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Opinión

La muerte de las causas justas en tiempo de las noticias falsas

Por: Jaime Abedrapo | Publicado: 05.02.2019
La muerte de las causas justas en tiempo de las noticias falsas fake_news_estudio |
En la actualidad señalar que una posición es injusta ante el derecho y/o la moral pareciera un despropósito porque supuestamente las imágenes de mundo son construidas desde la no verdad y se delinean por intereses particulares a través de instrumentos comunicacionales que no son creíbles. Finalmente, todo se reduce a la percepción de una política comunicacional que incorpora la desinformación o la manipulación de los hechos.

Los tiempos de la post verdad está poniendo la lápida a las convicciones acerca de causas justas; básicamente porque dudamos de todos. Desde las intenciones hasta de los resultados.

El juicio de valor está secuestrado porque no habría confianza en nuestros sentidos, los cuales serían engañados por información permanentemente falsa. Ante ello se opta por verdades preconcebidas dando crédito sólo a lo que me parece verdadero apriorísticamente.

Así, la realidad que nos presentaría solo noticias falsas en un contexto de ampliación de las las teorías conspirativas no nos alejan demasiado de la época de las ideologías totalizantes y excluyentes, aunque la gran diferencia entre ambos momentos está en que el cuerpo ideológico que explica toda la realidad en base a ideas del sujeto, hoy es reemplazado por información que no es verosímil, cuestión que implícitamente conlleva a que la verdad sólo puede provenir del intelecto del propio sujeto.

En efecto, el argumento principal para relativizar todo lo que proviene desde el exterior del individuo es que los grupos de interés crean y difunden “noticias falsas” (o realidades falsas). En este sentido, las virtudes políticas (prudencia, justicia, fortaleza y templanza) quedan neutralizadas, porque no sirve cultivarlas cuando el juicio se sustenta sobre información y supuestos falsos.

Por ello resulta difícil representar y administrar el poder cuando no existen principios y valores que animan la propuesta societal, porque la comunicación política se estima no verdadera. Por ello, la tendencia de la acción política se fundamenta primeramente en intereses individuales o nacionales.

Así el mundo es un diálogo entre sordos y miopes, ya que todo se reduce a relaciones de poder e intereses, puesto que no existe verdad y con ello se hace imposible velar por el bien común de las personas en la acción política nacional e internacional. Se percibe que las “inteligencias” de todos los Estados mientes y que los medios de comunicación, y en especial las redes sociales, nos manipulan. Todo pierde contenido y densidad.

En consecuencia, las causas justas a los ojos de las audiencias (opinión pública) se relativizan y los postulados de su causa se cuestionan. En la actualidad señalar que una posición es injusta ante el derecho y/o la moral pareciera un despropósito porque supuestamente las imágenes de mundo son construidas desde la no verdad y se delinean por intereses particulares a través de instrumentos comunicacionales que no son creíbles. Finalmente, todo se reduce a la percepción de una política comunicacional que incorpora la desinformación o la manipulación de los hechos.

El resultado de lo descrito, como observamos a diario, es la necesidad de los políticos por estar en el “pantallazo”, lo que Sartori denominó el Video Poder. Ellos aspiran a mantener el poder en un contexto complejo, con acción política cada vez más cercanos a intereses propios (utilitarismo), y muy incapaces de ponerse en el lugar del otro, sobre todo si mis electores demandan intereses muy concretos a los que mejor no incomodar con supuestos éticos o visión de sociedad (nacional o internacional).

En último término, el pragmatismo es el común denominador en la tendencia actual de los Estados Nacionales. Algunos “hombres de Estado” nos convencen que ello es la mejor forma de cautelar los intereses propios, ya que frente a las denominadas “fake news” la “mejor estrategia” es la adaptación, la cautela y evitar exponer los propios intereses en harás de causas justas que, por un lado, no necesariamente representa un interés propio, y por otro, tal vez no es una causa justa, sino más bien la manipulación de una realidad que es relativa o sustentada en una percepción.

David Hume finalmente habría tenido razón y hoy sólo comprendemos nuestro entorno en base a percepciones de las cuales dudamos, porque son sólo una apariencia. En los hechos estamos declarando el fin de la verdad porque hemos construido un mundo de mentiras (o fake news). Todo esto es una mala noticias para los que viven injusticias de todo tipo, desde el no reconocimiento del mundo indígena en varios países Latinoamericanos (cuestión que fractura nuestra propia identidad), nuestra terca obsesión por mantener estilos de vidas (consumo) insostenible, o el cumplimiento de más de 70 años de una Palestina ocupada que cada vez está más huérfana de apoyos interestatales en su situación de despojo y destierro (limpieza étnica), entre muchos ejemplos.

Ojalá despertemos antes que se apague del todo la humanidad.

Jaime Abedrapo