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La obsesión de El Mercurio y el fiscal Chiffelle: Los detalles tras la condena de los primos Tralcal por caso Luchsinger Mackay

Por: Francisca Quiroga | Publicado: 26.02.2019
La obsesión de El Mercurio y el fiscal Chiffelle: Los detalles tras la condena de los primos Tralcal por caso Luchsinger Mackay arton115759 |
Juan Carlos Tralcal es un joven dirigente mapuche, egresado de geología y miembro de una familia perseguida por el Estado de Chile. Su padre, José Tralcal, es uno de los condenados en el caso Luchsinger Mackay, proceso judicial envuelto en irregularidades, testigos protegidos y pruebas falsas. En esta entrevista, Juan Tralcal relata las vulneraciones al pueblo mapuche y la persecución judicial de la que ha sido víctimas su padre y tío, quienes fueron detenidos este martes tras varios meses prófugos.

José Tralcal y Luis Tralcal son reconocidos dirigentes mapuche condenados, hace cuatro meses, a 18 años de cárcel por su presunta participación en el incendio de la Granja Lumahue (sur de Chile  región de La Araucanía), ocurrido en 2013, y que terminó con la muerte del matrimonio Luchsinger-Mackay, empresarios agrícolas de la zona de origen europeo.

La condena se basa en el testimonio de un joven mapuche analfabeto, José Peralino, sentenciado a 5 años de libertad vigilada por su presunta participación en el incendio. Peralino denunció haber sido torturado y hostigado por la Policía de Investigaciones (PDI) durante dos años para confesar su participación e inculpar a otros comuneros mapuche. La investigación por estos apremios ilegítimos fue cerrada por la justicia chilena. Sin embargo, Amnistía Internacional le tomó declaración a José Peralino para dar cuenta de las torturas a las que fue sometido.

El desarrollo del denominado caso Luchsinger-Mackay se enmarca dentro de la ley antiterrorista, una herencia de la dictadura militar que permite condenar utilizando testigos que no revelan su identidad. Esta ley ha sido utilizada en numerosas ocasiones, de hecho, en 2014 la Corte Interamericana de Derechos Humanos(CIDH) condenó al Estado de Chile por su aplicación reiterada a integrantes del pueblo mapuche.

En ese contexto se enmarca la persecución a la familia Tralcal, que comenzó en 2001, cuando el Fiscal Alberto Chifelle señaló a José: “Si no dejas de ser dirigente vas a tener problemas”.

Juan Carlos Tralcal creció en medio de allanamientos y persecuciones. Hoy tiene 25 años y es el vocero de su familia. Esta es la historia de un joven dirigente mapuche que sólo espera volver a cosechar frambuesas junto a su padre.

Nos sentamos a un costado de la cocina a leña, en la casa de Juan Carlos Tralcal. Se sacude la lluvia que traía guardada en su pelo largo. Ha caminado un rato entre el agua y el sonido de los pájaros, entre los cerezos, manzanos, frambuesas y hualles que plantó su papá, José Tralcal. Dice que está tranquilo, pese al largo proceso que ha enfrentado.

Echa una cucharada de miel al mate y unta el pan sobre un huevo frito. Frente al mesón donde desayuna, hay un telar de más de un metro sin concluir.

—Esos telares los hace mi mamá. De hecho, la manta colorida que tiene mi papá en las fotos se la hizo ella. Ahora anda en Temuco, pero va a llegar más rato—, comenta Juan.

Vuelve al mate, otra cucharada de miel mientras afuera llueve sobre el Lof Lleupeco (comunidad mapuche ubicada al sur de Chile, cerca de Temuco). Juan Carlos tiene la mirada de alguien que ha vivido mucho: tierna e inmensa. Se parece a su padre, José Tralcal.

—Igual hemos tratado de sacar miel acá, pero no hemos podido—, agrega.

Irma, esposa de José Tralcal, echa leña a la cocina y sigue amasando las tortillas del almuerzo. Pone nuevamente la tetera a hervir. Juan Carlos la ayuda y luego se entibia las manos cerca del fuego. No estamos frente a alguien que desee un mural pintado con su rostro, mucho menos ser portada en algún medio de comunicación. Juan comenta sobre el liderazgo que debió asumir porque es un pretexto para contar brevemente la historia de la familia Tralcal.

—Sólo he sido vocero de este caso. Un caso jurídico con sesgo político. Pero no tenía intención, lo asumí porque tenía más tiempo, considerando que sólo estoy con la tesis, porque tenía experiencia con movilizaciones estudiantiles, socio ambientales y porque un familiar refleja mejor lo que mi papá o Luis querían decir. Asumí no más la condición de transmitir la información a la gente.

G. Tralcal (26), estudiante de Geografía y hermana de Juan Carlos, está sentada frente a la cocina a leña mientras ordena algunas piezas de joyería mapuche que ha confeccionado. A ratos, acerca las manos al calor de la cocina y relata que le da miedo que a su hermano le vaya a pasar algo por su condición de dirigente, pero igualmente está orgullosa de lo que hace por su familia. “Él llega mucho a las personas por su humildad”, agrega.

Los ojos del persecutor Chiffelle

Juan Carlos Tralcal LLeuful (25) relata que desde niño vio a su padre luchando por su territorio y defendiendo el correcto uso de las aguas que riegan su tierra. En medio de esto, tuvo una infancia sencilla y respetuosa de las cosas, algo que aprendió de pequeños rituales mapuche, como cuando van a sacar remedios o frutas y tienen que pedir permiso a la tierra, dejar una ofrenda o agradecerle en mapudungun (idioma mapuche).

—Cuando llegábamos con mi hermana de la escuela, tomábamos once y después nos íbamos a trabajar la tierra, y no lo hacía con enojo, de hecho, me gusta mucho, me sigue gustando la agricultura y por lo mismo creo que la familia se ha alimentado de eso. Todos saben de yerbas, de cómo y cuándo sembrar. Tenemos tomates, cilantro y desde hace cinco años tenemos frambuesas. Mi papá tenía una huerta con lechugas—, señala Juan Tralcal haciendo alusión al importante historial productivo de hortalizas de su familia, las que vendían, destaca, con el ánimo de ofrecer productos baratos y sanos.

Probablemente, mientras pasaba las tardes en el campo después de asistir a la escuela rural de Tres Cerros, ya tenía la idea de estudiar algo relacionado con la tierra, pero no imaginaba que años después pasaría gran parte de su tiempo en Tribunales de justicia, manifestaciones, que se reuniría con el presidente de la Corte Suprema y que enfrentaría la hostilidad del diario El Mercurio. Mucho menos imaginó que sería el vocero de uno de los casos más emblemáticos relacionados al conflicto mapuche con el Estado chileno y que tendría que acudir a instancias internacionales para defender a su padre.

La persecución a la familia Tralcal comenzó en 2001, cuando José Tralcal fue acusado de atacar el fundo Santa Margarita, propiedad del empresario Jorge Luchsinger. En ese entonces, José estuvo 28 días preso por los cargos de usurpación de tierras y daño calificado.

—Ese año el fiscal Alberto Chiffelle, mismo persecutor en el caso Luchsinger-Mackay, le dijo a mi papá que, si no dejaba de ser dirigente, de reivindicar la memoria y de participar en la recuperación y defensa del agua iba a tener problemas-, señala Juan, recordando la amenaza del fiscal jefe de Temuco, mismo persecutor que continúa liderando la investigación del caso Luchsinger-Mackay.

Durante los años siguientes, los allanamientos a su territorio en el Lof Lleupeco se convirtieron en algo habitual. El 3 de enero de 2008, día en que el Carabinero Walter Ramírez asesinó por la espalda al joven mapuche Matías Catrileo en el fundo Santa Margarita, el Grupo de Operaciones Especiales de Carabineros (GOPE)  allanó cuatro veces en un mismo día la casa de la familia Tralcal.

—Los allanamientos me marcaron harto. Antes lo encontraba algo normal, pero después entendí por qué era, y no era porque fuéramos delincuentes, sino porque había gente que quería condenar a dirigentes mapuche. Nosotros conocemos la historia de nuestro pueblo, miramos alrededor y nos damos cuenta de las desigualdades.

Luego, en 2009, su padre, José Tralcal, su hermano, Ignacio Tralcal y su tío Luis Tralcal fueron detenidos por el caso Tur Bus. Aquí se les acusó de dañar cuatro vehículos particulares y un bus perteneciente a la empresa privada Tur Bus. El fiscal a cargo de esta investigación sería el mismo que en 2001 ya había amenazado  a su padre: Alberto Chiffelle.

Mientras sus familiares eran investigados, Juan Carlos estudiaba en el Liceo Pablo Neruda de Temuco, vivía en el internado municipal del mismo nombre y asistía al electivo de biología, porque estaba interesado en estudiar medicina.

Al año siguiente rindió la Prueba de Selección Universitaria (PSU). El puntaje que alcanzó le permitía entrar a estudiar medicina.

—Pero ya no quería estar en un hospital. Estaba acostumbrado a vivir con la tierra, así que pensé en estudiar geología. Me llamó la atención la Universidad de Concepción porque tenía harto trabajo en terreno.

En 2011 entró a estudiar geología en Concepción. Como su padre había sido involucrado en el caso Tur Bus, Juan Carlos prefirió participar discretamente de las movilizaciones estudiantiles de ese año.

—En un principio fue difícil porque no conocía Concepción, pero después me acostumbré. Me gusta geología porque puedo ver cosas que no se ven en otras ciencias, imaginarme la profundidad de la tierra, salir del ego de lo humano. Es una buena herramienta, por ejemplo, para proteger a la tierra de las mineras. Además, gracias a la carrera he salido a muchas partes, mucho más de lo que salía antes. Me alegra estar en el campo, ver montañas y plantas.

En agosto de 2013 José, Ignacio y Luis Tralcal fueron absueltos del caso Tur Bus, luego de que el Tribunal de justicia calificara las pruebas presentadas por la Fiscalía como “débiles, pobres y vagas”. Juan Carlos pensó que ahora por fin cosecharía frambuesas junto a su padre con tranquilidad. Sin embargo, la advertencia hecha por el fiscal Chiffelle a José Tralcal en 2001 parecía ser cierta: en marzo de 2016, su padre fue involucrado en el caso Luchsinger-Mackay.

Para Juan Carlos la persecución a su familia no era algo nuevo, así que mientras terminaba sus estudios de  geología,  participó activamente en la defensa de los comuneros mapuche imputados por el caso “Iglesia”, a quienes un testigo protegido (la Fiscalía no reveló su identidad) acusó de  participar en el incendio a una iglesia evangélica. Entre los acusados estaba su tío, Alfredo Tralcal, quien fue absuelto en abril de 2018 debido a las irregularidades y vacíos de la investigación.

Sin embargo, la persecución a la familia Tralcal continuaba. Juan Carlos sabía que los ojos del persecutor Alberto Chiffelle nuevamente se abrían entre la lluvia del sur.

“Pensé que mi papá iba a volver al otro día”

A las tres de la madrugada del 30 de marzo de 2016 fue allanada la casa donde vive Juan Carlos junto a su familia en el Lof Lleupeco. Ese día se llevaron detenido a José Tralcal. Juan Carlos estaba en Concepción cuando se enteró, durante la mañana, que un delator compensado habría involucrado a su padre en el asesinato del matrimonio Luchsinger-Mackay, familia de empresarios agrícolas acusados por las comunidades mapuche de usurpar tierras a su pueblo.

La persona que inculpó a José Tralcal es el joven mapuche José Peralino, vecino de la zona, quien señaló haber sido torturado y hostigado durante dos años por miembros de la Policía de Investigaciones (PDI) y obligado a inculpar a 10 comuneros, un testimonio que fue verificado por Amnistía Internacional e investigado por el Comité contra la Tortura de la ONU.

1. Tralcal (hermana de Juan Carlos Tralcal) recuerda claramente cómo fueron allanados por la policía la madrugada del 30 de marzo, día en que involucraron y detuvieron a su padre por el caso Luchsinger-Mackay.

—Era una noche calurosa y no podía dormir porque me incomodaba el pijama de polar. La PDI llegó a las 3 de la mañana, encapuchados, vestidos de negro y apuntando con armas. Los perros no ladraban, así que la familia se despertó cuando los policias gritaron: «¡Abran la puerta!». A mi mamá le costaba hablar y la policía insistía en que iban a botar la puerta, entonces mi papá abrió, lo echaron boca abajo y lo detuvieron. El suelo estaba helado y mi papá sólo tenía una camisa delgada.

2. Tralcal señala que despertaron a toda la familia y los pusieron boca abajo, luego revisaron debajo de las camas y los encerraron en una pieza.

—No sabíamos por qué la PDI estaba así. Pensamos que quizás hubo un atentado y que habían hecho allanamientos de rutina. Al menos así fue cuando carabineros asesinó a Matías Catrileo en 2008, a 8 kilómetros de aquí, y el Grupo de Operaciones Especiales de Carabineros (GOPE) realizó un despliegue como de película. Nos acordamos de esa situación y pensamos que quizás esto era por algo similar. Estábamos tranquilos, pese a que habían más de cien policías en el sector.

La familia Tralcal intentaba mantener la calma, pero tenían mucha angustia porque los llenaban de preguntas y nadie les explicaba qué era lo que estaba pasando y por qué venían a molestarlos en la madrugada.

—Una de las policías vio que teníamos hectáreas de frambuesas y que en una de las piezas guardábamos como 100 cajas. Entonces empezó a preguntar dónde cosechábamos y cuánto teníamos. Parecía como si quisiera comprar.

Gloria le habló con tranquilidad a la policía para que se calmara y dejara de agredirles. Preguntó qué pasó y le dijeron que hubo un incendio, que José Tralcal al otro día iba a estar en su casa y que ellos sólo estaban haciendo su trabajo.

—De repente se fueron y nos dejaron salir. Una de las policías se despedía de nosotros como si fuéramos amigas. “Ándate luego no más”, pensaba. Igual le dije chao, porque una no va a dejar de ser educada. Después me fui a acostar, creyendo que solo andaban molestando y llevándose a gente que no era. Pensé que mi papá iba a volver al otro día.

Las sentencias de El Mercurio

El 21 de agosto de 2017 comenzó uno de los juicios más largos desde el inicio de la Reforma Procesal Penal, el juicio por el caso Luchsinger-Mackay, que tiene entre los acusados a José Tralcal y a su primo Luis Tralcal.

Un día antes, el diario El Mercurio publicó en la sección de reportajes una nota titulada: “Un apellido que se repite: Tralcal”, en la que informaban sobre el caso Luchsinger-Mackay y entrecruzaba la supuesta participación de Alfredo Tralcal en el caso “Iglesia”, delito por el que fue absuelto en abril de este año, y la muerte de Fabián Tralcal, comunero asesinado tras un confuso incidente.

—Ahí notamos que el apellido Tralcal está haciéndole peso a las familias adineradas de este país. Y eso está en la cabeza del presidente y de los altos poderes, porque El Mercurio es un diario que leen ellos—, señala Juan respecto a la persecución que ha realizado El Mercurio contra la familia Tralcal.

El 6 de enero de 2013, dos días después de la muerte del matrimonio Luchsinger-Mackay, El Mercurio publicó una nota titulada: “ Luis Tralcal Quidel, el “duro” del sector de Vilcún”, en el que señalaban que Luis recibió entrenamiento por parte de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC),  momento en el que supuestamente era líder de la Coordinadora Arauco Malleco (CAM), información desmentida por la familia Tralcal y por miembros de la CAM. Tres años después, Luis Tralcal sería involucrado en el caso Luchsinger-Mackay.

—Vemos cómo El Mercurio ha tratado de generar ese ambiente, de atacar y estigmatizar a la familia Tralcal, con el objetivo de que vayamos a la cárcel y que la sociedad nos mire como delincuentes, o incluso, en este caso, para que la Corte Suprema avale una condena. Vemos que El Mercurio tiene algo contra nosotros—, explica Juan Carlos.

En el primer juicio fueron declarados inocentes todos los involucrados en el caso Luchsinger-Mackay. En el segundo juicio, llevado a cabo en mayo de 2018, Luis y José Tralcal fueron condenados a presidio perpetuo, utilizando prácticamente como única prueba el testimonio de José Peralino, obtenido bajo tortura. El 10  octubre de 2018 la Corte Suprema, máximo Tribunal de justicia, revisaría la condena contra los Tralcal.

—Teníamos la esperanza de que se anulara la sentencia. Se supone que la Corte Suprema es independiente y actúa sin presiones—, recalca Juan.

Sin embargo, el 30 de septiembre de 2018, El Mercurio filtró la resolución de la Corte Suprema, señalando que se condenaba a 18 años de cárcel a José y Luis Tralcal y a 5 años de libertad vigilada a José Peralino.

—En ese momento me cuestionaba mucho cómo la Corte Suprema puede filtrar esa información o cómo El Mercurio podría tener presiones a ese nivel. Y ahí nos dimos cuenta de lo que históricamente ha pasado: El Mercurio genera las políticas contra el pueblo mapuche.

Al día siguiente, Juan Carlos Tralcal viajó a Santiago para entregar una carta a Haroldo Brito, presidente de la Corte Suprema, y repudiar la filtración de El Mercurio. Sin embargo, eran las 11 de la mañana, el sol pegaba fuerte y no había prensa, ni micrófonos, sólo las miradas esquivas de los transeúntes santiaguinos. Entonces, Juan se ató el Trarilonco (cintillo mapuche) a la cabeza y frente al máximo Tribunal de justicia rompió la edición de El Mercurio.

—Hablé con los periodistas que escribieron la nota para corroborar la información, y ellos me decían abiertamente que estaba todo arreglado. Noté que tenían mucha confianza con los ministros. Algo grave. No tendría por qué ser así. Traté de juntarme informalmente con la periodista que firmó la nota, por un tema de humanidad, por último para poder tranquilizarnos, pero ella me dijo que no, que si quería hablar con ella tenía que ser junto a su editor en la oficina de El Mercurio. Una oficina llena de guardias, me iban a mirar como el hijo del delincuente, así que preferí no hacerlo. Por otra parte, hasta hoy, Haroldo Brito (presidente de la Corte Suprema) no ha respondido nuestra carta-, relata.

El 10 de Octubre, la Corte Suprema condenó a las comuneros mapuche, ratificando la información filtrada por El Mercurio. A las afueras de la Corte Suprema, los medios de comunicación rodearon de cámaras a Juan Carlos. Él los enfrentó con dignidad y luego hizo resonar entre las paredes rígidas del Tribunal un doloroso Marichiweu (en mapudungun: cien veces venceremos).

Como un corazón

El canal Itinento, construido hace años gracias a la insistencia y trámites que hizo José Tralcal, riega en silencio los cultivos del Lof LLeupeco y de diferentes territorios mapuche. Sus sueños continúan alimentando la tierra y las hortalizas mientras afuera deja de llover. Ahora el ruido es de la tetera y de los gallos que se pasean por el fogón.

La lluvia vuelve a regar con fuerza el cultivo de frambuesas y las hojas de los Hualles. Ahora estamos sentados alrededor de la cocina a leña. Hemos llenado varias veces la tetera y gastado un montón de cucharadas de miel para endulzar el mate.

María acomoda una muñeca mapuche de género y relata: “José era bueno como dirigente, sacaba varios proyectos y la gente lo quería. Eso le molestó a las autoridades”.

Desde la noche del 30 de marzo de 2016, José Tralcal, estuvo casi un año en prisión preventiva en la cárcel de Temuco acusado de participar en el asesinato del matrimonio Luchsinger-Mackay. En ese tiempo, Juan ya pensaba en hacer su tesis sobre la sismología del volcán Villarica.

—El respeto a la vida es algo que mi papá nos ha transmitido. Me da rabia que la gente estigmatice a los mapuche, y piensen que mi papá o Luis pudieron haber asesinado al matrimonio Luchsinger-Mackay. Los ven como delincuentes y la verdad es que ellos respetan mucho la vida, jamás harían algo así-, recalca Juan Tralcal, aclarando la conexión que tiene su familia con la vida de las personas, la naturaleza y los animales.

Juan Carlos piensa en terminar su tesis sobre la sismología del volcán Villarrica y denunciar, junto a los abogados del Centro de Investigación y Defensa Sur (CIDSUR), las irregularidades del caso frente a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), esa misma instancia internacional que condenó en 2014 al Estado de Chile por violaciones a los derechos humanos derivadas de procesos judiciales irregulares en los que se aplicó la Ley Antiterrorista a personas mapuche.

—Entiendo que a la Corte Interamericana llegan casos muy excepcionales, donde se violan derechos fundamentales, y para eso se necesita presentar harta información y tienen que ser casos con connotación política. En este caso, lo que tendría peso es que está enmarcado en el conflicto mapuche contra el Estado chileno, considerando que José Tralcal y Luis Tralcal eran dirigentes mapuche, que estaban defendiendo el agua y recuperando territorios.

Luego aclara que su camino, en relación a este caso, tiene fin, pero su entrega hacia su pueblo no. “Desde que nacimos somos así, somos parte del pueblo mapuche”, comenta.

Juan sale afuera a acariciar a sus perros. Mira los árboles y respira profundo: lleva con orgullo el apellido Tralcal. El sol se esconde mientras el Canal Itinento continúa regando, como un corazón, las venas profundas de la tierra.

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