Avisos Legales
Nacional

Caso Sodalicio: ¿Cómo captan vocaciones las monjas rockeras más exitosas de Latinoamérica?

Por: Camila Bustamante | Publicado: 22.01.2019
Caso Sodalicio: ¿Cómo captan vocaciones las monjas rockeras más exitosas de Latinoamérica? WhatsApp Image 2019-01-22 at 22.09.09 (2) |
Del 22 al 27 de enero se realizará en Panamá la Jornada Mundial de la Juventud, instancia que reunirá a miles de católicos de todas partes del mundo con el Papa Francisco. Dentro de los shows esperados para estos días, destacan los conciertos de un grupo de monjas llamado “Siervas”, que por su estilo juvenil se han convertido en todo un éxito. Pero, ¿quiénes son estas monjas y cómo suman jóvenes a sus filas? Este es el testimonio de una mujer que dice haber perdido a su hermana en esta comunidad, donde la manipulación psicológica y los abusos de poder y de consciencia son pan de cada día.

“Siervas” es el nombre de la banda de rock de monjas católicas que ha llamado la atención en medios internacionales como CNN, The Daily Mail y BBC. Con hábito y todo, han viajado a varios países con sus conciertos, incluso han tocado para el Papa Francisco en más de una ocasión. Su estilo juvenil y revolucionario, en cuanto a que tocan batería y guitarra eléctrica, ha generado una ola de más de 35 mil seguidores en Spotify, 447 mil reproducciones y 28 mil horas escuchadas en 62 países. Sin embargo, son muchas las jóvenes y sus familias, que acusan a la institución de maltratos psicológicos y manipulación vocacional en su paso por ella.

Las Siervas del Plan de Dios (SPD) son una comunidad de religiosas fundada el 15 de agosto de 1998 en Perú por Luis Fernando Figari, el mismo fundador del Sodalicio de Vida Cristiana (Sodalitium Christianae Vítae, SCV), y quien hoy está acusado de abusos sexuales y psicológicos contra miembros y ex miembros de la comunidad. El SCV, es la organización controladora de la Universidad Gabriela Mistral y el Colegio Saint Joseph School en Huechuraba. A esta institución católica pertenecen estas monjas, que son una de sus dos ramas femeninas.

“Siervas” es uno de los proyectos de estas monjas, que buscan hablar de su vocación y captar jóvenes a través de la música. Debido a su estilo, han sido entrevistadas en varios programas latinoamericanos y hoy son una de las invitadas de honor a los espectáculos que se realizarán en Panamá, en el contexto de la Jornada Mundial de la Juventud, que contará con la presencia del Papa Francisco. Son cinco los conciertos que esta religiosas darán entre el 22 y 27 de enero en ese país, siendo dos de ellos en jornadas vocacionales y uno, en la actividad más importante de estos días, que es la vigilia del Pontífice con los jóvenes en el Campus San Juan Pablo II en Metro Park, donde se esperan a más de 700 mil personas. Pero estas monjas que brillan en lo musical, guardan testimonios de jóvenes que han sufrido de maltrato psicológico, abuso de poder y manipulación de consciencia en su paso por la institución.

Las monjas sodalicias- como se les suele decir por su vínculo con la institución masculina- llegaron a Chile en 2002 a trabajar con ancianos en uno de los hogares de la Fundación Las Rosas, donde tienen una comunidad. Rápidamente se sumaron a las labores del SCV en Maipú y comenzaron a trabajar en colegios para luego, abrir una casa en Lo Barnechea y hace algunos años, una tercera en Maipú. Junto con las actividades solidarias realizan un trabajo vocacional que tiene varios críticos dentro y fuera del Sodalicio, por repetir técnicas de la rama masculina para captar a jóvenes a corta edad.

Teresa López, quien prefiere mantener su verdadero nombre en reserva, conoció a las SPD hace más de diez años, cuando tenía 16 y era alumna del colegio “Nuestra Señora de Loreto” en Santiago. Entusiasmada con un congreso católico que reuniría a los secundarios de los establecimientos más exclusivos del sector, se inscribió para participar en la actividad. En el listado también incluyó a su hermana. “Hasta el día de hoy me arrepiento”, comenta.

El arrepentimiento de Teresa radica en que, luego de este primer encuentro y de comenzar una rápida amistad con las religiosas, su hermana tuvo un cambio de comportamiento y vivió casi a escondidas un proceso de “discernimiento vocacional” para descubrir si “Dios la llamaba a vivir como monja”. Este tiempo culminó con un viaje a Perú, en donde con otras postulantes vivió unas semanas en la casa de formación de las religiosas. Los padres no tenían idea de los detalles de este proceso, ni menos de que la joven podría decidir no volver a su país tras este viaje.

“Cuando mi hermana estuvo en Perú no se comunicó con nadie, excepto un día que recuerdo perfectamente. Eran como las cinco de la tarde, me iba a poner a estudiar para una prueba pero mi celular sonó y contesté. Era Paz- su hermana- y le pregunté cómo estaba y cuándo volvía a Chile. Ella me dijo: es que por eso te llamo, porque me voy a quedar a vivir en Perú, soy sierva. Yo le corté y me puse a llorar la tarde entera. A mis papás los llamó más tarde y los dos entraron en una etapa de negación terrible. Cortaron todo vínculo con ella”, cuenta Teresa.

La familia se vino abajo cuando entendió que Paz no volvería a casa y que no terminaría sus estudios. Sumado a esto, entendieron que, ni siquiera se despidieron de ella como correspondía porque no tenían idea que esto era parte del plan.

Monjas diferentes

Luego de participar en el congreso de estudiantes, las hermanas López y un grupo de amigas, comenzaron a frecuentar la casa de las monjas ‘buena onda’. “Se mostraban alegres, muertas de la risa todo el rato, cantaban, sacaban cosas para comer, entonces no eran esas monjas aburridas, sino muy agradables”, recuerda Teresa, de los primeros encuentros en la casa de las SPD.

Una de las religiosas las invitó a formar un grupo para conversar todas las semanas. Al principio los temas eran relajados y coloquiales, sin embargo, al poco tiempo el centro de la conversación eran los problemas personales que las chicas atravesaban. Las lágrimas eran frecuentes y los temas morales no quedaban fuera de la reunión. “Nuestro grupo de amigos comenzó a odiar a las monjas y muchas de nosotras empezamos a cambiar. Nos sentíamos culpables por todo, por salir a carretear o tomar algo, cosas que en segundo medio uno recién está haciendo”, reflexiona Teresa.

En ese momento, Teresa y otras integrantes del grupo pololeaban. La sexualidad también fue tema de conversación. “Cuando comenzamos a hablar de eso fue terrible, pensé que me iba a ir al infierno, que ya no había nada que hacer. Se nos vino una angustia terrible y ya no nos daba la cara ni para contarle a una amiga porque ahora lo veías todo como algo malo”.

Paz era una de las que constantemente lloraba en las reuniones. Algunos de los temas “morales” la afectaban porque tocaban una situación familiar. “Ella se ponía a llorar a mares y pienso que por eso la comenzaron a dejar. Todas nos íbamos pero la monja le decía que se quedara. Al principio yo le decía que le iba a hacer bien pero después yo le insistía en irnos y ella no quería. La única que se quedaba era mi hermana y hasta tarde”.

Poco a poco, Paz comenzó a participar de manera más activa en diferentes actividades. Ya no solo iba a la reunión semanal con sus amigas, sino que iba varios días a verlas, participaba en trabajos sociales con ellas, salían juntas, etc.

La transformación

Hasta que salieron de cuarto medio visitaban frecuentemente a las monjas y compatibilizaban sus reuniones con las actividades de cualquier joven. Paz, incluso pololeaba.

El cambio radical se produjo al entrar a la universidad y una de las cosas más visibles fue la forma de vestir. “Mi hermana usaba zapatillas, buzo, poleras anchas y dejó de usarlas para comenzar a ponerse faldas, cosa que ella odiaba. Me pedía ropa prestada y cuando me la devolvía, los bolsillos estaban llenos de santitos”. Otra cosa que le llamó la atención a Teresa, fue la preocupación de su hermana por temas políticos. Era año de elecciones presidenciales. “Comenzó a hablar de política de una forma rara, que había que votar por el candidato de derecha, que los comunistas eran lo peor, que teníamos que apoyar a alguien que apoyara a la iglesia”.

Las hermanas López, que compartían un ritmo de vida y amigos, comenzaron a distanciarse. Por un lado, Paz dejó de asistir a fiestas y abandonó el fútbol, que, según su hermana Teresa era una de sus grandes pasiones. Estas actividades las cambió por misas diarias, horas de oración, visitas diarias a la casa de las religiosas y un sinfín de deberes que si no cumplía la hacían parecer extremadamente angustiada. El cambio fue tan notorio y drástico, que los amigos y los padres se preocuparon. “Mi mamá veía esto como algo extraño pero en ese momento no tenían una buena relación”, comenta Teresa. Añade que, su padre “siempre vio todo esto raro y habló con mi mamá porque andaba todo el día metida con las monjas, ya no hacía deporte e incluso se había alejado de sus estudios”.

“Todo esto me pareció muy raro y un día la encaré y le pregunté si quería ser monja. Ella me respondió nerviosa que no quería serlo y que en caso de ser así me lo contaría”.

La promesa

En las Siervas del Plan de Dios existe una instancia formal para las jóvenes que quieren ser monjas. Según la página oficial de la congregación, “las jóvenes que descubren una inclinación a la vida consagrada, y se van identificando con las SPD, inician un proceso de discernimiento como candidatas. En este tiempo se comprometen a cooperar con la gracia de Dios y esforzarse por descubrir el llamado que Él les hace. Las candidatas continúan sus actividades cotidianas como trabajar, estudiar, vivir con sus familias, y al mismo tiempo tienen la oportunidad de conocer más de cerca nuestra vocación y compartir con otras jóvenes con inquietudes similares, una serie de actividades comunitarias, intelectuales y espirituales, que junto al acompañamiento personal les permitirá crecer en el conocimiento de sí y su cercanía con el Señor Jesús”.

Para determinar si una joven es apta para iniciar este proceso, debe comunicárselo a la monja que le da dirección espiritual. En muchos de los casos, estas jóvenes conversan posteriormente con una monja de rango superior, la Hna. Andrea García, que recorre los países donde tienen presencia, hablando con “las vocacionales”, término con el que se refieren a las chicas que podrían sumarse a las filas de las SPD. En este diálogo se les pregunta por aspectos de su vida personal, familiar e incluso sexual. Según varios testimonios, la pregunta sobre si son vírgenes o no, es una de las infaltables. No en todos los casos es la joven quien toma la iniciativa de pedir hacer su  “promesa”. Muchas veces, las religiosas son las que las instan a tomar esta decisión e incluso presionan.

La “promesa” se realiza en medio de una liturgia, en donde la joven, acompañada de su familia, amigos y las religiosas, acepta a viva voz vivir ciertos compromisos en este tiempo. En definitiva, estos la llevan a vivir como sierva pero en su casa. En el rito se reza el Rosario, se hacen meditaciones, la joven realiza una oración y recibe una cruz al cuello, que es el símbolo del compromiso.

Teresa no tiene claridad de cómo fue en el caso de su hermana, si fue iniciativa propia o hubo algún tipo de presión. Lo que sí recuerda es la nula participación de sus padres en todo este proceso y la poca información que tenían. “A mi papá no le contó nada y a mi mamá le contó un día antes”. Teresa recuerda haberle preguntado a su mamá qué explicación le había dado Paz respecto a este proceso y le dijo que se trataba solamente de, “estar más cercana a las monjitas y ayudarlas más. Pero yo sabía que eso no era así, que esa promesa era para hacerse monja”.

La ceremonia fue un mar de lágrimas para Teresa. “Me angustié porque nadie entendía lo que estaba pasado, que estaban metiendo a mi hermana de monja. Incluso le dije a mi mamá que nos fuéramos a vivir al sur porque se la iban a llevar”.

Luego de la ceremonia, “se pusieron a hablar maravillas de Paz a mi mamá. Le decían que era especial, que era linda, que las ayudaba harto. Yo encuentro que esa parte es muy importante porque te ensalzan mucho, te dicen que eres diferente, elegida, mejor que el resto, que estás hecha para cosas grandes”, agrega Teresa.

La página web de las SPD indica que en el periodo de “candidata”, “puedes tener la oportunidad de realizar una experiencia comunitaria al interior de la comunidad, compartiendo por un tiempo determinado nuestra vida cotidiana, actividades, apostolado y oración”. Paz estaba contemplada para dar este siguiente paso.

“No le digas a los papás”

Llegó la época de vacaciones y el grupo de amigas de Paz y Teresa había organizado un viaje a Ecuador. La joven se negó porque tenía que hacer su experiencia comunitaria.

Luego, cuando tuvieron las tradicionales vacaciones familiares, Paz estuvo como ausente. Teresa recuerda que, “fue como si no hubiese ido. Las monjas la llamaban todo el día y nunca contestaba delante de nosotros, siempre se iba a hablar afuera, no compartía nada con nosotros. Todo tenía que ofrecerlo por la santidad de alguien, tenía que ir a Misa todos los días, rezar, no podíamos ni ver películas porque siempre le encontraba algo malo y proponía una que le gustaba mucho a las monjas: “Mulán”. La vimos mil veces y ella se quedaba pegada con la canción, esa de ‘venceremos’-de la escena en que los guerreros del bando de Mulán se preparan para enfrentar al ejército enemigo-. Como que estaba en lucha contra todo lo que fuera diferente a lo que pensaba”.

Pasaron solo unos meses desde que Paz hizo su “promesa” para que decidiera viajar a Perú a realizar su experiencia comunitaria. “Me pidió, me rogó que no le dijera nada a mis papás y me prometió que ella les iba a decir. Para no traicionar su confianza, yo la estúpida, no dije nada”, cuenta Teresa.

Paz habló con su mamá de este viaje solo dos semanas antes de realizarlo y con su papá, unos días antes. Según Teresa, “a ambos les dijo que iba a conocer la casa de formación, que iba de misiones. Nunca dijo que se iba a quedar allá. Inclusive, yo le presté unas faldas que recién me había comprado para mis prácticas y le dije que después me las devolviera porque las necesitaba. Me juró que las iba a cuidar y nunca más las vi”.

Mientras Paz organizaba su viaje a espalda de sus papás, las religiosas no dejaban de buscar a Teresa. “Me llamaban todo el día y seguían insistiendo a pesar de que no les contestaba. Me enviaban diez mensajes de texto diarios con frases como ‘estoy feliz por ti’, ‘¿has ido a Misa?’, ‘estamos rezando por ti’, ‘tu hermana te quiere mucho’”.

“Me quedo, soy sierva”

Tras el llamado telefónico que Paz realizó a su hermana y sus padres, comunicándoles que se quedaba a vivir en Perú porque era sierva, la familia vivió un fuerte impacto del que le costó mucho recuperarse.

Teresa recuerda que durante ese primer año, su mamá discutía con Paz cada vez que llamaba por teléfono. Por otro lado, para apaciguar la tensión familiar las monjas que vivían en Chile comenzaron a dejar regalos y santitos en su casa. Al papá también lo acosaron. “Lo iban a buscar al trabajo y mi papá tenía que decirle a la secretaria que les dijera que se fueran, que si seguían molestando iba a salir él mismo a echarlas”. Esto se repitió en muchas ocasiones.

La relación entre Paz y su papá se quebró al punto de dejar de hablar. Hubo un intento de resolver el problema cuando la abuela se enfermó y el padre decidió visitar a su hija en el país vecino. “Cuando volvió me dijo que mi hermana era otra, que cuando estaban juntos tenía que irse a rezar, a misa, a no sé qué cosa. Además, andaba con una monja encima todo el tiempo. No podían estar solos”, relata Teresa. Luego de esto no hablaron más.

Paz viajó a Perú en 2011 con ropa normal y en 2014 volvió vestida de monja a ver a su abuela que estaba agonizando. “Para mí fue súper fuerte. Yo sabía que iba a venir de monja pero ella llegó como si nada y me saludó con ese típico tono de voz que tienen todas. Es todo muy pauteado, todas hablan igual”, comenta Teresa.  Luego de que la abuela se agravara y alentadas por su madre, las hermanas cruzaron más palabras. “Lo que más rabia me daba era la mentira, el que todo lo hiciera a escondidas”. La tensión no bajó, ya que Paz estaba en todo momento acompañada de otra sierva.

Teresa recuerda que, “mi abuela murió un día  a las tres de la mañana. Nos fuimos al hospital con mi mamá y apareció Paz con una monja. Las únicas personas que estábamos con mi abuela éramos mi mamá, mi tía, yo, Paz y esa monja que nunca en la vida habíamos visto. Ni siquiera se quedó afuera de la pieza, estuvo todo el rato parada al lado de mi hermana, ni siquiera vio que estábamos llorando y queríamos privacidad, no.”

Luego de tres años, Paz volvió a hablar con su papá. Teresa atribuye este logro a la insistencia de su hermana y a su constante crítica de egoísmo. “Ella nos habla como si nada, tiene su vida y dice que es feliz. Pero nos deja mal a nosotros, no entiende que después yo me quedo llorando a mares y que mi papá, que tiene que seguir con su vida, al otro día no puede ni levantarse a trabajar.”

“Mi hermana quiere tener una relación como la que teníamos antes, que le cuente cosas de mi vida pero no entiende que eso no puede ser porque no tiene una vida normal”, dice Teresa. Explica que tiene diez números de teléfono con el nombre de su hermana pero que ninguno le pertenece. Tampoco tiene correo electrónico privado. “Le digo que no puedo tener una relación normal con ella, si cada vez que le quiero escribir contándole algo importante de mi vida, tengo que hacerlo a un mail comunitario o a un Whatsapp en el que me responden que estoy hablando con otra sierva y le van a dar el mensaje”.

Los padres de Paz ya aceptaron que su hija pertenece a la congregación, sin embargo, no fue fácil. Teresa revela que le costó mucho tiempo convencer a su mamá de sacar a su hermana de la Isapre y a su papá, de dejar de pagar por mantener congelada la carrera universitaria de su hermana. Paz se fue del país sin finiquitar ningún trámite educacional.

Primeras acusaciones

En 2017 El Mostrador publicó el artículo “Las acusaciones de maltrato físico y psicológico contra las monjas de la organización Sodalicia, controladora de la U. Gabriela Mistral”, que relataba testimonios de jóvenes que habían sido parte de la institución. A raíz de esto, el Consejo Superior de las Siervas envió a Chile a una de sus integrantes, la Hna. Elizabeth Sánchez, a hablar con algunas de las protagonistas del reportaje y sus familias. Además, hicieron una reunión con gente vinculada a la institución-en la zona poniente de Santiago-, donde señalaron que los errores cometidos en los procesos vocacionales descritos en el artículo, tenían relación con sus pocos años de experiencia como institución religiosa y negaron rotundamente el profundo vínculo de la institución con el Fundador. También reconocieron estar en un proceso de revisión de sus prácticas vocacionales y aseguraron que les habían solicitado a todas sus integrantes que comunicaran a sus padres sobre el contenido veraz del reportaje y analizaran sus propios procesos.

Teresa dice que su hermana hizo el llamado correspondiente, sin embargo, le dijo a su mamá que no se preocupara porque ella estaba feliz y en ningún momento reconoció como verdadero el contenido del reportaje. “Las niñas que hablaron no saben porque no han vivido acá, son sus impresiones pero no entendieron. Las niñas que viajaron conmigo y se regresaron a Chile, fue porque tenían vocación al matrimonio. ¿Tú crees que yo sería tan tonta de quedarme si me hubieran hecho hacer algo de eso?”. Teresa comenta que quisiera preguntarle directamente a su hermana si acaso no le hicieron meterse a la piscina a altas horas de la noche, rutinas de deporte excesivo o cumplir órdenes absurdas, en el marco de su periodo de formación, como tácticas para evaluar su obediencia a la institución y confianza ciega a lo que ellas llaman “plan de Dios”. “Quisiera escuchar de su propia boca que me niegue todas esas cosas”, enfatiza.

Otro compromiso que las monjas adquirieron en dicha reunión fue analizar la petición de pedir perdón de manera pública a quienes hayan sufrido algún tipo de daño en su paso por la institución, para que aquellas jóvenes que no se han atrevido a hablar, pudieran sentir el apoyo de la congregación y dirigirse directamente a ellas en caso de que tuviesen algo que decir. Hasta el día de hoy no ha existido ninguna respuesta y, más bien, su única aparición pública tiene relación con la banda de rock “Siervas”, que hoy se prepara para los conciertos en Panamá.

Tras la publicación del primer artículo, aparecieron nuevos testimonio de jóvenes y sus familiares, que relatan presiones hacia las chicas por entrar a la comunidad, además de maltrato a nivel psicológico y abuso de poder.

Déjanos tus comentarios
La sección de comentarios está abierta a la reflexión y el intercambio de opiniones las cuales no representan precisamente la línea editorial del diario ElDesconcierto.cl.