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Claudia Pascual (PC), ex ministra de la Mujer y la Equidad de Género: «El feminismo debe ser anticapitalista»

Por: Vanessa Vargas Rojas | Publicado: 13.05.2019
Claudia Pascual (PC), ex ministra de la Mujer y la Equidad de Género: «El feminismo debe ser anticapitalista» A_UNO_971849_2a545 |
La ex ministra de la Mujer de Michelle Bachelet comprende las críticas que apuntan a que el programa que lideró quedó corto, pero está orgullosa de los avances que se dieron durante su titularidad y no tolera que le digan que no avanzó en la dirección correcta, a diferencia de la Agenda Mujer de Sebastián Piñera que, dice, no ofrece soluciones reales. Pascual está convencida de que el país no ha dado un vuelco a la derecha y, al mismo tiempo, de la urgencia de que la oposición trabaje por una “unidad desde la diversidad” para tener éxito en las próximas elecciones.

A Claudia Pascual no le pasan gato por liebre. Milita en el Partido Comunista (PC) desde que tiene trece años. Ahora, con 46, sus antecedentes no le permitirían redactar un currículum breve. Fue secretaria general de su colectividad, Encargada Nacional de Mujeres, Secretaria Ejecutiva del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz (ICAL) -el centro de pensamiento del PC-, candidata a diputada dos veces, concejala por Santiago dos periodos, siendo el segundo interrumpido para convertirse en la primera comunista en pisar La Moneda como ministra desde el gobierno de Salvador Allende.

Por ese recorrido, precisamente, no le pasan gato por liebre. Entra a la oficina con el celular aún pegado a la oreja. “Que la entrevista la den los que van a estar dando la conferencia de prensa, no yo. No, no. La otra vez una periodista me terminó haciendo preguntas de Venezuela, y yo no soy la vocera de Venezuela, así que no”, dice y corta.

“Te llaman con una chiva y terminan haciéndote preguntas de Venezuela. Con todo el cariño yo quiero que se resuelva la situación en Venezuela, pero yo no soy la vocera de Maduro”, cuenta mientras se guarda el teléfono en el bolsillo y se sienta en la oficina que tiene su equipo en la sede del partido.

Hoy Claudia Pascual ya no figura como antes. No tiene redes sociales “por decisión”y ha dado pocas entrevistas desde que dejó de ser gobierno. A pesar de eso, y en un contexto en el que las fuerzas feministas han empezado a copar calles y agendas, se alza como una de las referentes que lideró la cristalización de algunas de las demandas que la ciudadanía exigía en materia de género desde el recién creado Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género.

-¿Qué significó para ti y para Chile el nacimiento de un Ministerio de la Mujer?

Tanto en el movimiento de mujeres como en mujeres feministas de partidos siempre se entendió que el retorno a la democracia estaba en deuda porque la institucionalidad dedicada a más de la mitad de la población en Chile (Sernam) era un servicio que miraba para arriba al resto de los ministerios cada vez que había que hacer política pública. Por eso tiene sentido haber creado el Ministerio, sin embargo, hoy tenemos que luchar para que sea mucho más robusta.

-¿Cuál es la diferencia entre el Ministerio y el Servicio Nacional de la Mujer (Sernam)?
En los primeros años de gobierno de transición, el Sernam no tenía partida presupuestaria del Estado. El 91’ y 92’ se financió con aportes internacionales. Nació casi como una ONG, con las propias limitaciones culturales y políticas de la época. Es un servicio que se definió legalmente para promover el papel de las mujeres desde la familia y la maternidad por sobre otros roles. Yo siempre he abogado por la protección de la maternidad, pero no es el único rol que tienen las mujeres. No me define como mujer ser madre. El Sernam tenía una visión muy patriarcal, con la creación del ministerio dimos la pelea para reivindicar la concepción de género, algo que ahora querían borrar de un plumazo.

-Respecto a la concepción de género, ¿es suficiente institucionalidad el ministerio?
Habrá que tener una discusión sobre si es el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género quien tiene que abordar todas las temáticas de género, o también tiene que haber una institucionalidad para la diversidad y la disidencia sexual, que me parecería muy justo. Al ministerio le pusimos una facultad muy bonita, que fue avocarse a la transformación cultural de la sociedad. Que los mensajes y las reflexiones sean en la perspectiva de la igualdad de género. Por algo yo una vez me gané una editorial en mi contra que decía «Viejita Pascual, no te metas con mis hijos”.

En diciembre de 2016, el ministerio que lideraba Pascual lanzó la campaña “Regala igualdad”. En el video, una narradora en off comenzaba diciendo: “juegos y juguetes solo para niños y niñas fomentan roles sociales que reproducen la desigualdad entre hombres y mujeres. Si les muestras la diversidad de juguetes, les muestras un mundo diverso”. La campaña desató una controversia en los sectores más conservadores y posicionó a la ministra como blanco de críticas. Entre ellas, una columna en el diario Pulso, en la que invitaban a la secretaria de Estado a no inmiscuirse en las decisiones familiares de cara a esa navidad.

-Fuiste ministra de una coalición que recién ahora empezó a abrazar algunos principios del feminismo, ¿cómo fue para ti participar de un gobierno junto a partidos que quisieron impedir avances en esa materia, como el aborto en tres causales o la Ley de identidad de Género?
No puedo decir «este partido completo era anti feminista» o «este partido completo era anti programa». Ninguno. Trabajé con militantes y altos representantes de todos los partidos que fueron jugados y estaban convencidos del programa. Efectivamente hubo temas complicados. Fue un conglomerado que estuvo en disputa. Las disputas se resuelven con mucho debate, y no siempre tuvimos los tiempos para debatir y cuajar las diferencias. Yo pensé que éramos muchos más los convencidos del programa. En todo caso, si quieren pueden decir hoy que nuestro programa se quedó corto, pero nadie puede decir que iba en dirección contraria a lo que queríamos. Saldamos deudas que eran muy sentidas.

-¿En qué estábamos en deuda?
Todos los informes periódicos que entregaba nuestro país a organismos internacionales, siempre llegaban con un relato que decía que estábamos al debe. Lo que hicimos fue ponernos al día para poder pasar a preocuparnos de otras cosas. Lo digo a propósito de la interrupción del embarazo, de eliminar las preexistencias de los embarazos en las isapres, la creación del ministerio. Nos falta harto, pero yo me siento súper orgullosa y creo haber hecho un aporte, a pesar de las dificultades, a pesar de que no pudimos continuar con otro gobierno. Al menos en esta temática fuimos tremendamente coherentes y consecuentes con el programa.

-¿Sentiste que Bachelet estaba tan comprometida con la causa feminista como tú?
Sí, la Presidenta estaba tremendamente convencida de su programa e incluso sabía que había cosas en las que a lo mejor ella querría profundizar, pero no lo logramos en los consensos de los partidos que sustentaban su gobierno.

-¿Cómo qué?
Nunca me voy a olvidar cuando en su primer gobierno ella comentó que quería eliminar la brecha salarial y por eso promovió la ley de igualdad salarial. Le contestaron, «pero no la podemos decretar porque choca con esta Constitución». Entonces la presidenta dijo, «quiero una nueva Constitución”.

-¿Te quedaste con alguna bala pasada? ¿Sentiste que hubo algo en lo que se pudo haber avanzado más?
Me hubiera gustado haber terminado el primer trámite de la ley que permite una vida libre de violencia. Y también la ley para tener sala cuna para hombres y mujeres, y no solo para las más de 20 mujeres contratadas.

Sobre la “Agenda Mujer”

-Movimientos feministas han planteado hacer una batería de proyectos feministas y proponerla así en el Congreso, porque pareciera que los proyectos estuviesen cayendo por goteo. ¿Qué opinas sobre eso?
La tarea del Congreso es bien compleja porque, cuando las parlamentarias llevan agenda, hay un plano muy importante de coordinación parlamentaria que ayuda muchísimo para sacar adelante los proyectos, pero siempre debe ir coordinado con la agenda de los gobiernos de turno. Hoy no tenemos a un gobierno proclive a estos temas, y quiero decirlo así de claro, porque por más que nos hayan presentado una Agenda Mujer, en el fondo no van a los distintos temas que los diferentes feminismos están buscando.

-¿Por qué?
Hay temáticas bien identificadas, otra cosa es si el fondo de la propuesta es lo que da cuenta de la solución real. Un ejemplo: quién no quisiera eliminar la brecha en la Isapre, pero yo no quiero eliminarlas a cambio de que le suban a los hombres y mujeres sobre la edad reproductiva. Suficiente utilidades ya tienen las isapres.

-La actividad feminista ha empujado proyectos como el de la interrupción del embarazo en 3 causales, ley de identidad de género y ley de paridad de género. ¿Cuáles son las siguientes demandas que debieran instalarse?
Quedan hartas cosas por hacer. Generar apoyo completo a la primera infancia, incluir un programa gratuito para que parejas con problemas de infertilidad más compleja tengan acceso a programas en el sector público. Tener una atención de salud con el más pleno respeto de la diversidad de las mujeres. Hay que ampliar las miradas de la sexualidad, de las identidades y opciones. La adecuación de todas nuestras leyes electorales a un criterio de paridad de género, a lo menos. Avanzar más profundamente en todas las temáticas de mejora de nuestra ley de vida libre de violencia. Ampliar la noción de reparación en casos de violencia. Como institucionalidad pública asumimos la prevención y la atención, ya ocurrido el hecho, pero estamos cojos en reparación sicológica.

-Estos últimos años se ha visibilizado mucho la violencia de género, sin embargo, es complejo abordarlo desde la política pública. ¿Cuál es la fórmula para hacerlo?
Erradicar la violencia de género y contra las mujeres es un tema complejo porque no requiere una sola ley, ni una sola acción, ni un solo discurso. Requiere muchas. Es una batería de programas, planes, políticas, legislaciones, actitudes, cambios conductuales. Es un cambio cultural. Pero los cambios culturales se empujan con buenas legislaciones.

-Pareciera que las instituciones tampoco están siguiéndole el ritmo a ese cambio.
Necesitas una perspectiva transformadora de género desde los operadores del sistema: justicia, fiscales, tribunales, defensoría. Yo entiendo que tiene que haber una estrategia individual para defender a cada uno de los imputados, pero no puede ser que, como estrategia, empiecen a sacar la vida sexual de la víctima.Algo similar con las policías. Todavía hay comisarías que te sugieren «váyase pa’ la casita y arréglese usted con el marido. Pa qué viene, si usted sabe que después le va a ir peor». Hay que cambiar ese tipo de respuestas. Pero hay gente que no quiere entender y no comparte que hay una forma de educar en respeto a la diversidad.

-En el Congreso hay un proyecto sobre remunerar el trabajo doméstico, una labor históricamente invisibilizada desde Marx hasta las corrientes más conservadoras. Hoy vemos que hay mujeres que dicen «oye, esto no es amor, es trabajo no remunerado». ¿Qué opinas sobre la idea del proyecto? ¿Es posible dentro de un modelo como en el que estamos?
Primero, quiero reivindicar que si bien hay omisiones desde el marxismo, Lenin fue bien clarito en decir que el trabajo doméstico era la esclavitud doméstica de las mujeres y que los hombres trabajadores proletarios no eran capaces de cumplir con su labor si no fuera por eso. En todo caso, efectivamente no lo logró resolver. Sobre lo otro, es complejo que un proyecto de ley logre resolver un tema en el que lo primero que habría que hacer sería contabilizar -para cambiar el mate en nuestro país- cuánto es lo que hacemos las mujeres en el trabajo doméstico y cómo eso aporta al PIB. Va a ser una larga lucha. El sistema capitalista actual no tiene esa concepción, no hay cómo resolverlo. Creo que puede ser un proyecto que obligue a dar el debate para visibilizar situaciones injustas y para acelerar cambios conductuales en torno a la corresponsabilidad.

-Otro proyecto que tiene directa relación con el «legado» del gobierno de Michelle Bachelet es el de “despenalización del aborto”. Es decir, que independiente de si se legaliza o no el aborto, éste deje de ser un delito. ¿Es muy loco pensar en despenalizarlo hoy?
No lo veo como algo loco, lo que sí, creo que falta un poco de camino de respaldo ciudadano. Más que preocuparme solo del comportamiento de las fuerzas representadas en el parlamento, me preocupa el respaldo ciudadano, porque el apoyo al aborto por plazo, libre, gratuito todavía no tiene una mayoría asentada. No te pido el 85%, digo un 50%, y no la tiene.

-¿Cómo te cayó la noticia de la objeción de conciencia institucional?
Me pareció una muy mala noticia. Fue un debate que en Chile no se ha dado para ninguna otra discusión. Lamentablemente el día de mañana pueden haber discusiones, que se dan en la ultra derecha europea, para objetar conciencia para tributar para la educación o la salud pública. A mí me parece que con la objeción de consciencia institucional abrimos una puerta muy peligrosa.

Feminismo anticapitalista

-Dado el auge de los movimientos feministas, ¿cuál debería ser el rol del hombre?
Hay un espacio de reflexión que todavía no se da masivamente entre los hombres para encontrar un nuevo lugar que considere estos requerimientos de respeto a las diversidades, de mayor igualdad y de vernos más como pares. A pesar de que algunos segmentos de la población masculina adscriben alas transformaciones que se legitiman hoy, luego quedan como medios desconcertados en la cancha chica. Las mujeres también hemos hecho procesos de deconstrucción, no es que genéticamente nacimos feministas todas, si no otro gallo cantaría. También falta por parte de los movimientos feministas, esos que exigen mayor celeridad en los cambios, entender que hay segmentos que pueden llegar a compartir, mas no necesariamente cambiar del todo. Y eso no significa necesariamente transar o bajar las banderas.

-¿Es el feminismo un patrimonio de la izquierda?
No creo, pero sí quiero reivindicar que las posturas que estuvieron en pos de más derechos para las mujeres y de resolver las desigualdades, incluso si no se llamaron feministas, vinieron de corrientes progresistas y de izquierda.

-¿Y es intrínsecamente anticapitalista el feminismo?
Ese es un debate ideológico. Hay feminismos que no son anticapitalistas. A mí no me cabe duda de que hay representantes de la derecha apegadas al feminismo liberal y de más derechos para las mujeres, pero tampoco me cabe duda de que ninguna de ellas estaría dispuesta a cambiar el modelo neoliberal en Chile.

-¿Para ti debería ser anticapitalista?
Sí, debe ser anticapitalista. Si uno identifica al capitalismo como un sistema de sociedad económico, político, cultural e ideológico tremendamente individualista, que genera mercado por sobre las necesidades de las personas, que nos tiene con la debacle del cambio climático, la no sustentación de nuestros recursos para satisfacer las necesidades de las personas, que se basa siempre en que alguien tiene que estar explotado… Yo no creo en ese sistema. Reconozco y me parece legítimo que haya distintas corrientes del feminismo, pero a mí me gustaría desarrollar un feminismo mucho más anticapitalista.

El Partido

-Tanto la institucionalidad en Chile como los partidos han sido un ambiente masculinizado y tampoco han sido particularmente cercanos al feminismo. ¿Cómo ves parado al PC?
El PC chileno tuvo corrientes más feministas en sus orígenes que en otras etapas de la historia. Hoy nuestro partido ha ido retomando, no siempre con la celeridad necesaria, estos debates. Se asume que hay que cambiar culturas partidarias, por ejemplo, le pusimos un criterio de paridad de género a la composición del Comité Central, pero otra cosa es si todos los militantes están deconstruidos. Las lógicas de la familia tradicional forman parte de las familias populares, entonces hay ahí una tendencia al conservadurismo desde la propia izquierda.

-La ex Nueva Mayoría vive días en que sus relaciones están tensas. Vemos al PC intentando conversar con el Frente Amplio y con las fuerzas progresistas de la ex NM, con la visión de que si no se ponen de acuerdo probablemente pierdan todo en las elecciones de 2020. ¿Qué debería hacer el PC en este contexto?
Lo que estamos tratando de hacer. Estamos muy convencidos de generar una unidad desde la diversidad lo más amplia posible. No está fácil, porque no hay voluntad de parte de todos. Hay dificultades desde algunos sectores de la DC, el Partido Radical, el PPD y ciertos sectores del FA. También hay mucha gente dispuesta, en las distintas fuerzas, pero las conversaciones no cuajan esa voluntad. En eso tenemos que avanzar muy prontamente. Esto no puede ser solo en función de que la derecha no gane. Pero yo soy una convencida de que el país no ha hecho un giro a la derecha. Tenemos un gobierno de derecha hoy, pero que no salió con más del 50% del padrón. Si desmenuzas las encuestas, no es que la gente quiera mercado por puro mercado, la gente quiere más derechos.

-¿Debería ser una exigencia para el PC que su candidatura presidencia se declare feminista?
Qué difícil, porque se pueden achicar muchísimo las candidaturas (ríe). La pura definición no basta. Yo he visto varias mujeres populares que están peleando por muchos derechos, pero que no se declaran feministas porque está muy estigmatizado o porque no han logrado compartir y comprender que la suma de todas esas demandas es la lucha feminista. Es más importante que vaya en la perspectiva transformadora de los feminismos a que solo se declare. Lo que sí es indispensable es que aglutine a todas las fuerzas de oposición, con un claro compromiso con los cambios profundos por la igualdad. Estamos en un momento en que hay que hacer alianzas.

-Existe una tesis que propone al feminismo como el movimiento aglutinador de diferentes fuerzas y demandas que pretendan reemplazar este modelo. ¿Puede cumplir ese rol el movimiento feminista?
Tengo esperanza de que eso pueda pasar. La interpelación que se hace desde los movimientos feministas es estructural, por lo tanto la posibilidad de que deje de ser un hito al año y pase a ser un cambio en los partidos, en los sindicatos, en las juntas de vecinos, y no solo se haga el feminismo desde una orgánica feminista, es muy alta. No me atrevo a decir que solo el movimiento feminista será estructurante de una alianza más amplia, pero sí tiene que ser un componente esencial.

-Y en ese marco, ¿cómo evalúas la disputa histórica que existe entre las «feministas de partidos» y las «feministas de movimiento social»?
Me parece desafiante la interpelación de los feminismos hacia los partidos políticos, pero no me parece correcto que en las distintas coordinaciones se vete a las militantes políticas de estar en la reunión, porque debe respetarse la independencia de otras orgánicas. Esa es una confrontación muy chilena, porque es muy de ponernos muchos apellidos, y nos seguimos fragmentando y eso no sirve. Si el modelo neoliberal todavía no tiene mayores fisuras es precisamente por el individualismo y la fragmentación. Yo quiero unidad político social, no solo política partidista. En eso todavía nos falta. Hay que juzgar por las acciones de todos los días, no solo por los orígenes. Si fuera por eso nadie que viene de la alta alcurnia podría abrazar ideas revolucionarias.

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