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Todos fuimos testigos en Neverland

Por: Lorena Bojanic | Publicado: 28.03.2019
Todos fuimos testigos en Neverland michael-jackson-leaving-neverland |
El documental muestra a un abusador que, sostenido en su prestigio y reconocimiento social, en su aspecto infantilizado, desarrolla un actuar calculado y sistemático, desde el cual genera un primer acercamiento, aparentemente fortuito –un concurso de baile, un casting publicitario-, para luego construir la sensación en el niño, de ser especial, diferente, único. Más aún, tras un aparente deseo de ayudar, logra convertirse, para la familia, en un ser protector, alguien que los reconoce y valora.

Luego de escuchar los impactantes relatos de abuso sexual por parte de dos de las víctimas de Michael Jackson en el documental emitido por HBO Leaving Neverland, es muy difícil sostener que dichas experiencias no existen, que se plantee que estas historias se inventan para obtener algún tipo de ganancia, o que las víctimas infantiles lo viven desde la fantasía.

Impacta que niños de 7 y 10 años, ahora adultos, hayan sufrido diversos abusos sexuales que se reiteraron durante largo tiempo, y en un lugar que paradójicamente habían soñado conocer: Neverland.

Neverland aparece como un paraíso hecho a la medida para atraer a los niños, sobre todo a quienes, en ese entonces –años 90–, soñaban con conocer al llamado rey del Pop. El éxito, la fama y el poder, materializados en un paraíso de disfrute y goce, a escala infantil, era capaz de hacer soñar no solo a los niños sino también a sus padres, a sus familias.

Impresiona lo coincidente de dichos relatos, con los testimonios de otras víctimas –niños/as y/o adolescentes– abusadas por adultos del entorno cercano (profesores, sacerdotes, amigos de la familia). Al compartir sus experiencias dejan a la vista, entre otras dinámicas y vivencias, aquellas que dan cuenta del modo en que sus familias formaron parte de una suerte de encantamiento, que les hacía atribuir valores positivos a este adulto de supuesta confianza. Esto implicaba que poco a poco las familias, los adultos a cargo del cuidado de estos niños, derrumbaran las barreras de la lógica y el cuidado, dejando de ver lo evidente, todo lo cual les permitía acceder a dejar –y por largos periodos- sus niños con esta celebridad, validada y reconocida socialmente.

El documental muestra a un abusador que, sostenido en su prestigio y reconocimiento social, en su aspecto infantilizado, desarrolla un actuar calculado y sistemático, desde el cual genera un primer acercamiento, aparentemente fortuito –un concurso de baile, un casting publicitario-, para luego construir la sensación en el niño, de ser especial, diferente, único. Más aún, tras un aparente deseo de ayudar, logra convertirse, para la familia, en un ser protector, alguien que los reconoce y valora.

Una vez consolidados los pasos anteriores, el documental refleja muy bien, desde el relato de las víctimas, las estrategias utilizadas por el músico para alejar a los niños de su familia, convirtiéndolos en objetos –los despersonaliza y corrompe- privándolos de los cuidados y la protección de sus padres. Otro factor relevante que se expone es la escasa movilización de las familias ante la situación, en concreto, que los niños convivan y duerman con el cantante por largos periodos de tiempo. Si bien se logran ver dudas y contradicciones en algunos miembros de las familias que dan su testimonio, lo evidente es que ninguno logró movilizarse para detener o interrumpir la decisión de dejar a su hijo residir en Neverland.

Existen además diferencias en el modo en que cada niño manifiesta su vivencia asociada a los abusos. Similar a otros casos como estos, los otrora niños refieren de manera diferenciada la experiencia abusiva sufrida, describiendo una particular manera de vivir el abuso y la relación con quien en ese momento admiraban. Para uno de ellos el acercamiento abusivo es vivido con mucha perplejidad y distancia, experimentando aún importante dolor y desilusión respecto de este ídolo caído, que lo dañó y maltrató, no comprendiendo a sus padres por la confianza depositada en esta persona.

En cuanto a la segunda víctima, de menor edad que el anterior, el dolor manifiesto en el documental se relaciona con el abandono, no por parte de los padres sino por parte del agresor mismo. Esto puede explicarse por la confusión creada por el adulto respecto de tener una “relación especial” con el niño. En este caso, como manifestación del daño, el dolor surge ante la pérdida de la relación, ante la separación con el abusador.

Por tanto, y considerando la trayectoria de más de 28 años de Corporación Opción en la temática, puede plantearse que el documental refleja 3 aspectos relevantes:

  • El abuso sexual es abuso de poder. Utiliza diversas vías de acercamiento, en los casos de entorno cercano, orientados a la seducción y confusión de la relación entre un adulto y un niño.
  • Los efectos y el daño pueden manifestarse de diversas maneras. Se puede sentir rabia y dolor, y también se puede negar la experiencia, como parte de la confusión.
  • El abuso de poder inunda no solo la relación del adulto abusador con su víctima, sino también a su entorno de protección, el cual corrompe. En el documental algunos adultos aún dan cuenta de lo importante que era para ellos la celebridad, mientras que para otros la vivencia es de inmenso dolor y sensación de culpabilidad.

Dado los efectos del poder tanto sobre los niños como sobre los adultos y la familia en general, que relativizan las conductas trasgresoras de límites sociales y corporales, además del sentido común, es que es tan importante el rol de los terceros, todo el entorno de personas e instituciones que rodean a las familias y que pueden detectar a tiempo situaciones de abuso o de posible riesgo.

En los ochenta, y los noventa especialmente, el mundo entero vio bajar de las limusinas del artista a diferentes niños en cada presentación o aparición pública, siempre uno diferente, siempre de unos 8 o 10 años. Ninguno de nosotros, quienes lo vimos, la mayoría por televisión, lo cuestionó o se horrorizó. Tampoco nos impactaron sus “costumbres” y “excentricidades”. A todos, o a muchos, tal vez, también les deslumbraba Neverland y la fama de un ídolo que fue capaz de lograr la impunidad de sus acciones, y ganar los juicios, lo que no era señal de su inocencia, sino que, por el contrario, era la demostración de las fallas incomprensibles y reprochables de todo un sistema, que optó por la fama y el poder, y no por los niños.

Lorena Bojanic