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Sobrecarga académica y salud mental en Chile: Re-pensándolas sistémicamente

Por: Catalina Alamo Palma | Publicado: 10.05.2019
Sobrecarga académica y salud mental en Chile: Re-pensándolas sistémicamente salud |
Las universidades pueden cumplir un gran rol en el bienestar de los y las estudiantes, asumiendo el compromiso de integrar la dimensión del bienestar en la definición de sus prácticas internas. Sin embargo, resulta necesario que acciones en esta materia asuman y consideren el factor que ocupa cada uno de los sistemas implicados y su compleja interacción.

Hace unas semanas fue noticia que un grupo de estudiantes manifestaron públicamente cómo la sobrecarga académica universitaria impactaba su salud mental y calidad de vida. Como es de esperar, emergieron opiniones y reacciones diversas ante esta escena, que ciertamente invita a detenernos, mirar y reflexionar.

Ante todo, fenómeno humano resulta esencial que la mirada sea multidimensional, sistémica, para una comprensión más amplia del mismo.

DE LO RELATIVO AL SUJETO. Por toda la influencia de nuestra historia y nuestra biología, somos seres únicos y tenemos diferencias individuales en el modo de aproximarnos a las experiencias, por lo que no debemos perder de vista que somos diversos en cuanto a nuestra sensibilidad al estrés y los mecanismos para regularlo y abordarlo.

Estudios de salud mental en población universitaria dirigidos por la OMS y otras investigaciones internacionales sugieren que la aparición de problemas de salud mental en esta etapa tendría una relación con la presencia de problemas de salud mental en etapas previas del desarrollo, eventos traumáticos experimentados en la infancia y/o con rasgos en el funcionamiento de personalidad en que el alto perfeccionismo y autoexigencia podrían predisponer al surgimiento de psicopatología.

En el campo de la salud mental, un factor relevante es la “consciencia de enfermedad” que alude a la capacidad de darnos cuenta de nuestro malestar y cómo nos está afectando. Estudios han revelado que un porcentaje significativo de estudiantes no tiene noción de estar cursando una enfermedad de salud mental y otros, pese a ser conscientes de ella, no activan conductas de búsqueda de ayuda (por falta de tiempo, sobrecarga, incompatibilidad con horas de atención de salud, acceso). Cabe destacar que la búsqueda de ayuda es un factor determinante en el pronóstico de la evolución de la enfermedad mental. Sistemas on-line de screening y orientación en salud mental, anónimos y voluntarios, pueden contribuir en este aspecto.

DE LOS MICROSISTEMAS. Los múltiples sistemas en que el individuo está inmerso.

La familia. Además de la exigencia y desafío de lidiar con las expectativas de la familia respecto al rendimiento académico, muchos jóvenes deben irse de sus lugares de residencia y lidiar con nuevas formas de vida y una cotidianidad sin ese soporte social. Esto repercute en la variable de apoyo social percibido que dice relación por una parte, con la noción de que puedo contar con personas e instancias en las cuales encontrar contención y apoyo ante las dificultades, pero también en cuanto al nivel de inserción que un sujeto tiene en actividades de índole social.

Por otra parte, los problemas intraescuela (interpersonales y de coordinación interna) serían un factor de estrés universitario específico a considerar. Y aquí parece insertarse un tema clave en discusión, que dice relación con la sobrecarga académica. Pero ¿qué implica la sobrecarga académica? Tiene que ver con la experiencia de no poder dar abasto con las altas demandas externas, que al ser permanente en el tiempo va en perjuicio de otras actividades relevantes (la familia, el descanso) y en desmedro de la salud (física y mental). Desde la perspectiva de los estudiantes es bastante común que cada académico establezca su propia carga en la asignatura correspondiente, sin una verificación por parte de la escuela en su conjunto del impacto que la suma de cada carga tiene para la realidad de sus estudiantes. Esto invita y desafía a que las escuelas ejerzan mecanismos de regulación interna de la carga, y a reflexionar respecto a los patrones de exigencia y/o autocuidado que cada escuela reproduce y proyecta a sus estudiantes.

La demanda de salud mental ha aumentado en Chile y en el mundo, y los centros de salud universitarios o centros de orientación en salud mental no dan abasto. La realidad de cada universidad en esto varía dependiendo de sus recursos, sin embargo, es una dimensión de la cual hacerse cargo: nivel de profesionales disponibles para dar respuesta a la demanda, estrategias para abarcar a esta gran población, acceso a éstos u otros dispositivos de salud.

EL ROL DEL MESOSISTEMA Y EL EXOSISTEMA. ¿Cuán intercomunicados están los organismos intrauniversitarios en este tema? Una de las prometedoras ventajas de la instancia universitaria en materia de salud mental es que aquí se integran -posiblemente por única vez para muchos jóvenes- distintas instancias de apoyo social (Escuelas, Centros de Salud, Asuntos Estudiantiles, Federación, etc.), por lo que el interconectarlas en una comisión de trabajo de salud mental que defina estrategias en conjunto puede marcar una gran diferencia.

DE LO MACROSISTÉMICO. Aquí radica posiblemente el tema de fondo al que invita fuertemente esta demanda, donde se encuentra, entre otras cosas, nuestra cultura, los valores sociales que marcan fuertemente nuestras creencias y prácticas, el nivel socioeconómico y la repercusión que en Chile tienen las brechas sociales y las políticas públicas en materia de salud mental.

Justamente producto de cambios sociales profundos es que el ingreso a la universidad se ha vuelto una posibilidad más accesible, inclusiva y masiva, y no es sino en la última década que cobra mayor interés el estudio de la salud mental en este grupo. 

Lo que antes era permitido a las élites hoy está más disponible para los distintos estratos sociales. En este ámbito, algunos estudios han señalado que la pertenencia a una minoría étnica y la procedencia de entornos socioeconómicos bajos, serían factores de riesgo de presentar problemas de salud mental en la etapa universitaria, que se sustentan posiblemente en las múltiples barreras sociales (discriminación, acceso a salud, acceso a educación, etc.) que conllevan ambas experiencias a lo largo de la vida y en la integración a este nuevo contexto.

¿Qué significados le damos como sociedad a la sobrecarga? ¿La hemos normalizado?¿Creemos que han cambiado las capacidades de tolerar la carga académica de las actuales generaciones? o ¿Están cambiando sus necesidades y expectativas respecto a las prioridades de vida?

La salud mental va más allá de la ausencia de enfermedad, y se entiende como un estado de bienestar subjetivo (OMS) donde si bien hay valoraciones individuales sobre qué aporta a mi bienestar, hay reconocimiento del impacto que tiene el equilibrio ocupacional, es decir, la noción de que puedo dedicar y tener espacio no sólo para las actividades y responsabilidades académicas (escolares o laborales) sino también para el ocio, la recreación, las actividades significativas y el descanso. La sobrecarga se contrapone a ello.

Organismos internacionales están alertando sobre el impacto de la sobrecarga en la salud y la calidad de vida de niños, niñas y trabajadores. ¿Por qué negarnos entonces a mirar, estudiar, reflexionar, y re-pensar la carga académica de las universidades chilenas?

Al igual que en otras recientes manifestaciones sociales en Chile, esta demanda está planteando desafíos en cuanto cambios culturales profundos. Y se hace de modo valiente, porque en lo que respecta a la salud mental, una gran barrera sociocultural es el estigma hacia la enfermedad mental y hacia la persona con afecciones en esta área y, por ende, el miedo que implica dar a conocer lo que se sufre.

A mi juicio, esta demanda contribuye a visibilizar el lugar que ocupa la salud mental en la vida íntima de los sujetos e intenciona ubicarla en un espacio de responsabilidad social y política importante. Ya que si bien hay avances en materia de políticas públicas en salud mental, ésta es aún limitada para dar respuesta a los requerimientos de nuestra población.

Creo que las universidades pueden cumplir un gran rol en el bienestar de los y las estudiantes, asumiendo el compromiso de integrar la dimensión del bienestar en la definición de sus prácticas internas. Sin embargo, resulta necesario que acciones en esta materia asuman y consideren el factor que ocupa cada uno de los sistemas implicados y su compleja interacción.  

Catalina Alamo Palma