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Ser camiona en Chile: El orgullo de las mujeres no disponibles para los hombres

Por: Vanessa Vargas Rojas | Publicado: 08.03.2019
Ser camiona en Chile: El orgullo de las mujeres no disponibles para los hombres camionas-lesbianas |
Mónica, Nicole, María Pía y Carolina: cuatro mujeres abierta y desacomplejadamente lesbianas, cuatro camionas que sufrieron atentados contra sus vidas. A pesar del odio y el miedo, las que sobreviven a la violencia van por las calles desafiando la heteronorma, evidenciando su gusto por las mujeres e invitando a otras a romper con lo aprendido. «Es una forma de ser mujer, que trata de decirle al mundo que no estamos disponibles para los hombres y yo creo que por eso genera tanto odio», resume Viviana Díaz, quien integra Torta Golosa.

Mónica Briones fue asesinada un día después de cumplir 34 años, el 9 de julio de 1984. La noche antes, la escultora de riguroso cabello corto y ojos claros había planificado ir con sus cercanos a la discoteca Atlantis. Pero algo pasó que los planes cambiaron luego de pasar a buscar a su amiga Gloria del Villar: ambas se separaron del grupo y terminaron celebrando en el Bar Jaque Mate, cercano a Alameda. La capital vivía días de temporal y desapariciones.

Mónica y Gloria esperaban micro en la esquina de Merced con Irene Morales cuando fueron abordadas por un sujeto alto y rubio, al que algunas crónicas han descrito con aspecto militar. Antes de que ambas pudieran reaccionar, el hombre tomó a la pintora del cuello y la empujó al suelo.

—¡Así quería encontrarte, lesbiana!

Primero fue una patada. Luego vinieron muchas otras, propinadas con una bota militar que terminó por destrozarle el cráneo. Gloria se abalanzó sobre el sujeto para defender a su amiga y recibió un golpe en el estómago que la lanzó lejos. A los minutos, Mónica agonizaba en el suelo. Y cuando llegó la policía, escribió Pedro Lemebel, “nadie había visto nada, nadie se atrevía a dar información sobre esos monstruos, seguramente CNI, que se desplazaban libremente en el Santiago de la botas”.

La furiosa golpiza ni siquiera fue recogida por la prensa. El caso se reabrió en 1985 por petición de la familia y cerró casi diez años después, sin determinar responsables. Sólo existen indicios de una relación que la escultora mantenía con una mujer casada, vinculada a agentes de la CNI. Ella misma le comentó a amigas, meses antes del ataque, que sentía que la seguían. Hasta hoy, sin embargo, solo son teorías sobre lo que ocurrió esa madrugada de invierno.

Mónica Briones, quien había elegido mostrarse como una lesbiana visible en plena dictadura, se convirtió en la primera víctima de lesbofobia que salió a la luz en Chile. Poco después, del dolor y la impunidad ante el crimen nació la primera señal de organización lésbica en el país, el colectivo Ayuquelén.

monica briones

Ni por miedo quiso dejar su forma de vestir

Cuando Nicole Saavedra caminaba por las calles de Quillota con su ropa de buzo, jockey y pantalones anchos, más de alguno se le quedaba mirando. A sus 23 años, la estudiante de técnico en Prevención de Riesgos ya estaba acostumbrada a omitir las miradas burlonas que se posaban sobre su cuerpo y los gritos de los hombres –vecinos de su población en El Melón– que resonaban a su espalda buscando amedrentar su identidad camiona.

Pero las burlas nunca la cambiaron. Fiel a su estilo, Nicole mantuvo su pelo corto y el look con el que parecía sacudir la heternorma del pueblo que la vio crecer. Ella decía que no le importaba, cuenta su prima María Bahamondes, pero de todos modos le hacía daño.

—Ni por miedo quiso dejar su forma de vestir y su forma de amar. Lo que sí sé que igual le dolía que la insultaran, porque eran muy hirientes. Nicole nunca vio la maldad, hasta justificaba algunos actos de violencia. Ella lo soportaba sola, pero nos contaba cuando era mucho, porque sabía que si yo debía pelear con el mismo diablo lo hacía.

El 18 de junio de 2016, mientras regresaba a casa de una fiesta, Nicole desapareció. Una semana después, su cuerpo fue encontrado depilado y maniatado en el embalse Los Aromos de Limache. Tenía una data de muerte reciente y señales de tortura. Otra camiona, otra lesbiana visible ante los ojos de la sociedad patriarcal, había sido asesinada.

“Las quieren castigar por asimilarse a ellos porque para el macho son un peligro, pero la verdad no sé qué se les pasa a estos machos cobardes por sus cabezas para atacarlas, violarlas y golpearlas hasta la muerte, no quiero ni siquiera lograr entender cómo pueden llegar a ese nivel de quitarles la vida”, reflexiona María, quien desde entonces lidera la lucha de la familia contra la impunidad, en un crimen de odio que a casi tres años sigue sin responsables identificados.

La prima de Nicole cree que la justicia llegará un día, aunque asegura que morirá de dolor cuando vea el rostro de los responsables. Hasta hoy está convencida de que quienes atacaron a la estudiante la conocían.

—Siempre he sentido que Nicole sufrió más por quienes fueron, siento que ella los conocía. No sé de dónde pero creo que no fuera un extraño.

María opina que mientras los agresores de lesbianas sigan viendo que es fácil esconderse tras cometer un ataque, no habrá tranquilidad para ellas. Y recuerda el caso de María Pía Castro, la joven promesa del fútbol femenino en Limache, quien fue encontrada calcinada en el sector El Pangal en 2008. Pese a que la autopsia demostró que la futbolista murió asesinada de un golpe en el cráneo antes de que su cuerpo fuera quemado, la investigación nunca avanzó y finalmente prescribió el año pasado.

“Van a seguir atacando y queda demostrado ahora con la terrible golpiza de Carolina, por eso necesitamos que los fiscales le den más dedicación a casos tan graves como estos”, recalca Bahamondes, exigiendo cambios a la ley Zamudio que amparen a las mujeres lesbianas. También apunta a lo estructural: “Comencemos por nuestros hogares, colegios y amigos a respetar a todas las personas”, dice.

nicole saavedra

Somos una invitación a otras mujeres

Viviana Díaz es una de las voces del dúo lésbico Torta Golosa y miembro de la Red Con las Amigas y en La Casa. En “Las camionas”, una de sus canciones en Youtube -que son todo un éxito en las marchas feministas- junto a Andy rapean: “Nos gusta que de lejos se nos note lo lesbiana / No somos queer, estamos en abda yala / No damos explicaciones si el deseo se derrama / Héteronormal, temblarás con nuestras ganas”.

Además de encender el perreo tortillero y feminista, Viviana, quien utiliza su cabello corto, tiene la piel morena y usa lentes de marco grueso, es también médica y estudió en la Universidad de Chile, donde denuncia haber sufrido lesbofobia de parte de compañeros y profesores. Del mismo modo, ha vivido violencia física de parte de desconocidos y agresiones verbales y psicológicas de parte de su madre, entre otras manifestaciones de odio.

—Lo que me gusta de ese término (camiona) es que en todos los territorios existe una forma de nombrar a una mujer que no responde a lo esperado para la feminidad, pero que es también una forma de ser mujer, que trata de decirle al mundo que no estamos disponibles para los hombres y yo creo que por eso genera tanto odio.

Viviana se describe como una “camiona chica, morena, con rasgos mapuche y que se reivindica mapuche, con el pelo negro pincho y me visto de una manera”. A raíz de su imagen, dice, la juzgan por todo, hasta su capacidad adquisitiva. Lo nota por cómo la tratan en los aeropuertos. Lo siente cuando espera por ser atendida en algún lugar o cuando menosprecian su trabajo. Incluso ha sufrido discriminación dentro del propio movimiento feminista.

—Al camionar así y ser ese tipo de mujer estamos diciendo cuál es nuestro tipo de deseo. En la calles los hombres pueden hacer todo lo que quieren y el único deseo que se puede expresar es el de ellos. Lo que pasa con una camiona es que también está expresando públicamente su deseo y eso obviamente no está permitido para las mujeres.

A su juicio, cuando una de ellas camina por la calle no solo despierta odio. También provoca deseo, esperanza y curiosidad en otras mujeres. Las miradas expresan y las mujeres saben comunicarse a través de ellas, incluso cuando asedia el odio patriarcal. Incluso cuando espera, en cualquier rincón, la agresión cobarde.

“Efectivamente salir al espacio y desafiar la heteronorma es un riesgo que puede ser mortal para las mujeres lesbianas, como cualquier desacato que tengamos las mujeres. Incluso sin desacatar estamos en peligro de muerte. El nombrarse lesbiana es un desacato imperdonable, porque además no nos vamos a reproducir en la construcción de familia heteronormada. De hecho, las más toleradas son aquellas que forman familia y de que alguna manera responden a lo que se espera de una mujer o de una familia clásica”, explica.

Aunque Viviana reconoce sus privilegios al haber accedido a educación universitaria y a una carrera tradicional, plantea una diferencia sobre la clase social. “Ser camiona es una marca de clase”, precisa. Y por ello, no cualquier mujer lesbiana que se masculinice lo es.

—El camiona se ha utilizado siempre con un insulto, no así la androginia, que está súper de moda. La camiona es la lesbiana no disponible para los hombres, que resiste en la población y en sus trabajos, no la modelo andrógina. A ella no le van a decir marimacha ni machorra. En todos los lugares hay formas de nombrar a esas lesbianas molestas, feas, empobrecidas.

En la calle el riesgo siempre es permanente. Quizás por ello Viviana sigue reduciendo sus expresiones de cariño a otras mujeres en la vía pública. “Si tomo de la mano o doy un beso siempre tengo un ojo abierto. Estoy atenta a la amenaza”, se sincera. Y cuando toca defenderse, “lo hago extremando la camionez al punto de esperar que el otro crea que soy hombre para que me dejen tranquila”.

Desde la provocación de sus líricas, las rimas de Torta Golosa han evidenciado más que alguna rostro de incomodidad entre los varones que han asistido a anteriores marchas feministas. En los últimos años, Torta Golosa ha sido número fijo en el escenario al finalizar el recorrido, llegando a Los Héroes.

—Somos una invitación a otras mujeres. La existencia de las camionas en las calles hace que las niñas vean que hay otra posibilidad de ser en el mundo, que no es la mierda que nos ofrece la feminidad, la heterosexualidad. Y creo que es la amenaza más importante, porque si toda mujer se da cuenta que existe un lugar más libre, lo va a tomar.

Resignificación del ser camiona

Mónica, Nicole, María y Carolina: cuatro mujeres abierta y desacomplejadamente lesbianas, cuatro camionas que sufrieron atentados contra sus vidas. Sólo una de las cuatro sobrevivió.

“Son mujeres que no tienen (o tuvieron) miedo a expresarse, ni que los demás se dieran cuenta que eran lesbianas y eso es muy castigado en la sociedad o incluso por el propio colectivo LGBTI”. Así explica Nik Mac-Namara, psicóloga especialista en personas de la comunidad LGBTI y mujeres, los rasgos en común que hay entre ellas. Según la experta, “al reivindicarte como lesbiana y camiona dejas de ser atractiva para el consumo masculino, que es un requisito muy interiorizado en nuestra cultura para ser una mujer una aceptable”.

Su forma de mostrarse, de actuar y de relacionarse sexo-afectivamente es castigada porque rompe con el sistema patriarcal y la posición de la mujer establecida en los códigos heteronormativos que hasta hoy rigen en la sociedad patriarcal. “No sólo incumplen su rol, basado en reproducirse y ser madre, sino que también rompen con otras de las funciones que tanto nos imponen y que tenemos naturalizadas, como ser objeto sexual y de consumo”, precisa Mac-Namara.

A modo de ejemplo, la psicóloga cuenta que en América Latina las pornografías más buscadas en internet son las de lesbianas. Y eso, según ella, tiene una explicación: son los hombres heterosexuales quienes la consumen bajo una lógica de «te perdono que seas lesbiana y que no quieras reproducirte conmigo siempre y cuando me entretengas, me excites y me calientes”, apunta.

Sobrevivir a una triple discriminación –por ser mujer, lesbiana y reivindicarse como tal, es decir, ser camiona– sólo puede hacerse cuando una logra reapropiarse de esa palabra que en algún momento fue despectiva. «Se llama resignificación», dice Mac-Namara. La estrategia pasa por tomar experiencias o situaciones dañinas, lograr darles la vuelta y fortalecerse con eso hasta sentirse orgullosa.

—Es muy recomendable hacerlo porque si agarras la ofensa o aquello con lo que te están intentado hacer mal y lo resignificas, la persona pierde las razones y argumentos de su ofensa. Y junto con eso, su poder de dañarte-, afirma la psicóloga.

De la mano del orgullo del ser camiona, la organización lésbica crece, educa y construye su espacio propio en el movimiento de mujeres que se expande en cada rincón del país. En Quillota —donde hoy se reivindica la memoria de Nicole y María Pía— y en todas las ciudades donde una torta sale a sacudir el espacio público por el mero atrevimiento de ser lesbiana y hacerse visible, desafiando el miedo.

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