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Comentaristas del siglo XXI: La palabra en ausencia de pensamiento

Por: Rafael Berríos | Publicado: 22.03.2019
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¿Qué impulsa a estas personas a abandonar el sitial de lector crítico para transformarse en comentarista desatado? Yo diría que la posibilidad de desahogarse en la anonimia, la oportunidad de decir todo eso que los atraganta, todo eso que por nada del mundo dirían en voz alta frente al que gatilla su comentario. Porque no creo que esos “ciudadanos” sean capaces de enarbolar en vivo y en directo el “rojo culiao” o el “facho de mierda” que disparan a la más mínima provocación. Ni menos creo posible que el “ser humano” (si es que se le puede llamar así) que se refirió a los ciudadanos haitianos como “monos que infestan nuestras calles”, sea capaz de decírselo a la cara.

De vez en cuando sucumbo ante el impulso morboso de leer los comentarios que proliferan tras artículos, reportajes, crónicas y textos de difícil denominación, inspirados por los más diversos temas y motivos. Sé que no debería hacerlo, ni nadie, pero no puedo evitarlo.

No sé muy bien qué palabra podría describir con propiedad esa experiencia. Asombro, pensé en primera instancia, pero se me quedó corta. Estupefacción, desconcierto, incredulidad, conmoción, horror, pero tampoco fueron suficientes. Recurrí al diccionario y al habla popular, pero todas las posibilidades se quedaron cortas. Al final llegué a la conclusión de que debe ser una palabra en construcción, una palabra que aún no está ni en el consciente ni el inconsciente colectivo y que, lo más probable, saldrá de alguno de esos miles o millones de comentarios que engrosan ese enorme registro virtual de la infamia.

¿Quiénes están tras esos comentarios? Me siento tentado a decir que son ciudadanos comunes y corrientes, hombres y mujeres a simple vista como tú o como yo; trabajadores y estudiantes en su mayoría, con familias, fines de semana hogareños o de paseos, salidas con amigos o compañeros de trabajo; homo sapiens indiferenciables los unos de los otros, pero que esconden un sustrato de rencor, odio, insatisfacción e impotencia que emerge de vez en cuando en el espacio de desahogo o water en que se han convertido hoy los “Comentarios”.

¿Qué impulsa a estas personas a abandonar el sitial de lector crítico para transformarse en comentarista desatado? Yo diría que la posibilidad de desahogarse en la anonimia, la oportunidad de decir todo eso que los atraganta, todo eso que por nada del mundo dirían en voz alta frente al que gatilla su comentario. Porque no creo que esos “ciudadanos” sean capaces de enarbolar en vivo y en directo el “rojo culiao” o el “facho de mierda” que disparan a la más mínima provocación. Ni menos creo posible que el “ser humano” (si es que se le puede llamar así) que se refirió a los ciudadanos haitianos como “monos que infestan nuestras calles”, sea capaz de decírselo a la cara. Considero que es este anonimato el que los envalentona, la posibilidad de crear un usuario sin pasado, presente, ni futuro capaz de decir lo que sea sin que exista una consecuencia.

Lo que he podido constatar en las cadenas de comentarios que he sido capaz de leer es que no se ciñen al tema tratado por X autor, sino que a su persona, a poner en entredicho sus inclinaciones ideológicas, su moralidad, su sexualidad, su raza, su poca o nula cultura y cualquier otro aspecto susceptible de ser criticado y sobre el que creen tener la posibilidad, incluso el derecho (deben pensar) de cagarse en ellos.

Otra cosa que tal vez explica el cariz que han tomado los comentarios en este siglo, es que en este tipo de escritos se trastoca el circuito tradicional en el que el pensamiento precede a la palabra. Aquí es la palabra la que precede al pensamiento, o para ser más exactos, la palabra en ausencia de pensamiento. A simple vista (quiero creer) no existe una racionalidad operante y lo que está escrito ahí no es más que una manifestación espontánea de palabras acumuladas sin lógica en algo así como un cerebro, que emanan en cualquier momento cual vómito o excremento.

Si no fuera así, si tras los comentarios hubiera algo factible de ser llamado racionalidad creo que la palabra que debería usar y que no encontré al inicio, debería ser tristeza, pero una tristeza infinita, de esas que no hay posibilidad de superar y que, por lo tanto, la única manifestación posible tras la lectura de este tipo de comentarios sea el llanto, el lamento desgarrado por el presente y el futuro de la humanidad.

Rafael Berríos