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Formación ciudadana en las escuelas: Un imperativo para la democracia

Por: Marco Ávila | Publicado: 20.03.2019
Formación ciudadana en las escuelas: Un imperativo para la democracia mineduc-edificio-A |
Durante el año 2018 no se diseñaron ni distribuyeron orientaciones para los directivos escolares; no se realizaron nuevas herramientas curriculares que apoyasen a los docentes en prácticas concretas de ciudadanía. Es el momento de comprender que la Formación Ciudadana es una competencia que nos habilita para la construcción de lo público; la valoración de lo colectivo y la participación política. Todas estas actividades son inherentes a la naturaleza social del ser humano.

Existe hoy un consenso casi unánime sobre el declive de lo colectivo. Nos enfrentamos, desde hace un par de décadas, a un descenso de proyectos políticos que impliquen el involucramiento en el bienestar de los otros. La defensa de una agenda de derechos sociales entró en una permanente tensión con propuestas que disminuyen el papel del Estado (o la protección que de él se espera). Como señala el sociólogo Zygmunt Bauman, “al carecer de vías de canalización estables, nuestro deseo de asociación tiende a liberarse en explosiones aisladas…y de corta vida, como todas las explosiones”. Esta crisis de la modernidad podría ser permanente y socavar aún más los fundamentos de la democracia.

Una manifestación de esto último se observa en la representación política, enfrentándonos a un escenario de incertidumbre sobre qué tipo de proyecto político seremos capaces de implementar. De estas realidades surgen los populismos; los regímenes autoritarios; los desplazamientos y el terrorismo. Muchas de estas naciones fueron en algún momento Estados reconocidamente democrátios. Sabemos que si la democracia posee una característica es su fragilidad.

Chile no está ajeno a estos fenómenos mundiales y luego de muchos años de esfuerzos aislados, el ejecutivo tradujo estas preocupaciones en una política pública que se expresó en la Ley Nº 20.911. Esta exige a todos los establecimientos educacionales la elaboración de un Plan de Formación Ciudadana.

Desde el año 2015 el Ministerio de Educación impulsó diversas iniciativas que tenían como objetivo difundir y promover la construcción de estos planes, lo que en detalle significaba entregar ejemplos de acciones, modelos de prácticas escolares y herramientas de apoyo que ayudaran a estudiantes y profesores en la incorporación progresiva, por ejemplo, del interés por lo público; la conciencia sobre la pertenencia a una comunidad; el valor de participar de la vida democrática, entre otras competencias.  Cada una de estas acciones buscaba reposicionar a las escuelas y liceos como espacio primordial de socialización, pues en ella “se configuran actitudes, emociones, valores creencias, conocimientos y capacidades, tanto individuales como colectivas, que posibilitan las identidades y prácticas ciudadanas”, como señalara la investigadora Angélica María Ocampo-Talero.

Dada esta obligación, el Mineduc mantenía una activa agenda de colaboración con instituciones públicas y privadas; distribuía documentos orientadores para todos los establecimientos del país; se apoyaba en instituciones reconocidas, como la Biblioteca del Congreso Nacional o el Museo de la Memoria y los DDHH. Hoy en cambio, observamos con preocupación la ausencia en acciones concretas para promover la elaboración de este plan y una propuesta de apoyo a los establecimientos educacionales.

Durante el año 2018 no se diseñaron ni distribuyeron orientaciones para los directivos escolares; no se realizaron nuevas herramientas curriculares que apoyasen a los docentes en prácticas concretas de ciudadanía. Es el momento de comprender que la Formación Ciudadana es una competencia que nos habilita para la construcción de lo público; la valoración de lo colectivo y la participación política. Todas estas actividades son inherentes a la naturaleza social del ser humano.

El Plan de Formación Ciudadana es una oportunidad para que cada establecimiento, en palabras del reconocido pedagogo John Dewey, promueva que la “democracia es más que una forma de gobierno; es primaria­mente un modo de vivir asociado, de experiencia comunicada juntamente (…), equi­vale a la supresión de aquellas barreras de clase, raza y territorio nacional”. Es fundamental por tanto, que el Ministerio de Educación incluya en sus programas sobre calidad una propuesta sobre el rol de la escuela como primer espacio de socialización, incorporando apoyos concretos que ilustren a las familias, docentes y directivos cómo convivir democráticamente con otros.

Tal como plantea la filósosfa Hannah Arendt, víctima del nazismo en que derivó el sistema democrático alemán, “nadie puede ser feliz sin participar en la felicidad pública, nadie puede ser libre sin la experiencia de la libertad pública, y nadie, finalmente, puede ser feliz o libre sin implicarse y formar parte del poder político«. 

Marco Ávila