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Bordar nuevas masculinidades, una crónica a un taller de bordado para hombres

Por: Camilo Pinto | Publicado: 22.09.2018
Bordar nuevas masculinidades, una crónica a un taller de bordado para hombres _MG_2864 |
En la sala Run Run del Museo Violeta Parra, 14 hombres con hilos y agujas pasan de silencios tímidos a risas cómplices. El taller de bordado para hombres busca cuestionar la heteronormatividad y los estereotipos de género a través de este arte textil. Esta es la crónica de un encuentro de hombres que aprenden de un oficio históricamente ligado a la mujer.

Sábado por la mañana. Los primeros atisbos de sol y primavera se ven opacados por las nubes que cubren Santiago. En Vicuña Mackenna a pasos de la Alameda se encuentra el Museo Violeta Parra, un centro cultural inaugurado en el año 2015 que busca conservar y promover la obra de la artista chilena. Este museo quiere, a través de sus talleres, promover el desarrollo educativo y creativo de sus asistentes, y así preservar el legado de Violeta Parra.

-Hola, ¿el taller de bordado para hombres?

-Al final del pasillo está el profesor con los alumnos.

El 2018 ha sido un año de emergencia feminista. El debate sobre derechos fundamentales de la mujer se instaló en la agenda pública provocando un cuestionamiento del sistema patriarcal y sus formas de reproducción. El rol del hombre y la mujer entraron en disputa, y cientos de miles de mujeres exigieron el fin a la violencia de género. En ese sentido, se ha vuelto un imperativo para el género masculino la deconstrucción y la configuración de nuevas masculinidades, alejadas de la violencia y los estereotipos de género.

El taller de introducción al bordado artístico para hombres realizado por el museo Violeta Parra y dictado por el bordador nacional Carlo Mosso, viene a ser un aporte en esta lucha feminista. Desde esta técnica artística, el taller convoca a hombres para que cuestionen los roles y estereotipos de género, exploren sus sensibilidades y aprendan un oficio con una historia ligada a las mujeres.

En la sala Run Run se encuentran 14 hombres de distintas edades y profesiones desconocidos entre todos. Desde un joven estudiante de Filosofía a un adulto mayor que por las noches recorre la ciudad trabajando de Uber. Sus miradas tímidas se contrastan con los colores de los artefactos que adornan la sala. Sentados, y cada uno con una bolsa de materiales al frente suyo, esperan la introducción del profesor. Nuevamente, la alegría y entusiasmo del profesor contrasta con las escuetas palabras de presentación de los alumnos.

El arte del bordado permite comunicar emociones y sensibilidades. En algún momento fue utilizado como lenguaje secreto entre mujeres. El bordado permite la compañía y el compartir experiencias. Mientras los hilos y agujas de estos hombres comienzan a ribetear los bastidores, las experiencias, emociones y sensibilidades en común comienzan a aflorar en el taller.

Aún no lo saben, pero la mayoría de ellos pertenece a la diversidad sexual. De ellos, más de la mitad han sufrido discriminación por su orientación sexual. Conocen bien lo que es el patriarcado y el machismo, y se enfrentan a los roles y estereotipos de género en su vida cotidiana. A algunos los motivó participar de este taller por ser un espacio en disputa a la heteronorma, a otros solo los intrigó la posibilidad de aprender el oficio del bordado.

«Este taller nace para deconstruir la heteronormatividad. Busca romper los patrones de género que existen al permitir que hombres puedan realizar un oficio que históricamente está ligado a las mujeres», señala el bordador y profesor del taller, Carlo Mosso. Carlo (37) aprendió autodidácticamente este oficio mientras pasaba sus tiempos libres en su trabajo hace unos años atrás. El bordado le ha permitido expresar sus emociones y su creatividad artística, además de ser parte de su trabajo como diseñador independiente con su marca Taller Esperanto.

«Al hombre siempre se le ha inculcado que no debe expresar sus emociones, que no debe ser sensible. La sociedad nos obliga a reprimirnos», agrega al complementar cómo este oficio también ayuda a canalizar la expresión de las emociones de los hombres que tanto les cuesta demostrar.

A medida que avanzan los bordados, la confianza y la expresión de estos hombres comienza a manifestarse en los motivos y colores de los diseños que realizan. Todo parte desde un corazón que envuelve las ideas de cada uno de los alumnos, y líneas, flores, ojos, aves, araucarias y más corazones completan las imágenes de las emociones de estos noveles bordadores.

El comunicar sus emociones a través del bordado les permite comunicarse consigo mismos y con los demás. De palabras tímidas pasan a risas cómplices y conversaciones profundas sobre patriarcado o sus propias familias. A pesar de ser un tema a veces díficil, no fue un problema conversar sobre política y derechos humanos. Sin dejar de lado los viajes que han hecho o las excentricidades de vecinos o personas con las que han vivido. La sala donde bordan se convierte en un espacio de confianza y libertad donde sábado a sábado comparten con sus compañeros de bordado.

Entre todos comparten que el bordado sirve para comunicar emociones y sensibilidades sin la necesidad de la palabra y que este taller ha sido una gran herramienta para romper paradigmas asociados a los estereotipos de género. Para Marcos (35) el «bordar o tejer es comunicar», y siente que al hacerlo le está diciendo al mundo lo que es. «Es como salir del clóset. A los hombres se nos enseña a no hablar tanto, a mentir, a ser más contenidos, a tener una visión de nosotros mismos como gobernados, que siempre hay que ser fuerte y bordar es comunicar que somos sensibles, que estamos dispuestos a elegir un color y contra una historia», agrega.

Janis (22) señala que el ser homosexuales les entrega otra sensibilidad respecto a los roles de género porque «hemos sufrido también la discriminación, a parte, el hecho de ser gay ya cuestiona la norma y uno aprendió desde chico, que las normas son muy arbitrarias. Los hombres heterosexuales se cuestionan muy poco las normas».

Juan Pablo (46) confiesa que el bordado le ha servido para cuestionarse el incesante ritmo de vida que la sociedad nos impone y así estar más tranquilo y relajado. «El bordar tiene que poco de meditación, sirve para calmarte, sentarte y tranquilizarte. Eso tiene mucho que ver con la masculinidad, eso de ser agresivo, de estar siempre alerta o activo, se revierte al trabajar con el hilo y la aguja», señala.

Con la aguja y el hilo recorro la tela para encontrar el lugar idóneo para la punzada. Con suavidad cada hebra de color comienza a trazar las imágenes que me evocan la confianza y el refugio que genera un espacio que cuestiona el machismo y la heteronormatividad que nos rodea. Busco su lugar de salida y con tranquilidad vuelvo a empezar. El error permite cuestionarse y comenzar nuevamente para que el punto esté acorde con el bordado. Antes de cerrar la hilvanda curzó el hilo y la cadeneta queda lista. Es mucho lo que se aprende con una aguja y un hilo.

 

 

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