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Opinión

Poesía y Política: El triunfo doloroso

Por: Marcelo Mellado | Publicado: 28.08.2018
Poesía y Política: El triunfo doloroso | Foto: Agencia Uno
Por algo Platón quería expulsarlos de la república, los poetas se las traen, están tan alejados de la realidad que pueden analizarla con distancia y no los nubla la cercanía. Y nada menos que el vate Zurita fue el que dirigió la máquina política, aliado con los medios, claro, que terminó con un ministro y que amenaza la continuidad de otro. La maniobra, entonces, vino del campo poético y no del político, como nunca antes la política pasa por la cultura. Démonos con una piedra en el pecho.

Es interesante e importante, culturalmente, analizar las operaciones políticas que hicieron caer al ministro de cultura y que tienen al ministro de RR.EE. en la cuerda floja. Yo, como obrero del lápiz, también desprecio profundamente lo que representan Ampuero y Rojas en el campo político-cultural, no por el epíteto de conversos que asumen patéticamente, sino por la cerditud (disculpar neologismo) que representan este tipo de sujetos, en su relación con el poder, cuya impostura intelectual los pone en un lugar de servidumbre. Muchos de los que pertenecemos a la izquierda, que hoy es apenas un rasgo subcultural conservador o no, dialogamos con el liberalismo, pero otra cosa es legitimar crímenes de Estado.

Estos chulos aspiracionales, en el fondo, querían hacer lo mismo que aquel ex militante que degolló a sus ex compañeros para demostrar fidelidad a su nuevo amo, porque este tipo de operadores de sí mismos ve la política como un protocolo de fidelidad a un líder o a un orden por él representado, no más que eso.

El protagonismo de la cultura en la definición de temas políticos duros hace que  nuestra pega mejore sus estándares escénicos, nunca como antes poetas y artistas (siempre con el predominio de los actores) aparecen en la primera línea del acontecimiento político.

La imagen de Alejandro Goic, el actor, rechazando por fobia estratégica el contacto con Patricia Maldonado en un matinal de la tele abierta, por ejemplo, es parte de una cadena de episodios mediáticos previos a la irrupción del tópico de la memoria que tendría como momento pick la caída del ministro de cultura recién nombrado. Pero también está la caída en picada del masculinismo clásico, con el “cara de hombre” de Villegas, como la cabeza rodante con mayor deseo odioso.

Digámoslo sin pudor, la izquierda chilensis ganó dos batallas, por un lado obligó al gobierno a reorientar sus políticas en relación con los DDHH y a los aspectos simbólicos que están en juego en ese flanco, lo que generaría un consenso republicano o de comunidad, al surgir una zona sagrada o un área de conservación o protegida. Y por otro lado, también habría triunfado tácticamente nuestro sector, con la irrupción del tema de género, que se instaló con solidez en el escenario político. La economía, eso sí, que quede claro, le pertenece a los de siempre, porque está dentro de los registros de la extorsión burguesa por mantener el status quo correspondiente.

La poesía es un arma cargada…

Por algo Platón quería expulsarlos de la república, los poetas se las traen, están tan alejados de la realidad que pueden analizarla con distancia y no los nubla la cercanía. Y nada menos que el vate Zurita fue el que dirigió la máquina política, aliado con los medios, claro, que terminó con un ministro y que amenaza la continuidad de otro. La maniobra, entonces, vino del campo poético y no del político, como nunca antes la política pasa por la cultura. Démonos con una piedra en el pecho.

En lo personal odio la política y la poesía también, porque son dos prácticas megalómanas y omnipotentes muy dañinas para la convivencia comunitaria (y que tienden a cruzarse), por las patologías y delirios con la cosa pública, pero, por otro lado, son una dimensión necesaria, antropológicamente hablando. Pero hay que ser justos, o intentar serlo, Zurita hace lo que le corresponde, se mete en la disputa de la memoria, porque está en la esencia de su trabajo. El clásico enunciado “Canta oh musa la gloria del pélida Aquiles…” de la épica griega, que apela a Mnemosine, diosa de la memoria, es la mediación matricial para ejercer el canto, la poesía, en suma. La pega poética por excelencia es el cuidado y la recuperación de la memoria dolorosa.

La administración de la memoria es, por cierto, un objeto en disputa. El sentido común de izquierda la hace suya porque es la capitalización de nuestra derrota estratégica. Ya no hay socialismo en nuestro horizonte de posibilidades, sólo buenas políticas públicas en un contexto de democracias representativas. La pregunta es: ¿seremos capaces de honrar a nuestros muertos más allá de la manipulación política y modelar alternativas viables de gobernabilidad?

La respuesta no la sé ni me la imagino, por eso es que volví a hacer clases en el liceo, ahora soy profe en Quilpué y cada día entiendo menos de educación (y de política). Lo que sí me tiene más alerta, sobre todo en términos analíticos, es Netfflix. Ese modelo de ficción es lo único que me hace entender, un poco, lo que es la modernidad.

Marcelo Mellado