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Opinión

Colinas y comunidades en llamas en el Wallmapu por las incendios forestales

Por: Elisa Loncón Antileo | Publicado: 19.02.2019
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Estas son las lágrimas que corren sobre los rostros de muchas familias mapuche, víctimas de la forestales y de las políticas económicas que han abandonado toda humanidad y sentido de protección a las comunidades. Muchos han visto arder sus viviendas, quemar sus sembrado. La huerta se seca por no haber agua, los animales no tienen dónde beber. Ya ni los pájaros, los zorros, culebras ni reptiles tienen espacio para vivir; dicen que las han visto y sentido huir en grupo buscando algún bosque nativo para guarecerse.

El dos de febrero en la noche en mi comunidad Lefweluan vi arder las colinas a kilómetros desde mi casa. No fue “El llano en llamas” de Juan Rulfo de México, sino los incendios forestales en tierra mapuche, que tienen una semejanza con la obra de Rulfo, al dejar y mostrar gente con la misma desolación, pobreza, desesperanza y tristeza como ocurre con los personajes de Rulfo.

Desde mi casa y mientras cuidaba a mis padres, adultos mayores sobre 80 y 90 años, sentí el temor de que las llamas nos atacaran, me imaginé sacando a mi padre postrado de la cama, pero evité alarmarlos, solo dejé todo a mano para salir corriendo si ello ocurriera. Por suerte nada nos pasó. Al día siguiente el patio estaba cubierto de pulchen, cenizas y pajas quemadas que volaron con el viento.

Un día antes con mi hermana debimos llamar la atención a un camión forestal que usaba nuestro camino como suyo, sin permiso y sin ninguna responsabilidad. Al pedirle al chofer que detenga el motor de su camión para que nos escuche, el hombre nos dijo “este conflicto lo tenemos en todas las comunidades” haciendo la relación “Mapuche –Conflicto”. Le hicimos entender que el conflicto lo ha traído él, su patrón, su camión que pasa con cientos de toneladas de eucaliptus por nuestro camino, contaminando con polvo y ruido la deteriorada salud de mis padres. También le pedimos hablar con su patrón.

Al otro día llego un señor, me dijo que ingeniero forestal egresado de la Universidad de Chile. Yo le pregunté si acaso él no tenia madre, padre, hijos que proteger, y si los protege; ¿por qué ha actuado con tanta negligencia con mi familia, deteriorándoles su precaria salud con el polvo, ruido y la vía de acceso a la ciudad? ¿por qué usa nuestro camino que no es suyo, sin siquiera pedir permiso? El hombre se disculpó… entonces le pedí que como mínimo usara algo que reduzca el polvo y que dejara el camino con ripio, firme para no tener el barrial en el invierno. Este fue el acuerdo de palabra, que espero cumpla.

Días posteriores dos incendios más taparon el sol de una calurosa tarde de verano, con 37 grados; podíamos vernos y mirar el paisaje a través del humo, pero no era posible mirar el sol. También por un familiar nos informamos del incendio de Carahue ocurrido del 03 de febrero, allí las familias mapuche perdieron ocho casas, galpones, una escuela, una sede social, siembras de trigo, avena, cercos, muchos pastizales, bosques nativos, dos xeg xeg o cerros ceremoniales quemados.

El consejo de Logko Lafkenche de Carahue, a través de un comunicado dijo que incendio que afecto al territorio Koyawe desde Cardal comuna de Imperial a Pailakoyam comuna de Carahue, se inicio en Wentewualve-Mañio y fue provocado por el tendido eléctrico que rozaba con un árbol (eucaliptos) que esto estaba en conocimiento de los encargados de la mantención del tendido de la empresa eléctrica Frontel.

Tanto las forestales como las instituciones del Estado brillan por su ausencia en cuanto a reconocer sus responsabilidades con las devastadas comunidades mapuche, al contrario el gobierno hace uso de su política racista y de propaganda en contra de las comunidades: hoy 17 de febrero, en La Tercera (periódico de circulación nacional) Rodrigo Ubilla, ministro (S) del Interior dijo:
“Algunos incendios del último tiempo están asociados al tema de la causa mapuche”—«Yo lo que digo es que hay grupos que están usando, en este ejemplo, armas de fuego para bajar un avión que está apagando un incendio».

Como dice el poeta maya Humberto Ak’abal, fallecido recientemente (28.01.19) dice en un poema:
«Cuando nací me pusieron dos lágrimas
en los ojos para que pudiera ver
el tamaño del dolor de mi gente».

Estas son las lágrimas que corren sobre los rostros de muchas familias mapuche, víctimas de la forestales y de las políticas económicas que han abandonado toda humanidad y sentido de protección a las comunidades. Muchos han visto arder sus viviendas, quemar sus sembrado. La huerta se seca por no haber agua, los animales no tienen dónde beber. Ya ni los pájaros, los zorros, culebras ni reptiles tienen espacio para vivir; dicen que las han visto y sentido huir en grupo buscando algún bosque nativo para guarecerse.

Las plantaciones de pino y eucaliptus son incompatibles con la vida de la gente, por ser monocultivos no tienen nada que controle su crecimiento y riesgo de quema, son amenazas constantes para la gente y para el entorno y su biodiversidad. También el pino acidifica la tierra dejándola inservible para la siembra de la pequeña agricultura o para el rebrote de las especies nativas, las plantas succionan el agua de la tierra, un solo eucalipto consume 50 litros de agua diario. Además su explotación tiene otros atropellos asociados, como el uso de los caminos vecinales, que no son caminos público sino bienes comunitarios de las familias pero que las empresas explotadoras acostumbradas a vulnerar a la gente usan sin autorización, menos aún existen instancias institucionales con protocolos que resguarden los derechos de las familias y que exijan a la forestales o empresas el debido pago por los daños causados sea por contaminación o destrucción de los caminos u otro.

Como pueden darse cuenta, no hay muchas alternativas para resolver los problemas causados. Las forestales deben irse se las comunidades y del territorio mapuche porque atentan con la vida de las personas, la vida de la comunidad y la vida de la naturaleza. Si los empresarios y dueños de las forestales vivieran en medio de estos bosques podrían entender mis palabras y, “el tamaño del dolor de mi gente” en palabras de Ak’abal.

Elisa Loncón Antileo