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Ciudad y datos

Por: Isabel Serra | Publicado: 25.03.2019
Ciudad y datos datos |
El capitalismo de plataforma que basa su modelo de negocios en la extracción, análisis y venta de datos personales ha llegado a nuestras ciudades generando una serie de fenómenos políticos, económicos y sociales a partir de la automatización de nuestra propia experiencia urbana. Ahora somos los ciudadanos, la principal materia prima del modelo extractivista. El privado captura nuestra información, mejora sus procesos y productividad en búsqueda de mayores utilidades. El interés ya no es la propiedad ni los medios de producción; lo importante es ser dueños de la información.

Capturar, almacenar, analizar y vender datos es un tema que requiere ser regulado y discutido de manera urgente. La aceleración en el avance del data science ya no es una sorpresa. Así lo demuestra la incorporación en nuestro imaginario ideas como ciudades inteligentes, empresas disruptivas, trabajadores flexibles, ciudadanos empoderados, conceptos atractivos que traen algo más que la promesa de un futuro mejor.

La rapidez de estas transformaciones no ha permitido tomar distancia y analizar en profundidad la complejidad y magnitud del fenómeno. Es fácil maravillarse con los avances, la eficiencia, la higienización de los procesos y sobre todo con la inmediatez de los resultados, pero en materia de datos y ciudad, los profesionales que trabajamos en la construcción de la ciudad debemos estar atentos.

El capitalismo de plataforma que basa su modelo de negocios en la extracción, análisis y venta de datos personales ha llegado a nuestras ciudades generando una serie de fenómenos políticos, económicos y sociales a partir de la automatización de nuestra propia experiencia urbana. Ahora somos los ciudadanos, la principal materia prima del modelo extractivista. El privado captura nuestra información, mejora sus procesos y productividad en búsqueda de mayores utilidades. El interés ya no es la propiedad ni los medios de producción; lo importante es ser dueños de la información.

Uber y Airbnb son hoy los principales exponentes de este fenómeno. Procesan datos vinculando eficientemente demanda y oferta ociosa mediante una plataforma virtual, la cual sin intermediarios hace eficiente el proceso para reducir costos e incrementar beneficios económicos. Efectivamente el usuario ha podido acceder a alojamiento temporal a menor costo y otros han podido mejorar su movilidad dentro de la ciudad. Sin embargo, son oportunidades que solo tienen valor desde la individualidad.

En este sentido, asumiendo que la ciudad es el espacio de lo colectivo y de lo público por antonomasia, es que tenemos un problema. ¿Dónde está? En la extracción de datos individualizada y la construcción de algoritmos que guían la toma de decisiones, los cuales han ido automatizando y simplificando la experiencia urbana sin incorporar la variable colectiva de la ciudad. Estudios han determinado en el uso de Uber que se produce un reemplazo de viajes – que antes se hacían caminando o en bicicleta – por viajes motorizados en autos privados, contribuyendo a la congestión y contaminación de las ciudades. Por su parte, Airbnb ha generado gentrificación, especulación de precios y deterioro de barrios históricos debido a la expulsión de los vecinos.

Al no haber regulación, estas empresas no incorporan las externalidades negativas que estas actividades provocan en la ciudad y exacerban los problemas urbanos. El capitalismo de datos desregulado nos está llevando rápidamente a la dictadura de los algoritmos, que acrecienta los sesgos, la discriminación y la exclusión. Prontamente nos arrebatará el poder de lo colectivo y la ciudad dual, segregada y contaminada seguirá creciendo. Los datos, nuestros datos sirven para tomar, a conciencia, las decisiones que buscan mejorar nuestra calidad de vida, la de nuestros barrios y ciudades, por lo que el resguardo de lo colectivo y el bien común son urgente en estos momentos

Isabel Serra