Avisos Legales
Opinión

Dejar morir: Ventanas y Quintero como el patio de atrás

Por: José Fernández de Rota | Publicado: 05.09.2018
Dejar morir: Ventanas y Quintero como el patio de atrás Quintero | / Agencia Uno
Cuando ya no es muy bien visto electrocutar, degollar y tirar cuerpos al mar, el dejar morir o el debilitamiento de las voluntades aparecen como estrategias más efectivas de control social. El desarrollo de las democracias liberales también supone ciertos sacrificios.

Es agosto del año 2018. Las actividades en las escuelas de Puchuncaví y Quintero fueron suspendidas producto de la Alerta Amarilla decretada en la zona. Y el mismo día que se bajó, más de 60 niños y niñas volvieron a sufrir síntomas de intoxicación. Las autoridades dicen estar intentando afanosamente detectar las fuentes contaminantes para tomar las medidas correspondientes. Presidente, ministros e intendentes de rostro compungido visitan la zona y aseguran que esta situación “no volverá a repetirse”, que “ya es suficiente”.

Las empresas no aparecen, o si aparecen lo hacen para plantear puntos no exentos de humor: “en realidad este polvo que ustedes ven es polen”, o “cumplimos la normativa”. Ante tanta tensión se agradece algo de ligereza.

Al evento aislado de este año se le suman unos cuantos; el “peak de azufre” que dejó intoxicados a niños, niñas, profesores y apoderados de la Escuela de La Greda el 2011, o los derrames de miles de litros de crudo en el mar durante los años 2014, 2015 y 2016. Solamente por nombrar el último decenio. Los eventos aislados aparecen para urdir una trama que, entre puntos, queda soslayada, escondida y olvidada.

Y esta es una trama de larga data. A fines de la década de los 50 se comenzó a discutir la instalación de un proyecto de fundición y refinería en el país. Los informes indicaban que Las Ventanas era el sitio idóneo para esa instalación. Las obras comenzaron en enero de 1960 y la fundición entró en actividad en el año 62. Si bien los debates sobre las posibles consecuencias contaminantes de la industria estuvieron presentes desde un comienzo, recién en la década de los 70 se comienzan a visibilizar de manera más evidente los efectos nocivos que los distintos tóxicos estaban teniendo para la fauna y la población del sector. A fines de los 70 un grupo de agricultores realizó una millonaria demanda a ENAMI exigiendo la paralización de la actividad industrial. La resolución de la Corte de Apelaciones de Valparaíso rechazó esta demanda. Se empezaba a fraguar una historia de frustraciones y negativas sistemáticas.

El desarrollo industrial continuó su cauce; el año 2010 (durante el primer gobierno de la presidenta Bachelet), por ejemplo, comenzó a funcionar una nueva termoeléctrica (Campiche) aprobada por la COREMA de la región, luego de un tiempo de paralización del proyecto producto de las demandas de la comunidad.

Ventanas y Quintero tienen la suerte de aparecer en la prensa cada cierto tiempo. Después de un rato de efervescencia mediática vuelven a su lugar de rezago. De todas formas, quizás es mejor así; duele ver que en tu país están envenenando y dejando morir a niños, niñas y adultos mayores todos los días. No es necesaria tanta crueldad. Además, ¿qué son un par de vidas sacrificadas en el horizonte promisorio y a largo plazo del desarrollo?

La violación sistemática a los derechos humanos a la que ha estado expuesta esta población tiene un carácter especial, se ejerce de manera transparente, sin estridencia. Las consecuencias de los metales pesados se anclan en la profundidad de los cuerpos y se adquieren a través de actividades tan cotidianas como la respiración o la alimentación. El arsénico, el cadmio o el plomo “no se ven”.

Aquí también hay exilio, por ejemplo. Familias que han tenido que separarse producto de pescadores que deben ir a buscar nuevos horizontes laborales a otras regiones. En este mar otrora fecundo ya no queda nada. Aquí hay historias que nadie ha querido contar, y hay una secuencia continua de “pequeños horrores” que parecen no merecer un lugar en la Historia. Vidas mínimas, fomes, poco seductoras para ser narradas.

El ejercicio de las violencias lentas (aquellas que se ejercen de manera silenciosa y que tienen consecuencias desfasadas en el tiempo) nos interpela a todos como sociedad. Periodistas, autoridades políticas y académicos hemos preferido no mirar el patio de atrás. No vaya a ser que cuando nos asomemos nos demos cuenta de que el cristal del castillo era solo un revestimiento, y que lo que está detrás es una casucha frágil, construida sobre material particulado y cuerpos verdes atiborrados de arsénico.

José Fernández de Rota