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Acción Mutante: Resistencias desde la Disidencia Funcional

Por: José Reyes Contreras | Publicado: 24.12.2018
Acción Mutante: Resistencias desde la Disidencia Funcional mutante |
Somos las anormales, los cojos mal portados, las ciegas que andan aguja, las personas sordas cansadas de la dictadura del audismo. Somos quienes ya no aguantan las múltiples discriminaciones con caretas de falsa preocupación, con su misericordia del desentendimiento que da asco. Ya no nos queda bien su cuidado opresivo que pone a su tontísima filantropía policiáca por sobre nuestras decisiones; por sobre nuestro dolor físico y emocional; por sobre nuestra historia que hace eco en quienes nos rodean de cerca y con quienes llevamos dentro; con odio o con amor.

Esta es una de nuestras primeras presencias como Acción Mutante: Disidencia Funcional. Somos un grupo de fuerzas que brota desde lo diverso de ser personas en situación de discapacidad, situación que reivindicamos como una potencia en lo político para enrostrar a través de acciones lo mal que funcionan las bases de estas estructuras deplorables que han hecho olvidar el buen trato y la delicadeza de las relaciones.

Somos las anormales, los cojos mal portados, las ciegas que andan aguja, las personas sordas cansadas de la dictadura del audismo. Somos quienes ya no aguantan las múltiples discriminaciones con caretas de falsa preocupación, con su misericordia del desentendimiento que da asco. Ya no nos queda bien su cuidado opresivo que pone a su tontísima filantropía policiáca por sobre nuestras decisiones; por sobre nuestro dolor  físico y emocional; por sobre nuestra historia que hace eco en quienes nos rodean de cerca y con quienes llevamos dentro; con odio o con amor.

Ya no queremos más esa anulación adherida por las lógicas de la burguesía caritativa. Acción Mutante va por la transmutación de estas condiciones de existencia. Esa existencia que ha permitido que se nos llame inválidas e inválidos y se nos sobreproteja; es la misma existencia que nos apunta con el dedo o la mirada cuando no cumplimos completamente con el estereotipo de discapacitadas y discapacitados, en donde sus buenas intenciones no hacen más que aumentar la temperatura de la vulnerabilidad, la que, estamos claras y claros, habita no solo el espacio de las personas en situación de discapacidad. Por lo mismo, nuestra propuesta anti capitalista es interseccional. Nuestras redes están hambrientas de conectar con otras. Las vulneraciones de un sistema patriarcal que nos daña nos ha enseñado que no es lo mismo ser un hombre en situación de discapacidad que una mujer discapacitada; lo mismo con el adultocentrismo: habitar la infancia desde la situación de discapacidad no es igual a que un adulto lo haga. Tampoco es lo mismo con los ancianos y ancianas, ni tampoco lo es una persona negra en situación de discapacidad. Como personas disidentes funcionales también hemos aprendido a ir reconociendo nuestros espacios de privilegio para cada cual. No somos tan inocentes como nos imaginan. No olvidamos tampoco el juego sucio de la discapacidad que produce pobreza y la pobreza que también produce discapacidad, sabemos que no les servimos y eso nos calienta: la discapacidad también está en la lucha de clases.

Queremos entremezclar rabias y amores para diluir cansancios y angustias. La vulnerabilidad en el Wallmapu y el asesinato de Camilo Catrillanca vienen de la misma fuente opresora de la que muchas personas somos víctimas activas. De la misma forma, esta fuente a lo largo del país ha permitido el perdurar de zonas y personas de sacrificio rindiendo culto al dinero en desmedro del metabolismo de la vida. Es primordial que las zonas de sacrificio muten en zonas de resistencias; de la misma forma en cómo nos entendemos con nuestros cuerpos discapacitados y cómo a través de esas fisuras que son fragilidad aprendemos a trastocar lo que dicen que somos.  Se hace imperante acabar con las lógicas capitalistas que entremezclan nuestras técnicas con la mercancía y cambian posibilidades por opciones de manera muy sutil para seguir con esta guerra que ocupa todos los espacios, esa guerra que creemos invisible pero que ya no lo será más. Ya se nos ha aburrido por mucho tiempo. Nos cansamos de vivir al borde del abismo constante en una precariedad totalizada, y nosotr@s, las personas en situación de discapacidad – “las pobrecitas”, “los angelitos de dios”, «las guerreras de la vida»- no nos quedaremos en la inercia infértil.
Lo gritaremos hasta en lengua de señas, iremos dando palos de ciego, cojeando a paso débil y furioso.

Porque el único discapacitado acá es este imperio planetario

y tenemos que ayudarlo a morir.

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