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El día que “Olvídame tú” traspasó la canción misma

Por: Romina Cerda Allende | Publicado: 10.04.2019
Aún recuerdo mi sorpresa luego de que lanzara su primer comentario desastroso al mandar a la ex mandataria a “mover las nalgas” ante la situación que vive Venezuela. Sin embargo, ya es sabido que después de aquella disculpa, el cantante no se quedó tranquilo, volvió a lo mismo y resultó ser peor. Uno, dos, tres, ¿cuántos videítos más? Yo si estuviese en su lugar, me quedaría en silencio en nombre de la poca dignidad que pareciera ir quedándole a estas alturas. Porque no le bastó con tratar a Bachelet de “cobarde” y “cómplice”, sino que además está cayendo en el abismo de aquellos artistas que alguna vez brillaron y que hoy solo llaman la atención por sus desvaríos, sus intervenciones fuera de lugar, dejando en el pasado lo que alguna vez entregaron a su público. (Se sabe que en Chile también tenemos uno que otro caso de estos y no es motivo de orgullo decirlo)

Dicen que es cuestión de tiempo, que lo mejor es quedarse con los recuerdos bonitos y seguir andando. Ya vendrán más historias y más canciones para acompañar estos días. No, en realidad no me refiero a una ruptura sentimental, sino que a algo que va más allá de lo personal. Es que con el paso de las semanas puedo decir oficialmente que soy una como tantas, como tanta gente que hoy, con tan solo escuchar el nombre de Miguel Bosé, siente nostalgia, vergüenza ajena y una sensación de molestia que no es fácil cargar después de haber vivido años acompañada de sus canciones.

Sé que se le ha dado bastante tribuna, que muchos ya han escrito acerca del singular estado en el que pareciera encontrarse Bosé, pero de verdad que no es simple enfrentar la contingencia con parte de la banda sonora de mi vida.

Entonces, cuando creímos que ya había pasado, que las declaraciones desacertadas eran historia, llega y se supera a sí mismo con ese afán enfermizo que incluso se hace tan penoso y despreciable como cuando la derecha chilena justifica su gobierno mediocre y decadente, escudándose en la imagen de la ex presidenta Michelle Bachelet.

Aún recuerdo mi sorpresa luego de que lanzara su primer comentario desastroso al mandar a la ex mandataria a “mover las nalgas” ante la situación que vive Venezuela. Sin embargo, ya es sabido que después de aquella disculpa, el cantante no se quedó tranquilo, volvió a lo mismo y resultó ser peor. Uno, dos, tres, ¿cuántos videítos más? Yo, si estuviese en su lugar, me quedaría en silencio en nombre de la poca dignidad que pareciera ir quedándole a estas alturas. Porque no le bastó con tratar a Bachelet de “cobarde” y “cómplice”, sino que además está cayendo en el abismo de aquellos artistas que alguna vez brillaron y que hoy solo llaman la atención por sus desvaríos, sus intervenciones fuera de lugar, dejando en el pasado lo que alguna vez entregaron a su público. (Se sabe que en Chile también tenemos uno que otro caso de estos y no es motivo de orgullo decirlo).

Voy haciendo mi propio flash back y un saborcito a nostalgia regresa cuando me acuerdo de los días en los que canté alguna canción de Bosé en los pastos del Pedagógico, o en aquel momento que me sentí con mis latidos a más no poder, tras recibir una noticia de mal de amores o algo por el estilo. Incluso aún recuerdo que la última vez que dio un concierto en Chile, mucho antes de conocer sus contingentes delirios, me prometí que para una próxima oportunidad sí o sí compraría mi entrada para su show. Sin embargo, ya no hace ni hará falta, pues el show Bosé ya empezó a darlo hace un rato gratuitamente, exhibiéndose sin mayor reparo ante lo cotidiano, apelando a Michelle Bachelet de las maneras más absurdas posibles. En serio, yo me pregunto si Bosé creerá que la ex presidenta tiene algún poder sobrenatural o qué. Está bien. Una cosa es admirarla y reconocer lo que ha hecho, pero otra muy distinta es asumir que tiene un carácter mesiánico y que con su sola presencia y palabra Venezuela estará en paz. No, la respuesta no está en ella. Por más que se esfuerce en creerlo y hacerlo creer, Bachelet no tiene un súper poder para cambiar la realidad venezolana por arte de magia, porque por lo que expresa, da a entender que eso es lo que él piensa.

Qué ganas de creer que todo esto no es más que una mala broma de uno de los artistas que más llegué a admirar. ¿De verdad es necesario exponerse de esa forma y ser el blanco de la vergüenza ajena? Hoy la voz de Miguel Bosé pierde fuerzas, se nota que ya no es la de ayer, pero qué bonito sería que esa voz volviera a encausarse en lo que sabe hacer en lugar de andar lanzando comentarios tan “orgánicos” a diestra y siniestra. Y no, no se trata de que él no pueda expresarse ni tener opinión política, pero una cosa es plantear ideas y otra muy distinta es caer en lo obsesivo, en lo decadente e incomprensible al punto de violentar, difamar e incluso negar y dar la espalda a quien alguna vez apoyaste con la misma convicción que hoy tienes para darte vuelta la chaqueta de manera olímpica.

“Olvídame tú, que yo no puedo” dejó de ser parte de la letra de una de las canciones del repertorio de Bosé para traspasar aquella música hasta aplastarla y convertirla en un cuento que ojalá termine pronto. Nos queda clarísimo que Miguel no se va a olvidar fácilmente de Bachelet, pero sí dejó en el olvido aquellos días en los que fue parte de su campaña política. (¿Traición?).

Qué curioso, ¿no? Pensar que hasta hace unos meses Bosé fue parte de la banda sonora que acompañaba mis procesos de escritura de mi nuevo libro. Hoy, por fortuna, respiro aliviada al confirmar que ningún trocito de sus canciones fue citado en mi novela. No me veo pudiendo soportar algo así en la actualidad. No sería capaz de cargar con la adolorida vergüenza aún existente de la seguidora que fui. Por lo visto, yo también tendré que olvidar aquel repertorio o, al menos, postergarlo. Quizás, hasta que estos delirios terminen, la calma regrese y Miguel Bosé vuelva a hacer noticia por su música y no por sus bochornosas intervenciones. Aunque, siendo sincera, no tengo mayor esperanza de que así sea. No por ahora, al menos.

Romina Cerda Allende