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Opinión

Cuando el río suena: De una trabajadora como tantas a su jefe

Por: Romina Cerda Allende | Publicado: 25.12.2018
Cuando el río suena: De una trabajadora como tantas a su jefe profesora | Foto: Agencia Uno
Sí, dire. Lo sé todo. Ya supe que me van a echar y mi despido es un hecho, solo falta que me lo confirmen. ¿Me dice que usted no es quien decide eso, sino la dueña del establecimiento? Claro que lo entiendo, pero incluso así, esto ya se sabe. No hace falta que se excuse, porque tal como una vez dijo, usted aquí “pesa menos que un paquete de cabritas”. No lo digo yo ni mis colegas, fueron palabras suyas, ¿las recuerda? De todas formas, es un paquete de cabritas buena onda, que conmigo supo mantener un vínculo laboral tranquilo durante este año que estuve aquí, sin caer en las desautorizaciones ni en acciones déspotas. Al final, es una marioneta más, tal como yo y el resto de mis colegas.

No es necesario que lo niegue, yo ya estoy enterada. Lo sé todo. ¿Acaso usted no? Si le pedí que viniéramos a conversar al patio es porque los dos sabemos que adentro las paredes tienen oídos y, precisamente, por eso también le pedí que habláramos. No puedo hacer como que no pasa nada, porque del diccionario de mi vida hay una palabra que nunca incluí, que nunca acepté: disimular. Tanta gente que nos miente hoy en día, yo no quiero ser parte de ese verbo ni menos conjugarlo. Usted sabe de lo que hablo, no hace falta que me mire con esa cara de perrito mojado. ¿Cómo lo supe? De una fuente que dudo que esté equivocada, tal como ese refrán que dice: “Cuando el río suena es porque piedras trae”. Ojalá fueran rumores, habladurías de la señora que de pasillo en pasillo no encuentra nada mejor que hacer circular chismes porque se ve que su vida es una soberana lata, pero a estas alturas ya no voy a compadecerme de ese tipo de “gente”.

Sí, dire. Lo sé todo. Ya supe que me van a echar y mi despido es un hecho, solo falta que me lo confirmen. ¿Me dice que usted no es quien decide eso, sino la dueña del establecimiento? Claro que lo entiendo, pero incluso así, esto ya se sabe. No hace falta que se excuse, porque tal como una vez dijo, usted aquí “pesa menos que un paquete de cabritas”. No lo digo yo ni mis colegas, fueron palabras suyas, ¿las recuerda? De todas formas, es un paquete de cabritas buena onda, que conmigo supo mantener un vínculo laboral tranquilo durante este año que estuve aquí, sin caer en las desautorizaciones ni en acciones déspotas. Al final, es una marioneta más, tal como yo y el resto de mis colegas. O, ya que estamos en Navidad, podríamos ponernos a tono y decir que en lugar de marionetas somos como esos duendes mágicos que la gente anda buscando enloquecida en el comercio. ¿En qué nos parecemos a ellos? A nosotros también nos pusieron un precio, pero yo no creo que la gente se distinga por su precio, sino por su valor y yo aprendí que valgo mucho, lo suficiente como para no querer exponerme más.

¿Qué me está preguntando? ¿Usted cree que voy a ir a ese paseo de fin de año, ese que está programado para el próximo viernes 28 de diciembre? No, director, yo no me voy a prestar para ese espectáculo. ¿Para qué? ¿Para que ese parcito de cahuineras disfrute presenciando el momento en que me digan que ya no seguiré trabajando aquí? No voy a ser parte de ese show. Sí, usted sabe a quienes me refiero. ¿Lo ve? Aunque usted sea el director y yo una de las profes de acá, opinamos lo mismo y nos sentimos igual de basureados. No es necesario que se haga el desentendido (no digo otra expresión, porque me cae bien igual) Se nota que es cierto lo que me contó una vez: usted también se dedica a la escritura igual que yo, pero como actor le falta práctica.

¿Sabe? Yo ahora estoy con la actitud y la mirada de quien ya no pierde nada, pero sí lo lamento por las estudiantes del que fue su curso de jefatura este año. Ese grupo de chiquillas y señoras que con ilusión y una fuerza admirable luchan por sacar su Educación Media. Ellas querían que el próximo año yo las acompañara en su licenciatura, pero entiendo que no será así y ya no depende de mí. Solo espero que cuando en marzo del 2019 pregunten qué pasó, quien corresponda tenga el respeto y dignidad de decirles la verdad, a diferencia de lo que pasó este año. ¿No supo esa, diré? Cuando empezaron las clases en marzo, una estudiante le preguntó a la secretaria por qué ya no estaba el otro profe de Lenguaje. Le contestó que “pasa que los profesores, a veces, deciden tomar otros rumbos…” y qué sé yo. Por favor, no quiero que digan lo mismo de mí. Siempre quise trabajar en un colegio de adultos, era uno de mis sueños de profe y lo logré, pero hasta entonces no sabía por qué yo estaba ocupando el lugar de un colega querido en ese ambiente y destacado en su quehacer. Él no tomó otro rumbo porque quiso, sino por antojo de los poderes de arriba, porque se les puso entre ceja y ceja a los peces gordos, tal como me pasa a mí ahora. Porque nunca me presté para sus mierdas, sus chismes ni para ser cómplice de sus comentarios de pasillo. No me arrepiento de mi forma de ser ni de actuar. No me arrepiento de haberles pedido a mis dos nuevas amigas que impidieran que me celebraran el cumpleaños en el trabajo. No hubiese soportado tanta hipocresía junta cantándome ni diciendo palabras lindas que no sienten, menos en un grupo tan reducido donde no es tan fácil escabullirse de la “convivencia”. Tampoco me arrepentiría jamás de no haber cumplido con esa tradición de mierda de la “pagada de piso” (Los más crédulos dirán que por eso la suerte no me acompañó) Y no es que yo sea una persona engreída o algo así, pero me basta con tener un trato cordial con quienes son parte de mi trabajo. Soy sumamente estructurada, introvertida y, como si fuera poco, agorafóbica en tratamiento. Me basta y me sobra con hacer bien mi trabajo y sé que lo logré. Lo sé porque es lo que me transmitieron mis estudiantes con su gratitud y su motivación. Me llevo eso para el camino que viene junto a un gran aprendizaje. Gracias por la oportunidad, por confiar en mí y por su recomendación, diré. Tal como le dije antes, no importa que tengamos cargos distintos, porque al final estamos en las mismas y las cartas están tiradas.

Fin de la historia:

El pasado lunes, el director nos reunió en la sala de profes para contarnos que todos fuimos despedidos, a excepción del típico chupamedias infaltable en todos los grupos de trabajo. Entonces, le dije al director: “Ahora, oficialmente soy profe cesante y escritora 24/7. A diferencia de mis compañeros, me voy con lo puesto, sin finiquito. Creo que no me queda más que convertirme en best seller con mi nueva novela que está a punto de publicarse.” Me sonrió, ya no como un jefe, sino como uno más de nosotros. No hizo falta esperar hasta el 28. La olla a presión no dio más, el telón se cayó antes de tiempo y, de verdad, aunque suene insólito, lo agradezco.

Romina Cerda Allende