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Esperando por una cama para internarse en el sistema público: Así fueron las últimas horas de Ana González

Por: Vanessa Vargas Rojas | Publicado: 29.10.2018
Esperando por una cama para internarse en el sistema público: Así fueron las últimas horas de Ana González A_UNO_349300_065ee |
La familia de Ana González pasó las 48 horas previas a su muerte intentando internarla en un recinto hospitalario. La histórica defensora de los derechos humanos estuvo dos jornadas esperando al interior de una ambulancia por su hospitalización. «El sistema de salud de nuestro país funciona mal, no porque sea la abuela: ningún anciano o persona debería llegar a esa situación», señaló su nieta.

Durante la mañana del viernes pasado se confirmó el fallecimiento de Ana González de Recabarren, histórica fundadora de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, a los 93 años.

En medio del dolor por su pérdida, una de las nietas de la dirigenta, Lorena Díaz, cuestionó por redes sociales las carencias de la salud pública en la vejez, después de más de 48 horas intentando encontrar una cama para internarla.

Los problemas de salud comenzaron el martes en la noche: González sufría heridas y escaras por el largo tiempo que pasó en cama. Durante el miércoles su hija Patricia la llevó a primera hora al Hospital Barros Lucos, donde le informaron que no había camas disponibles.

Desde las 10 AM hasta cerca de las 10 de la noche del martes pasado, Ana González permaneció «internada» en una camilla, al interior de una ambulancia. 

«Fueron horas larguísimas», reconoce Lorena, quien añade que cuando Patricia, su hija, advirtió que no se desocuparía una cama optó por llevarse a González a su casa otra vez. Al otro día, su médico de cabecera, Miguel Puccio -ex director del Hospital San José- le dijo que debían intentar buscar una cama para hospitalizarla en el recinto.

La mujer de 93 años fue trasladada en una ambulancia particular hasta el recinto médico ubicado en la comuna de Independencia, porque no había ambulancias disponibles. Al llegar, se percataron que tampoco había camas para internarla, por lo que debió esperar nuevamente en una urgencias, al interior de una ambulancia. Nuevamente, la espera se postergó por todo la jornada del jueves 25 de octubre y recién hubo un cupo en el Hospital San José cerca de las 10 de la noche.

Esa noche quedó hospitalizada y sus signos vitales estaban funcionando bien. Su hija Patricia la acompañó hasta tarde, pero al otro día, cerca de las 9.30 AM, le informaron que Ana había muerto.

«En general siempre fue muy buena la atención que recibió la abuela, ella se atendía con el doctor Miguel Puccio cuando él estaba como director del San José, entonces tenía todas las regalías para atenderse. Luego él siguió siendo su doctor de cabecera, pero sin él como director se notó mucho el cambio», reconoció Lorena.

Su nieta cree que esta situación refleja lo indigno que es el acceso a salud en Chile para las y los viejos: «El sistema de salud de nuestro país funciona mal, no porque sea la abuela: ningún anciano o persona debería llegar a esa situación. Me llegaron muchos comentarios de gente que me contaba que vivió cosas similares con su familia», añadió Díaz, quien resume que fueron dos días enteros intentando: «Indignante, demasiado», se descarga.

«Cuando los viejos están así, absolutamente indefensos, es cuando más se agradece un cariño, una palabra, algo de humanidad, pero no, en este caso no hubo nada de eso», sentenció.

La nieta de González añadió que el que «los viejos se mueran en una camilla o porque no pueden tener atención es desgarrador». A la vez, cuestionó la falta de reparación integral del Estado hacia las víctimas de la dictadura.

«Muchas veces se malentiende y la derecha critica como si fuera algo solo ligado a indemnización económica, pero no se entiende el daño hecho a los que crecimos sin papás: si nuestros padres estuvieran vivos habrían podido proveer. Se pide la política integral de un Estado que se hace responsable de la necesidad de crear un ambiente para que estas cosas no vuelvan a ocurrir. Es hacerse cargo, no decirlo no más. Es hacer memoria, asegurar que quienes dieron su vida por eso puedan tener acceso a salud, porque es como lo mínimo», recalcó.

Pola Ramírez y Ana González en su último cumpleaños juntas. (Foto: Lorena Díaz).

La historia de la nieta «adoptada» por Ana González

Lorena Díaz tenía dos años cuando su mamá, Apolonia Ramírez, conoció a Ana González mientras intentaba interponer un recurso de amparo por su esposo detenido desaparecido, Lenin Díaz, dirigente del Partido Comunista.

La desesperación de Pola conmovió a la que más tarde sería una de las fundadoras de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y dio paso a un vínculo eterno.

«La vio con una guagua en brazos, perdida, sin cachar nada. Ella ya había empezado los trámites por el choclón de su familia y decidió acoger a mi mamá», cuenta Lorena. Desde entonces nunca más se separaron: Apolonia y Ana comenzaron un caminar juntar, cobijándose mutuamente en medio del dolor y la injusticia.

De manera natural, Lorena fue criada como su nieta: «Desde que tengo consciencia mi abuela estaba ahí», recalca. González nunca hizo ninguna diferencia entre ella y sus nietas de sangre y tampoco su familia: «Fueron tan generosos de acoger a la Pola como si fuera una hija más y a mí como si fuera una nieta más», reconoce.

Incluso en su despedida, realizada ayer en el Cementerio Católico, Lorena fue mencionada por las nietas de la histórica dirigenta como una más. «Dijeron que no somos tres, somos cuatro. Y eso a mí me llena de orgullo porque para mí son familia, lo han sido siempre. Hay gente que no entiende que por cosas así se supera con creces el vínculo de sangre».

«Mi abuela fue la que me compraba el uniforme, cuando caía presa alguna, yo me quedaba con la otra», recuerda Díaz. El año pasado ambas celebraron un último cumpleaños juntas, porque su madre Pola murió hace poco menos de un año. Lorena recuerda que cuando falleció su madre, Ana le dijo que ambas tenían un pacto y que ella iba a partir pronto.

«Me dijo que se habían prometido que, cuando una partiera, antes de un año, la otra la iba a venir a buscar. Y así fue», cerró emocionada.

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