Avisos Legales
Opinión

Gracias, señor Rojas

Por: Antoine Maillet | Publicado: 15.08.2018
Gracias, señor Rojas museo | Foto: Agencia Uno
La reacción contra el nombramiento de Rojas y, sobre todo, la sensibilidad presidencial a esta reacción manifiestan el arraigo de la política que representa el MMDH. Lo ocurrido nos señala que volver atrás en este plano ya dejó de ser una alternativa factible.

Mauricio Rojas acaba de realizar una gran contribución a la consolidación de la política de memoria de las violaciones a los derechos humanos impulsada desde los gobiernos de la Concertación, de la cual el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos (MMDH) es la materialización. En su libro con Ampuero, Rojas no hacía más que participar de la operación discursiva que consistía en renovar un libreto que no se adecuaba a coordenadas actuales del debate público. Estos dichos no son una excepción en su sector, que desde hace años –y particularmente por la misma existencia de este museo– se han esforzado por instalar la tesis de la “falta de contextualización” de una museografía que presentaría “sesgos” y una “historia truncada”. Todos estos eufemismos han reemplazado en los últimos años una defensa del lado más oscuro de la dictadura que había salido ya de los cánones de lo políticamente correcto. Así, aun siendo un verdadero operador de este negacionismo soterrado, donde la lucha política legítima se equipara a la institucionalización de la violencia a escala masiva contra los adversarios políticos, su efímero paso por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio marca el afianzamiento de la política que él mismo pretendía combatir.

Los cientistas políticos adoptamos años atrás el concepto de dependencia al sendero, que da cuenta de la perpetuación de soluciones de política pública –u otros fenómenos sociales– a pesar de la oposición de quienes estarían en situación de cambiarlo. Un ejemplo clásico es la solidez de los regímenes de bienestar de los países europeos durante los años 1980, a pesar de una ola de alternancias políticas hacia la derecha. Algo parecido está ocurriendo con la política de la memoria en Chile. La reacción contra el nombramiento de Rojas y, sobre todo, la sensibilidad presidencial a esta reacción manifiestan el arraigo de la política que representa el MMDH. Lo ocurrido nos señala que volver atrás en este plano ya dejó de ser una alternativa factible. La Moneda reculó, al calcular que el costo iba a ser demasiado grande, dejando así de manifiesto que a pesar de las preferencias de su sector en esta materia, atacar frontalmente el MMDH ha dejado de ser viable. Los adversarios de la política de memoria oficial en Chile tendrán que trabajar dentro de los márgenes establecidos anteriormente.

Esta reducción de las opciones no responde a ningún milagro, sino al revuelo que generó el nombramiento, la articulación inmediata de protestas y el temor a que estas se ampliaran. Será necesario mantener la misma vigilancia a futuro, y estar atento a otras formas, más solapadas, de intentar revisar la memoria que el MMDH, junto con otras iniciativas públicas y de la sociedad civil, contribuye a sostener. Por ahora, solo queda agradecer a Mauricio Rojas y a quienes tuvieron la brillante idea de nombrarlo y luego dejarlo caer, por el aporte que hicieron a la consolidación de una política saludable para la democracia.

Antoine Maillet