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La Huelga Feminista y los hombres antipatriarcales

Por: Roberto Fernández Droguett | Publicado: 07.03.2019
La Huelga Feminista y los hombres antipatriarcales WhatsApp Image 2019-03-04 at 18.52.18 | Alien Diaz // Agencia Uno
Las mujeres movilizadas han sido claras. Dado el relegamiento histórico del que han sido objeto, ellas son las protagonistas, no nosotros. Sin embargo, esto no debería implicar pasividad de nuestra parte, sino pensar cómo desde una posición no protagónica podemos apoyar y colaborar de manera pertinente.

Después del Mayo Feminista de 2018, las luchas por los derechos de las mujeres y en contra del patriarcado en sus distintas expresiones y niveles ha cobrado una visibilidad sin precedentes, aunque cabe destacar que no son nuevas sino que tienen antecedentes que van desde las luchas organizadas de las mujeres obreras del Siglo XIX, hasta las reivindicaciones feministas presentes en el movimiento social por la educación del año 2011.

En este marco, la conmemoración del Día Internacional de la Mujer ha ido adquiriendo cada vez mayor relevancia, pasando de ser una fecha en la que se recuerdan estas luchas y sus protagonistas, a ser también una fecha de movilización y protesta en la que se ha recuperado el método de la huelga como herramienta histórica de lucha. Este año, la preparación de la Huelga Feminista del 8M ha estado marcada por una serie de intervenciones en el espacio público y una importante presencia de temáticas y mujeres feministas en los medios de comunicación. Las demandas son múltiples y las formas de acción también, pero el protagonismo ha sido de las mujeres.

Y si bien las exigencias relativas a terminar de una vez por todas con la violencia hacia las mujeres, el acoso y abuso sexual, la discriminación en todos los ámbitos de la vida, y la reivindicación de sus derechos, las atañen directamente y requieren respuestas urgentes y radicalmente a la altura de las circunstancias, los cambios sociales, culturales y políticos que implican estas respuestas conllevan transformaciones de corto, mediano y largo plazo que abren la posibilidad de una vida mejor no solamente para las mujeres, sino que para todos, incluyendo a hombres y personas con múltiples identidades sexuales y genéricas.

Entendiendo que el feminismo tiene múltiples expresiones y posiciones, sus fundamentos radican mayormente en una crítica al sistema de opresión y dominación patriarcal que se expresa en violencia y discriminación en los distintos ámbitos de la vida (cotidiana, familiar, laboral, universitaria, etc.). Si bien las mujeres son sus principales víctimas, y los hombres sus principales victimarios, ser hombre o ser mujer no implican necesariamente un determinismo de la posición que asumimos frente a lo que está sucediendo.

No todas las mujeres se identifican con esta ola feminista, de la misma manera que no todos los hombres la rechazan. Más aún, desde perspectivas donde se considera que las expresiones contemporáneas del patriarcado están intrínsecamente articuladas con el sistema neoliberal, las luchas feministas no solamente son luchas a favor de las mujeres, sino que también son luchas por transformaciones significativas de la sociedad; transformaciones que nos involucran a todas y todos. Basta con recordar las diferencias salariales entre hombres y mujeres, los cobros desiguales y abusivos en las isapres, la falta de reconocimiento de las tareas domésticas y de cuidado, la inexistencia o insuficiencia de mecanismos de resguardo frente al acoso y el abuso, no solamente en los recintos educacionales sino también en contextos laborales, las limitaciones aún existentes en términos de derechos sexuales y reproductivos, y una larguísima lista de situaciones que operan bajo una lógica sistémica global que debe ser combatida en todos sus frentes.

En este contexto de intensa movilización, cabe preguntarse qué rol podemos jugar los hombres que adscribimos a las reivindicaciones y propuestas del movimiento feminista. En redes sociales circulan las propias orientaciones que el movimiento ha propuesto, de modo de favorecer que todas las mujeres puedan sumarse a esta huelga, como reemplazar a las mujeres en sus puestos de trabajo, en labores domésticas y de cuidado, apoyar a las mujeres de nuestro entorno para que puedan sumarse a la huelga y sus actividades, difundir estas actividades y sus consignas, y en términos más generales, aprovechar la ocasión para repensar y cuestionar nuestra posición histórica de privilegios y empezar a implementar nuevas formas de masculinidad que vayan rompiendo con nuestros modos patriarcales de relacionarnos.

Sin embargo, más allá de lo relevante de estas formas de apoyo, esta instancia es un buen momento para desarrollar una reflexión más profunda y sistemática sobre el lugar que podemos asumir los hombres que no nos identificamos con una masculinidad patriarcal y heteronormativa. Si bien muchos de nosotros podemos sentimos profundamente identificados con esta movilización, probablemente estemos transitando por momentos de incertidumbre respecto de nuestro lugar en el apoyo a estas luchas. Pero las mujeres movilizadas han sido claras. Dado el relegamiento histórico del que han sido objeto, ellas son las protagonistas, no nosotros. Sin embargo, esto no debería implicar pasividad de nuestra parte, sino pensar cómo desde una posición no protagónica podemos apoyar y colaborar de manera pertinente.

En este sentido, un primer aspecto a considerar es que los lineamientos de apoyo a la huelga no deberían circunscribirse a la movilización, sino que debería ser parte de la cotidianeidad. Asumir labores de cuidado y domésticas, favorecer no solamente la participación sino un protagonismo central de las mujeres que nos rodean, tanto en la familia, las amistades, el trabajo, las organizaciones políticas, desarrollar y mantener mecanismos de cuestionamiento y transformación de nuestras creencias y conductas machistas y sexistas, deberían ser prácticas permanentes y sistemáticas.

Se ha señalado en reiteradas ocasiones la necesidad de que los hombres seamos capaces de reconocer y problematizar nuestra posición de privilegio histórico, de modo de ir abandonando pensamientos, actitudes y conductas sexistas, machistas y discriminatorias. Esto implica no solamente revisar nuestra posición, tanto a nivel de género como a nivel individual, sino que esta revisión se haga desde los supuestos y discusiones feministas, de modo de sentar las bases de un dialogo y una colaboración que tenga el horizonte compartido de la igualdad entre hombres, mujeres y sujetos con otras identificaciones de género en un nuevo marco de relaciones sociales.

Como también lo han señalado muchas feministas, esta revisión es tarea y responsabilidad de los propios hombres. Depende de nosotros formarnos y transformarnos, de nadie más, y no podemos acusar falta de información o de entendimiento cuando las condiciones actuales de producción y circulación del conocimiento están disponibles para todos, y más aún cuando las mujeres movilizadas han elaborado protocolos, petitorios, documentos y una gran cantidad de material que circula por Internet y las redes sociales, además de su presencia, importante pero aún insuficiente, en los medios de comunicación.

El feminismo nos ha mostrado una y otra vez que, como decía Simone de Beauvoir, la mujer no nace, sino que se hace, y la Ola Feminista y la actual movilización en curso nos ha mostrado cómo las mujeres se está construyendo a sí mismas llenas de fuerza y valentía, de un modo diferente y con un horizonte no solamente de derechos sino también de transformación social. Qué mejor ejemplo e inspiración para que los hombres demostremos que tampoco nacemos siendo machistas ni patriarcales, y que podemos hacernos y relacionarnos con las mujeres y entre nosotros de otro modo, sin violencia, sin acoso, sin discriminación.

Sin embargo, dado nuestros modos de socialización y la cultura fuertemente machista en la que seguimos viviendo, este es un desafío arduo que requiere de toda nuestra convicción y esfuerzo, ya que ninguno de nosotros está libre de estas actitudes y conductas que, aún sabiendo que queremos y podemos cambiar, nos han acompañado desde siempre. Es una responsabilidad personal y política asumir que los cambios no son automáticos y que no basta con declararse en contra del machismo para dejarlo de serlo.

Probablemente, sigamos al menos por un tiempo sin entender algunas cosas, equivocándonos en otras, reiterando conductas que quisiéramos no repetir. Como todo cambio personal, colectivo, cultural y político, necesitamos dialogar, colaborar, actuar conjuntamente y con horizontes claros y compartidos. Lo importante es comenzar a avanzar decididamente en este camino que ha abierto la Ola Feminista y que se mantiene y refuerza con la Huelga de este 8M, sin perder de vista que ahora debemos ocupar un lugar diferente al que hemos tenido históricamente, de modo de no volver a repetir el error y el horror de terminar hablando o actuando por ellas. Debemos hablar y actuar por nosotros mismos desde nuevos parámetros que permitan avanzar conjuntamente hacia una sociedad igualitaria que deje atrás el patriarcado y sus violencias y discriminaciones.

Roberto Fernández Droguett