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Opinión

TVN en crisis: ¿Qué hacer si nadie escucha?

Por: Víctor Gómez | Publicado: 21.07.2018
TVN en crisis: ¿Qué hacer si nadie escucha? |
La crisis de contenidos con De Aguirre siguió intacta. Desde enero de este año, el Departamento de Prensa no cuenta con Director/a tras la gestión nefasta de Alberto Luengo (Hoy funcionario del Mago Correa en Imaginacción). A su vez, el “salvador” de TVN optó por reflotar el programa juvenil Rojo, que si bien le puede reeditar algunos puntos de rating en lo inmediato, en ningún caso resuelve el severo divorcio de las audiencias con el canal público.

La situación crítica de TVN no deja de sorprender por su profundidad, por los múltiples aspectos que explican su quiebra económica y por, sobre todo, por el nulo interés de los actores políticos de debatir sobre TV pública cuando su estado de crisis es total.

El sumario de razones que explican la debacle de TVN apunta a la circulación por años de ejecutivos y directores con escaso conocimiento sobre el funcionamiento y las lógicas de la televisión. Al divorcio del canal público respecto de la sociedad, expresado en parrillas programáticas lejanas al interés de las audiencias para el Chile de hoy. Pero ante todo a la responsabilidad del moribundo modelo de canal ideado en la Transición, que condenó a la estación televisiva a las reglas del mercado, a autofinanciarse y a regirse bajo la lógica del binominalismo. Un cóctel nefasto que explica por qué en lugar de debatir hoy a fondo sobre los destinos de TV pública para ensayar soluciones en un formato de televisión abierta que exige cambios para no morir, las preocupaciones -de todo tipo- se concentren en intentar justificar el escandaloso sueldo de Jaime de Aguirre y sus groseras garantías firmadas a espaldas de un cuoteado directorio por medio de cláusulas secretas.

El penoso escenario actual de TVN la tiene sumida en la suerte que correrá De Aguirre. El Directorio y su presidente arrastran a la estación a una pelea binominal, lógica propia de ese país de la Transición que para diversos personeros políticos se resiste a morir. Unos directores –los ex Nueva Mayoría- tratan de naturalizar con argumentos francamente impresentables los 18 millones de pesos mensuales que recibe el Director Ejecutivo (65 veces el salario mínimo), que fueron acordados a espaldas del Directorio que presidió Ricardo Solari y centran sus dardos en las filtraciones del contrato como si ese fuera el problema en la crisis de TVN. Los otros directores –los afines al gobierno de Sebastián Piñera- intentan remover a De Aguirre por no ser funcional a su línea política y al gobierno. A unos y a otros les acomoda un arreglo binominal por más que desde del Congreso se anuncie una comisión para investigar los contratos.

De Aguirre (El mismo ex MAPU de las millonarias facturas truchas a SQM cuando dirigía CHV junto a Piñera) retornó a TVN en diciembre de 2016 como “salvador” del canal, casi una especie de gurú al cual se le debían perdonar sus pecados con tal de que enrielara a la estación pública. Pues bien, hasta hoy su promesa está lejos de la realidad tanto en términos financieros como también en contenidos. El balance del año anterior arrojó pérdidas por $8.890 millones y aunque esa cifra podría disminuir en 2018 en ningún caso obedece a sugestión, sino más bien, a ajustes de la planta de trabajadores como a la venta vía leaseback de los edificios institucionales como del terreno donde se emplaza la estación en Providencia.

En términos de contenidos, De Aguirre no fue capaz de generar un proyecto para justificar los 47 millones de dólares que aprobó el Senado para salvar a TVN. Tampoco desarrollo siquiera alguna idea vaga de canal cultural por el cual se financiaron otros 18 millones de dólares. Increíblemente los senadores autorizaron cuantiosos aportes sin contar con ningún proyecto estratégico de TV pública para impedir que los millonarios recursos cayeran a una bolsa rota. En paralelo, TVN se asoció con Canal 13 y Fox para comprar los derechos del Festival de Viña en 400 millones de dólares, un evento que genera siempre pérdidas a sus organizadores. Hasta hoy, el cuestionado Director Ejecutivo no explica públicamente y con argumentos creíbles la razón de participar en la producción del evento artístico cuando su canal está quebrado.

La crisis de contenidos con De Aguirre siguió intacta. Desde enero de este año, el Departamento de Prensa no cuenta con Director/a tras la gestión nefasta de Alberto Luengo (Hoy funcionario del Mago Correa en Imaginacción). A su vez, el “salvador” de TVN optó por reflotar el programa juvenil Rojo, que si bien le puede reeditar algunos puntos de rating en lo inmediato, en ningún caso resuelve el severo divorcio de las audiencias con el canal público. No lo hace porque el formato de Rojo, justamente, representa lo contrario a los intereses juveniles que en la actualidad apuntan a las problemáticas de género, diversidad cultural y artística, vida sustentable, educación y calidad de empleo entre otras. Ya le sucedió en 2011, en plena irrupción del movimiento estudiantil, cuando Rojo hizo caso omiso al acontecer nacional y ahora repite la fórmula que le pasó la cuenta por la escasa empatía con las audiencias juveniles.

Ni el Festival de Viña del Mar ni el programa Rojo forman parte de una estrategia sobre el futuro de TVN ni mucho menos de una discusión de fondo sobre la TV pública. Ambas opciones cortoplacistas están en las antípodas de los proyectos televisivos que existen en las estaciones públicas a nivel internacional en los cuales no hay dependencia del rating ni del avisaje publicitario, pues sus exigencias pasan por la calidad de sus contenidos y su diversidad de producciones.

El futuro de la televisión abierta es una temática contingente y global en la medida que las nuevas plataformas digitales copan las audiencias, acaparan el interés diverso de las sociedades y condicionan con sus reglas incluso a los millonarios recursos de la industria publicitaria. La red Netflix comprendió que se podía a nivel mundial realizar contenidos de TV de alta calidad basado en tres principios: crear contenidos en sintonía con el interés de audiencias segmentadas sin el condicionamiento del rating (no existe publicidad en su programación); difundir su señal con la integración de plataformas digitales vía streaming, y además, desarrollar un modelo de negocios internacional accesible masivamente y de alta conectividad. Hoy este fenómeno es referencia que cambió la industria global de TV en tanto fondo y forma.

En Chile existen múltiples productoras audiovisuales capaces de generar contenidos de alta calidad en entretención, cultura e información para promover una parrilla programática de nivel para TVN. No se trata de propiciar una privatización encubierta ni usar la fórmula de Secuoya en Canal 13, al contrario, el camino apunta a alianzas viables entre el Estado, TVN y diversos creadores de contenidos; a la incorporación de nuevas tecnologías con la integración de plataformas y conectividad, y al desarrollo de las señales de TV digital que dispone hace años el canal. En resumen: una nueva TV pública.

Si Jaime De Aguirre no pasa la actual tormenta de TVN, sólo le resta Mega y no será extraño que recale en Vicuña Mackenna. Su millonario sueldo y sus condiciones excepcionales de indemnización explican en parte la crisis de la estación, pero más grave aún representan el daño al que ha llegado la televisión pública en Chile y con ello, los efectos sobre la democracia, el pluralismo y la sociedad. Así las cosas, TVN está fuera de sintonía con los intereses de las audiencias, con los cambios tecnológicos (televisión digital) y con el rol que debe cumplir de la TV pública en la sociedad chilena actual para abordar entre otros temas la corrupción, feminismo y género, migración y pobreza, educación y salud. Entonces, ¿qué hacer si nadie escucha?

Víctor Gómez