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«La Dama de Los Andes»: Una obra de teatro que reflexiona sobre el alzheimer y la memoria histórica

Por: Francisca Quiroga | Publicado: 10.08.2018
«La Dama de Los Andes»: Una obra de teatro que reflexiona sobre el alzheimer y la memoria histórica dama |
Una obra que plantea el dilema de una enfermedad crónica del deterioro de la memoria como metáfora del proceso histórico del país; el alzheimer; la desmemoria; el olvido. Pero la cuestión es más grave aún: este olvido que determina una patria sin herencia, es a su vez una decisión personal. No querer saber para no lidiar con la verdad. La obra de Bosco Cayo es una muestra de inteligente presentación del conflicto de la memoria a través del estudio de una cultura inconsciente que sopesa su omisión y complicidad ante las atrocidades que hemos vivido, con nuestra tan característica limosna y solidaridad.

Una mesa pequeña, puesta al centro, comanda la composición en un foco de atención al medio del escenario. Las tres actrices se congregan alrededor de esta mesa, sin importar si alguna, al disponerse en este círculo hacia el centro, den la espalda al público, lo que también es una búsqueda para la obra al plantear el “negativo” como elemento y “la espera” como componente de tensión estético. Digo que la espalda del personaje es utilizada como negativo, como alguien que espera y que al interceder, rompe con las tensiones generadas en un gesto brusco y que descoloca por su vulgaridad. Surge la comedia y lo interesante de esta obra es que empieza una sátira de estas mujeres de rojo. Al ver la obra notarán lo que el componente estético genera en la presencia silenciosa que incomoda y la ausencia en espera que tensiona.

Las tres mujeres están anuladas por una estupidez de clase, y se añade el absurdo del comportamiento de cada una de las tres. Entre locura, enfermedad, olvido y sinsentido de vida, los diálogos se construyen creativos y enigmáticos. Y justamente el trabajo actoral reviste este absurdo caricaturizado porque en lo técnico se exacerba los gestos de ridiculez.

Para tales efectos influye lo visual, el vestuario tiene referencia con el referente real pero apunta a ser una maqueta de dicha realidad, exacerbando al personaje en su estereotipo y así mismo, la actuación, las pelucas y el vestuario nos proponen este retrato que tanto agrado en su hilaridad nos causa.

La monja presenta un vestuario igual de arquetipado, causando la idea iconoclasta para confundirnos entre la mujer que es monja y la divinidad que es virgen, al mismo tiempo que ella confunde otro personaje. Esto plantea no solo el olvido y la memoria, sino además la confusión. Rompe con el esquema y genera la humorada.

Como no recordar es también impedirse heredar, y el hecho histórico concreto de la dictadura, con todas las atrocidades habidas por haber, se narra cómioco en esta historia presentada por estos cinco personajes cautivadores, para inducirnos en lo sensible y sencillo, que en la madurez de la obra, no reviste efectismos.

Y como la espera es un recurso estético que tensiona las energías de los sucesos y de los diálogos. La interrupción de quien espera es un quiebre con la situación dada en la obra. Poco a poco, se va revelando el meollo del asunto. Es así como Ana María López entra en escena con su personaje en un contraste actoral por una sencillez que añade como componente a la obra la sensibilidad en lo íntimo y lo frágil. Y ahí el diseño de vestuario nuevamente comprueba su inteligencia. Los rojos estridentes que iluminan los rostros de las actrices porque las luces de los focos del teatro, rebotan en las telas, la mujer con alzheimer, viste un chaleco de un rosa deslavado. Devela así lo que alguna vez fue pero que está dejando de ser, y la desmemoriada es al mismo tiempo, la única que muestra consciencia y sentido común como gran paradoja del relato.

La obra también está atravesada por los significados de oposición o contraste. Símbolos de figuras masculinas ausentes, los maridos de dos de las personajes: la de un médico implicado en la tortura y desaparición vivo y un sargento muerto. Nuevamente, la vida, la muerte y el olvido como metáforas de la existencia de un país.

Se hace necesario machacar en la temática de la Memoria porque no es evidente aún y todavía lo que ha deparado actualmente como sistema, a costa de los crímenes implacables de la dictadura. Así como las compañías y obras de resistencia política fueron la punta de cañón para aportar a echar abajo la dictadura y que algún día se reconocerá que así fue, es también fundamental reconocerle a los autores jóvenes que se dedican a poner en la escena teatral dichas temáticas, como en este caso, se hagan cargo de una responsabilidad de país.

Es preciso mencionar que en esta obra confluyen con Ana María López quien fue encargada de este aporta desde los ochentas en la compañía El Riel con Juan Vera, su compañero, y antes de esta, en la compañía de teatro Popular Periférica con Sergio Buschman, su gran amigo. Entre Memoria actual y resistencia pasada, este fin de semana se cierra la temporada de esta gran obra de la Compañía de Teatro Sin Dominio.

Ficha artística

Dramaturgia y dirección: Bosco Cayo.

Elenco: April Gregory, Verónica Medel, Angélica Tapia y Ana María López.

Diseño escénico: Boris Chaín.

Música original: Santiago Farah.

Diseño gráfico: Juan Ignacio Vivero.

Jefe técnico: Juan Ananía.

Asistencia de dirección: Ibrahim Valdivia.

Producción: Alfonso Arenas y Gastón Zepeda

Duración: 1 hora 5 minutos.

Fechas:

10-11-12 de Agosto

Jue a Sáb 21:00 hrs – Dom 19:30 hrs

Taller Siglo XX Yolanda Hurtado ( Ernesto Pinto Lagarrigue 191, barrio Bellavista)

 

 

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