúa dividida en clases, sus injusticias cotidianas son de clase, sus opresiones funcionan para defender privilegios de clase.

Llegados a este punto, debatir sobre identidad no tiene sentido. Cabe entonces preguntarnos sobre qué discutir entonces. ¿Será nuestra convergencia una basada en la unidad ideológica homogénea entre quienes hoy conforman las organizaciones participantes de este proceso? ¿O más bien una en torno a elementos estratégicos y programáticos, tomando en cuenta que el bajo nivel de densidad política de todas las estructuras participantes difícilmente permiten la generación de una estructura homogénea en términos ideológicos? Nuestra apuesta apunta a la segunda.

Tampoco es posible pensar una convergencia como un rejunte de siglas ni como un simple aparato electoral: la debilidad de las orgánicas impiden la primera, la inscripción de una herramienta electoral debería venir como consecuencia de resolver primero la unidad estratégica y programática -y por ende, táctica-. Asimismo, no podemos hacernos los ciegos en cuanto a la existencia de diferencias a la interna de cada una de las organizaciones convergentes, por lo que ¿no será conveniente reconocer este hecho y permitir la existencia de tendencias políticas públicas? La discusión está abierta.

Finalmente, la convergencia debería planificarse no con los ojos puestos en el próximo ciclo electoral -que por supuesto es importante pero no definitorio- sino en la necesidad de construir una estructura política que sea al mismo herramienta institucional y herramienta de lucha social, síntesis de 15 años de acumulación de experiencia social: los peligros a evitar son entonces la ansiedad burocratizante de quien se encierra en las instituciones del Estado, y el fácil recurso de encerrarse en el espacio local para evitar enfrentar los desafíos de una política nacional y de clase.

El proyecto naciente de la izquierda del Frente Amplio no debe olvidar que el socialismo que buscamos conformar surge de los conflictos que cruzan nuestras sociedades actualmente, por ello es intrínsecamente feminista, ecológico, internacionalista, profundamente democrático, entendiendo esas múltiples dimensiones de manera integrada, junto a un sustrato profundamente clasista. Porque somos herederos y actores de un proyecto vivo, mundial y nacional, que aspira a cambiar el mundo para darle poder a aquellos que no lo tenemos, para darle justicia a los que sufrimos injusticia, y porque aunque tenemos identidad, somos mucho más que esa identidad. Somos programa, somos política, somos liberación.

Diego Ramírez