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Visibilizarse en el aula: El trabajo del colectivo LGBTI «Pizarra Chueca» que busca cambiar paradigmas en la educación

Por: Christopher Jerez Pinto | Publicado: 17.05.2019
Visibilizarse en el aula: El trabajo del colectivo LGBTI «Pizarra Chueca» que busca cambiar paradigmas en la educación pizarra chueca portada |
La organización nacida a mediados de 2018 ha recorrido decenas de espacios educativos ofreciendo talleres, foros y conversatorios relacionados a las disidencias sexuales y de género. En conversación con El Desconcierto, Radangela y Mauricio comparten las reflexiones del grupo sobre la educación chilena y las problemáticas de los docentes LGBTI en los establecimientos.

En enero de 2018 un grupo de docentes de distintas comunas de Santiago comenzaron a organizar actividades de autoformación para profesores y profesoras del colectivo LGBTIQ+. Tras la generación de este espacio de «reflexión pedagógica y política», en agosto del mismo año el grupo se constituyó como un colectivo al que nombraron «Pizarra Chueca».

«La pizarra simboliza muchos aspectos de la educación, es donde haces la clase y muchas veces es un espacio que intimida también. Nosotros y nosotras quisimos desordenar esa idea», explica Radangela Lara, integrante bisexual de la organización.

Desde que iniciaron su trabajo, el grupo se ha movido por distintos espacios educativos  -tanto secundarios como universitarios- realizando talleres, foros, conversatorios y jornadas de trabajo. Todas estas actividad se han desarrollado con el foco puesto en temáticas relacionadas a la orientación sexual, identidad de género y el feminismo.

En específico sobre las jornadas, Mauricio Díaz -integrante homosexual de la organización- cuenta que han realizado tres: una sobre el deseo en la escuela con especial énfasis en personas LGBTIQ; otra sobre cómo hacer de la escuela un espacio seguro para las disidencias; y una tercera jornada sobre la importancia de visibilizarse en el espacio educativo. A partir de estos encuentros, el colectivo genera insumos que luego ponen a disposición de otros docentes y asistentes de la educación. 

Actualmente, son cerca de 20 docentes en la organización y provienen de colegios ubicados en comunas muy variadas de la capital, como Conchalí, Quilicura, Cerro Navia, La Florida, Renca, Providencia y Santiago. En sus actividades suelen participar en promedio unas 40 personas, que incluyen tanto a estudiantes como profesores LGBTIQ+.

«Nuestras existencias no son validas dentro del sistema educativo»

Además de ser un aporte a la discusión sobre la educación no sexista en Chile, el colectivo «Pizarra Chueca» tiene como uno de sus objetivos centrales -según explica Lara- «visibilizar que existen personas de la disidencias sexuales y de género dentro de los establecimientos educacionales. Los docentes primero, para que luego sea más fácil para los chiquillos y chiquillas manifestarse libremente en los colegios«.

«Hoy se puede ser visible en el aula cuando uno tiene una orientación heterosexual. Los docentes heterosexuales pueden expresar su sexualidad libremente dentro del espacio educativo. Muchos tienen hijos o están casados y todos saben de eso», indica Díaz.

El docente argumenta que la comunidad LGBTIQ+ no tiene esa posibilidad, ya que «se asume la postura discursiva de que nuestra orientación sexual pertenece al ámbito de lo privado y finalmente eso se traduce en discriminación, en que nuestras existencias no son validas dentro del sistema educativo».

Según cuenta el activista, muchos de los integrantes de la organización decidieron ser profesores «para ser el modelo de docente que nosotros no tuvimos en el aula«. «Eso es muy lindo, pero al mismo tiempo es muy triste, porque en el fondo eso quiere decir que la mayoría de los docentes no trabaja estos temas en el aula e incluso hay profesores que ejercen violencia por orientación sexual e identidad de género hacia sus estudiantes», comenta Díaz.

¡Educación sexual ahora!

Otro de los puntos sobre los que la organización ha reflexionado es la educación sexual. Una temática que está estrechamente ligada con su cruzada por visibilizarse en las aulas.

Sobre esto, Díaz comenta que la educación sexual en el país es casi inexistente y que los pocos programas que se conocen no son suficientes ni correctos en la forma en que se aborda la temática. En general, estas enseñanzas suelen estar enfocadas en aspectos biológicos y en la mayoría de los casos se omite la conversación sobre nuevas sexualidades y formas de expresar el género.

«Es una educación que está marcada por un sello tremendamente conservador. Es profundamente represiva y no se condice con estándares internacionales ni con un modelo de educación sexual del siglo XXI», señala el profesor.

Para Díaz, también es preocupante «que actualmente existan desde el Estado varias propuestas de educación sexual y que los colegios puedan aplicar libremente la que mejor les parezca. Eso, en apariencia, es bueno, pero tiene como consecuencia que los colegios pueden elegir aplicar el manual más conservador y finalmente eso tiene consecuencias nefastas para sus estudiantes. Lo que debería ocurrir es que haya un programa unificado de educación sexual integral y que permita el libre desarrollo de las y los adolescentes».

«Hay colegios que son muy cerrados o con una visión muy arcaica de la sexualidad. Son colegios con tendencias conservadoras, pero depende harto del director o directora, o de la visión o misión. La mayoría tiene una orientación cristiana que omite a la diversidad sexual«, complementa Lara.

Aprendizajes y proyecciones

En una dimensión distinta, Lara cuenta que presentarse como persona LGBTI en el espacio educativo es un ejercicio de constante aprendizaje tanto para docentes como estudiantes.

De esta forma, la docente ha podido corroborar que la violencia hacia las disidencias proviene principalmente desde los estamentos adultos, como administrativos, profesores, dirección o apoderados. «Desde lo que he podido ver y conversar, las y los estudiantes son mucho más abiertos en esos temas y eso debe aprovecharse. Se nota en cómo utilizan el lenguaje o en los comentarios que hacen, en cómo llevan sus vidas amorosas-afectivas», cuenta.

En esa línea, Lara comenta que ella suele intervenir en los grupos cuando ve «que hay violencia o que se molestan entre ellos. Ahí yo me acerco y les digo, ‘si lo van a molestar, moléstenme a mí también’. Entonces, se genera ese silencio de miedo ante la autoridad, pero entienden que esta autoridad pasa por las mismas cosas que ellos. Nunca he tenido una experiencia negativa, siempre cosas positivas, como es el relajo en los chicos que son parte del colectivo LGBTIQ+».

Estas vivencias gratificantes son lo que impulsan a la organización a querer expandirse y proyectarse en nuevas áreas de trabajo. «Nos gustaría poder establecernos en algún lugar en específico, también poder llegar a más redes de profesores LGBTIQ+, establecer contacto con otras redes de profesores de la diversidad sexual fuera de Santiago y afianzar lazos con estudiantes LGBTIQ+, porque si bien a las jornadas han llegado bastantes, desconocemos si existen colectivos de secundarios que se organicen en torno a la diversidad sexual», señala Díaz.

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