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Por un 1 de mayo feminista

Por: Camila Rojas Valderrama | Publicado: 01.05.2019
A mayores carencias económicas de las familias, mayor agobio para las mujeres, al mismo tiempo que la derecha empuja políticas que privatizan y encarecen cada vez más aspectos del sustento de la vida cotidiana. Sin embargo, este mismo agobio no ha sido aliviado por la política de bonos destinada a la mujer/madre de la Concertación y la Nueva Mayoría, cuyo auge se materializó en los gobiernos de la ex presidenta Michelle Bachelet. La lógica de bonos, aun cuando para muchas podría ser un respiro, termina subsidiando la explotación invisible, sin mejorar las condiciones de vida de las mujeres, que se deterioran brutalmente en la vejez al pasar a engrosar los índices de pobreza, por haberse dedicado toda la vida a ser dueñas de casa o las labores de cuidado y crianza.

¿Que oculta la etiqueta de supermujer? Muchas mujeres en la actualidad, que cumplen con una doble y hasta triple jornada laboral, son aplaudidas por su capacidad de no colapsar. Una radiografía social de superexplotadas bajo el perverso incentivo político de la “supermujer” o “supermamá”, que oculta peores condiciones de vida, que obliga a las mujeres a trabajar más y sin descanso, deteriorando la salud progresivamente y con fuertes consecuencias en su vejez.

La última entrega de la Encuesta Longitudinal, con datos recogidos entre 2010 y 2017, reveló que las mujeres jefas de hogar, en familias donde hay niños y niñas menores de 12 años, se duplicaron en ese periodo de siete años, alcanzando casi el 50% de los hogares. Además, el 95.8% de las consultadas declararon ser las cuidadoras principales.

Por su parte, el último informe del Banco Central señala que el endeudamiento familiar, es decir, aquel endeudamiento forzado para poder vivir cotidianamente, que incluye  créditos hipotecarios (vivienda), consumo doméstico (alimento, agua, luz, gas, vestimenta, salud, educación) y el bajo rendimiento de los fondos de pensiones (pensiones muy bajas, una vejez que empobrece) llega a su máximo histórico, 73.3%. Estas cifras revelan que el sostenimiento del hogar, cuya administración diaria recae en la mujer -responsable innata del bienestar de la familia- no aguanta salario familiar.

La ausencia de derechos sociales garantizados -como salud, educación, vivienda, seguridad social- y de servicios básicos -agua, luz, gas-, a los cuales solo tiene acceso quien puede pagar por ellos, agobia económicamente a las familias y con ello aumenta la explotación de las mujeres. Somos quienes criamos solas a nuestros niños y niñas, cuidamos de personas enfermas o dependientes si no hay para pagar la salud, reforzamos las horas de colegio si no se puede costear una buena educación o cuidamos en la vejez porque las pensiones son una miseria. Todo de manera gratuita, desde la soledad de nuestras casas, sin valoración social, sin jornada, sin licencia médica, sin descanso, sin edad para jubilar del trabajo doméstico. Somos dueñas de casa a tiempo completo.

A mayores carencias económicas de las familias, mayor agobio para las mujeres, al mismo tiempo que la derecha empuja políticas que privatizan y encarecen cada vez más aspectos del sustento de la vida cotidiana. Sin embargo, este mismo agobio no ha sido aliviado por la política de bonos destinada a la mujer/madre de la Concertación y la Nueva Mayoría, cuyo auge se materializó en los gobiernos de la ex presidenta Michelle Bachelet. La lógica de bonos, aun cuando para muchas podría ser un respiro, termina subsidiando la explotación invisible, sin mejorar las condiciones de vida de las mujeres, que se deterioran brutalmente en la vejez al pasar a engrosar los índices de pobreza, por haberse dedicado toda la vida a ser dueñas de casa o las labores de cuidado y crianza.

El reconocimiento del trabajo doméstico, que explota invisible y silenciosamente a las mujeres, es una lucha social y política principal para quienes nos reconocemos feministas y, con mayor urgencia, al encontrarnos en un escenario de aumento del envejecimiento de la población mundial: ya existen más personas de 65 años que infancia de 5 años a nivel global, según Deutsche Bank.

Este escenario de costo económico para el neoliberalismo patriarcal puede impulsar peligrosas políticas conservadoras de más control sobre la reproducción de la sociedad, que recae precisamente en los hombros de las mujeres, restringiendo todo tipo de autonomía mediante la violencia de género, para impedir el derecho a decidir libremente la vida que queremos vivir.

En este escenario de precarización de la vida y sobreexplotación, y para erradicar este sistema social y económico que nos violenta y oprime, que este 1 de mayo -día histórico de la lucha de los trabajadores y las trabajadoras- se desborde de feminismo.

Camila Rojas Valderrama