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El cuidado de los niños y el jardín infantil en tiempos de desconfianza

Por: Valentina Peri | Publicado: 20.03.2019
El cuidado de los niños y el jardín infantil en tiempos de desconfianza jardin | Foto: Agencia Uno
No se puede proponer a los niños que vayan al Jardín Infantil solo para que los padres puedan trabajar. Tampoco se le puede proponer a los adultos que matriculen a sus hijos en el Jardín exclusivamente para que sean cuidados mientras ellos trabajan para subsistir. Esto requiere de una importante tarea: revisar las condiciones laborales para quienes cuidan a niños, especialmente para las mujeres, que son quienes se dedican principalmente a las labores de crianza en nuestro país.

El ingreso al Jardín Infantil es un tiempo que evoca muchas ansiedades y preocupaciones en quienes son responsables del cuidado de niños pequeños. ¿A qué edad mi hijo debería ir al Jardín Infantil? ¿Cuál es el mejor Jardín, cerca de mi casa o trabajo, para matricular a mi hijo? Son preguntas frecuentes y que intentan hallar respuesta en diversos grupos de las redes sociales, formados por padres que anuncian y denuncian lo “mejor” y “peor” de cada establecimiento, en búsqueda de garantías que aseguren el buen cuidado de sus hijos. Incluso hay quienes prefieren dejar a los niños en casa a cargo de una Educadora, en lo que se ha denominado “Home School”.

Las inquietudes son más intensas para los padres y niños cuyo ingreso al Jardín implica que sean cuidados por primera vez por otros, fuera de un espacio familiar.

Esta primera separación en el vínculo temprano, supone una serie de operaciones psíquicas tanto en el niño como para sus padres. Por su parte, el niño deberá ajustarse a nuevas modalidades de cuidado: ya no serán los brazos, tiempos, ritmos y olores de siempre, sino que se envuelve en un sostén de cuidado compartido, a cargo de una institución. Por parte de los padres, deberán retomar o encontrar otras funciones satisfactorias además de las de cuidado, junto con otorgar al niño palabras que permitan simbolizar y elaborar esta separación.

Este tránsito será más fácil o difícil según la relación e historias del vínculo temprano. De igual modo, todos requerirán de lo que se ha mal llamado “tiempo de adaptación”, que no es tanto un acomodarse uno a los otros, sino un tiempo necesario para conocerse y sentirse seguro. La clave será la confianza de los unos a los otros: confianza en el vínculo pero también en lo social, es decir, en aquello que se podrá encontrar fuera de las cuatro paredes del hogar. Este punto es central.

Para que padres y niños puedan atravesar los procesos de separación, no se requiere sólo de un trabajo de elaboración psíquica, sino que también de condiciones sociales que posibiliten y sostengan que padres e hijos puedan hacer uso de otros espacios sociales.

En Chile, contamos con alarmantes cifras de violencia y desconfianza en los otros y en las instituciones. En mi experiencia clínica en Casa del Encuentro y en mi consulta particular, escucho transversalmente de padres y madres de distintos sectores sociales, cómo estos números se traducen en una fuerte desconfianza hacia quienes cuidan a los niños: colegios, jardines, iglesias, guarderías, etc. El abuso, la violencia y el maltrato, son figuras que a veces aparecen como fantasmas y también como realidad a la que debieran enfrentarse los niños fuera de la casa. Situación que se ve aún más tensionada cuando los niños que entrarán al jardín infantil aún no hablan.

¿Cómo podrá entonces decir si le ocurrió algo? Belén Valdés reflexionaba sobre esto en una de nuestras columnas anteriores.

Cómo y para qué se cuida a los niños no es arbitrario, está siempre bajo el marco socioeconómico de la época. En Chile, la historia del cuidado de los niños se remonta a las civilizaciones prehispánicas, quienes contaban con sistemas de crianza enfocados en educar a los niños en función de sus actividades de trabajo. De igual manera, actualmente el Estado propone que la organización para el cuidado de los niños son las instituciones escolares, como instancia formativa necesaria para poder desempeñarse en el mundo actual.

Mucho se podría comentar sobre los fines de la educación y su inserción en la cadena socio-productiva de una sociedad. No obstante, lo que me parece relevante para pensar el ingreso al Jardín Infantil, es que el cuidado de los niños ha estado siempre al servicio de la sociedad, de la que el sujeto accede a ser parte y de la que el adulto a cargo desea que su hijo también la conforme. Será en la vida en sociedad donde se podrá dar lugar a satisfacciones y deseos de manera más creativa e interesante que en las relaciones familiares. De allí que el psicoanálisis proponga que para que un niño desee separarse del vínculo temprano, crecer e insertarse en la cultura deben los adultos mostrarles un futuro porvenir ¿cuál es la promesa que le ofrecemos hoy a los niños?

Recuerdo una tarde en Casa del Encuentro – programa de la Fundación Santa Ana que ofrece un espacio de socialización para la primera infancia y sus cuidadores- que estaba con una mamá y su hijo de 6 meses. También habían niños de 2 y 3 años bañándose en una pequeña piscina  en el patio. Como el día estaba caluroso, la madre prefirió no salir con su bebé, y lo ubicó cerca de la ventana para que pudiera mirar lo que hacían los niños mayores.

Junto con la madre, íbamos nombrando a su hijo las cosas y situaciones que sucedían afuera: “mira la piscina, ¡cuánta agua tiene!”, “ahora va a saltar Josefa al agua”, “los niños están jugando a la pelota”, y el bebé se sorprendía con todos los movimientos y risas que habían en el exterior. Los niños, mientras jugaban afuera, también estaban atentos a la mirada del lactante, al que le iban acercando juguetes, sus manos mojadas e insectos que descubrían en el patio ¡Cuántos intercambios sociales infantiles pude ver ese día!

Sin necesidad de un programa de estimulación temprana, ni una pauta de psicomotricidad o juegos socializantes, los niños y adultos fueron mostrándole a ese bebé el gozo de la vida en sociedad, incentivándolo a moverse, ponerse de pie, y levantar su cabeza.

Muchas veces se piensa que los niños deben socializar cuando ya pueden jugar con otros de su edad. Sin embargo, es el simple encuentro con otros adultos y bebés lo que promueve las graduales separaciones del niño con su padres. No hay mejor programa de estimulación temprana, integración sensorial y desarrollo del lenguaje que la vida en sociedad. Es el placer de lo que se encuentra allí lo que invita a los niños a desarrollar su autonomía, condición de la inserción social en calidad de sujetos de su propio deseo, y de su creatividad social en plena responsabilidad de su comportamiento.

Los Jardines Infantiles, como representante de la sociedad y organización colectiva de cuidado, tienen el potencial de ser un gran nido cultural y vincular que acoge a niños con sus familias, siendo un semillero de sujetos sociales.

No se puede proponer a los niños que vayan al Jardín Infantil solo para que los padres puedan trabajar.  Tampoco se le puede proponer a los adultos que matriculen a sus hijos en el Jardín exclusivamente para que sean cuidados mientras ellos trabajan para subsistir. Esto requiere de una importante tarea: revisar las condiciones laborales para quienes cuidan a niños, especialmente para las mujeres, que son quienes se dedican principalmente a las labores de crianza en nuestro país.

Si la mujer debe someterse a trabajos en donde no hay posibilidades de intercambios sociales y creativos (algo que ocurre mayoritariamente en las clases más bajas), allí no hay ningún porvenir por el cual una madre desee separarse de su hijo; y el hijo tampoco ve en la separación temprana una posibilidad de desarrollo. Por otro lado, si es que el Jardín Infantil es percibido solo como una institución de cuidado, y no como una instancia de formación para la vida en sociedad, aparecen demandas inabarcables de los apoderados respecto de cómo deben ser tratados sus hijos.

Pienso que muchas veces lo que se vuelve difícil en el ingreso al Jardín, es la ausencia de condiciones sociales que puedan sostener este tránsito del interior al exterior de la familia. Si lo que un bebé y su madre miran por la ventana es solo amenaza y no supone ninguna satisfacción, no hay deseo más allá de lo que se pueda encontrar en el seno del hogar.

Quizás las bajas cifras de asistencia al Jardín Infantil, en los sectores sociales más bajos, previo a los 3 años tienen que ver con esto ¿qué condiciones sociales y laborales se ofrecen hoy para las mujeres que son madres? ¿qué otra vía, además de la maternidad, para desarrollarse? ¿qué se le ofrece a los más pequeños en la vida en sociedad? Hay aquí una tarea política pendiente.

Los Jardines Infantiles son la puerta de entrada a la vida en sociedad. Este es su gran valor educativo. Allí los niños hallarán sus primeros amigos, descubrirán modos de desenvolverse en el mundo nuevos y diferentes a los presentados por sus padres, y aprenderán a lidiar con los primeros devenires del encuentro con otros: enfermedades, mordiscos y agresiones ¡cuántos aprendizajes sociales en los primeros años de vida! El desafío de los padres está en volver confiar en el valor de los espacios sociales para la primera infancia, y así, enseñar a confiar a los niños para nutrirse de la vida en sociedad.

Valentina Peri