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Por un feminismo de mayorías

Por: Francisca Quiroga | Publicado: 26.01.2019
Por un feminismo de mayorías feminismo |
Ante los avances conservadores, el momento político exige un feminismo de mayorías. No queremos un feminismo solo para las entendidas, queremos un feminismo que le haga sentido al país. Que cuando hablemos de problemáticas locales la mirada feminista esté presente. Que cuando hablemos de trabajo decente y de zonas de sacrificio, la mirada feminista esté presente.

El mayo feminista del 2018 instaló un basta ya para todas las expresiones de violencia hacia las mujeres. Instaló el tema no solo en términos de la denuncia y cómo se pueden abordar los distintos casos de abuso y violencia, sino además y más relevante aún: cuestionó las condiciones estructurales de la violencia en la educación y en la institucionalidad en general, incluyendo la política.

Durante décadas el movimiento feminista ha venido planteando cómo sería una sociedad más justa socialmente, una sociedad que se haga cargo de las desigualdades estructurales que impiden, entre otros temas, que las mujeres tengan una vida sin violencia o que estén liderando espacios sin que prevalezcan los obstáculos por sobre la posibilidad de experimentar lo que puede llegar a implicar una sociedad de pares, es decir, una democracia paritaria.

Tal como respondieron feministas de otras décadas, la democracia parte en la casa, es el espacio donde se establecen primeramente roles, jerarquías, relaciones y formas de convivencia. Por tanto lo que se define en el espacio privado puede convertirse en la regla de lo público para muchas mujeres: vidas con violencia, vidas con limitaciones para participar. Si queremos recoger lo que remeció el mayo feminista, es indispensable que las implicancias de la democracia para las mujeres, sean parte de las conversaciones importantes en los partidos políticos. Es vital que este debate remueva las estructuras y socave aquellas prácticas sexistas que impiden una política que ponga al centro la justicia, el respeto por la diversidad y la participación en todos los niveles.

Como Revolución Democrática y Frente Amplio hemos dicho que buscamos una política para las transformaciones profundas de Chile. Esto significa más justicia social, una democracia que se haga cargo de la injusticia con la salud, las pensiones, el trabajo, la vivienda, el medio ambiente y en todos esos ámbitos necesitamos una mirada feminista. Porque el lugar del feminismo en la política es el de las transformaciones más profundas.

El desafío para las nuevas fuerzas políticas frente a lo que instaló la ola feminista es enorme. Ya no basta con ofrecer un relato programático que proponga medidas, reformas legales o políticas para enfrentar la violencia hacia las mujeres. El desafío es político. El feminismo tiene una potencia articuladora que puede permitirnos unir fuerzas frente a un enemigo común: en este caso el avance conservador y sus implicancias en el retroceso de la protección de los derechos humanos y las garantías para una democracia nueva. Una democracia nueva implica darse a la tarea de entender que sin paridad, que sin la diversidad de mujeres que somos y que sin enfrentar decididamente los temas del cuidado como Estado y como sociedad, no estaremos avanzando hacia una democracia por las transformaciones que Chile necesita.

El desafío tiene múltiples dimensiones. Por un lado, el ejercicio de democracia interna que deben hacer los partidos políticos de izquierda, que en cuyas estructuras y orgánicas prevalecen modelos y prácticas que han frenado la democracia paritaria y la justicia de género. Por otro lado, los movimientos y partidos más nuevos que buscan “transformar” la política, no pueden quedarse en lo meramente declaratorio, es decir, es un paso y se celebra que hoy la mayoría de los partidos de izquierda o fuerzas progresistas se declaren feministas, sin embargo, la praxis política concreta es lo que debe orientar este afán.

Como Revolución Democrática debemos transitar a espacios feministas que nos permitan articularnos no solo con las convencidas y convencidos. Contar con una política de trabajo territorial feminista podría contribuir a sacar del nicho de “las convencidas” el feminismo para todes, recogiendo precisamente los saberes de la experiencia cotidiana y diversa. Debemos construir política territorial feminista y esto significa hablar otros lenguajes, aprender a escuchar a otras y recoger la experiencia de aquellas que sin formarse en escuelas feministas saben perfectamente de conciencia y quehacer feminista. Queremos ser un partido que le hable a la diversidad de mujeres y sepa construir un feminismo de mayorías para la ciudadanía.

Para eso es indispensable transformar las dinámicas partidarias. No podemos quedarnos solamente en la voz feminista que denuncia o fiscaliza, debemos ser constructoras de una forma distinta de hacer política y saber convivir con las diferencias entre unas otras porque aquello que proclamamos siempre acerca de la diversidad se vuelve un universal en el espacio partidario.

Si comprendemos el feminismo como una potencia articuladora, esta tarea no puede quedar solamente en manos de las feministas en los partidos, ni de sus estructuras diseñadas para avanzar en políticas de participación o en temáticas de género, debe ser parte central de los proyectos políticos de las distintas fuerzas de oposición. El feminismo tiene la potencia hoy de permitir una nueva izquierda, haciendo lecturas y proponiendo respuestas a las opresiones cotidianas, simbólicas y materiales de las mujeres y de la sociedad en su conjunto.

Ante los avances conservadores, el momento político exige un feminismo de mayorías. No queremos un feminismo solo para las entendidas, queremos un feminismo que le haga sentido al país. Que cuando hablemos de problemáticas locales la mirada feminista esté presente. Que cuando hablemos de trabajo decente y de zonas de sacrificio, la mirada feminista esté presente.

La nueva política no solo debiera apuntar a mejorar prácticas de transparencia y a poner fin a los conflictos entre dinero y política. La nueva política debe apuntar hacia la desconcentración del poder abriendo caminos para que las mujeres y la mirada feminista contribuyan a hacer de Chile un país más justo.

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