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Opinión

La violencia que no incomoda

Por: Carmen Suárez Pardo | Publicado: 20.05.2019
La violencia que no incomoda caso nibaldo |
Los casos de femicidio nunca cuentan con tanta cobertura mediática ni connotación pública como lo ha hecho este caso de Villa Alemana, es más, el trato que los medios dan a estos asesinatos no da cuenta de la gravedad de los hechos, de la responsabilidad de los autores y además suelen usar explicaciones basadas en la idea del amor romántico para reducir un crimen horrible como es el femicidio, a un crimen pasional basado en una “historia de amor”. Pero el problema no está sólo en la visión misógina y arcaica que reproducen los medios, sino en cómo el conjunto de la sociedad comparte estas ideas respecto a la violencia en las relaciones de pareja y cómo la justicia y sus instituciones no son una excepción respecto a cómo entienden estos fenómenos.

Durante las últimas semanas, los medios de comunicación nos han bombardeado de forma constante con cada uno de los detalles del asesinato de Nibaldo Villegas, el profesor de Villa Alemana que fue víctima de un cruel homicidio perpetrado por su exesposa y la actual pareja de ésta. Todo el país reaccionó con una gran conmoción, no es para menos, y durante varios días, los noticieros y matinales se llenaron de titulares, imágenes y paneles de profesionales de distintas disciplinas para darle una amplia cobertura al trágico suceso. A día de hoy, todo el país ha estado pendiente de la sentencia que se decretó sobre quienes cometieron este crimen, cuya cantidad de años ha sido muy posiblemente influida por la atenta mirada que la prensa y la sociedad ha tenido puesta en el caso a lo largo de todo el proceso.

Este horrible crimen no ha pasado desapercibido, me atrevo a decir que, para nadie. Enterarnos de estos sucesos nos retuerce, nos genera muchas preguntas que no logramos contestar, nos atemoriza y, sobre todo, nos incomoda. Nos incomoda porque ésta no es la violencia de siempre, la que solemos escuchar y la que, finalmente, normalizamos como una cifra más de las que escuchamos cada día. En esta violencia los roles de las personas implicadas están cambiados y rompen con el imaginario que compartimos respecto a estos casos. El hecho de que sea una mujer quien ostente el título de responsable y no de víctima, influye en la forma en que evaluamos y juzgamos lo sucedido, acertando, en esta ocasión, en tomar conciencia de la gravedad de este tipo de agresiones y sus horribles consecuencias sobre la víctima y sus seres queridos.

Entonces, si somos capaces de conmocionarnos, asustarnos e incomodarnos frente a casos como éste ¿por qué nos cuesta tanto hacerlo de la misma manera con aquellos asesinatos en que las víctimas son las mujeres? ¿Tanto nos hemos acostumbrado a que asesinen a una mujer cada semana que ya ni siquiera logramos incomodarnos frente a esta información? ¿Vamos a definir como “normales” o “esperables” los brutales asesinatos que se han cobrado la vida de 24 mujeres en lo que va de año?

Los casos de femicidio nunca cuentan con tanta cobertura mediática ni connotación pública como lo ha hecho este caso de Villa Alemana, es más, el trato que los medios dan a estos asesinatos no da cuenta de la gravedad de los hechos, de la responsabilidad de los autores y además suelen usar explicaciones basadas en la idea del amor romántico para reducir un crimen horrible como es el femicidio, a un crimen pasional basado en una “historia de amor”. Pero el problema no está sólo en la visión misógina y arcaica que reproducen los medios, sino en cómo el conjunto de la sociedad comparte estas ideas respecto a la violencia en las relaciones de pareja y cómo la justicia y sus instituciones no son una excepción respecto a cómo entienden estos fenómenos.

Pareciera que cuesta empatizar con las mujeres que mueren asesinadas a manos de sus parejas y exparejas. A menudo se las cuestiona por no haber terminado dicha relación, por haberla retomado tras lograr separarse, por no haber interpuesto una denuncia o por haber sido infieles, como si cualquiera de estas condiciones justificara la sangrienta represalia que se ejerció contra ellas. No suelen ocupar las portadas de los diarios ni se les ofrece apoyo a las familias que quedan desoladas tras su muerte. No se hacen programas nocturnos de investigación por sus casos, no son “trending topic” en redes sociales y desde luego, nadie sigue tan de cerca los detalles de los procesos judiciales de los culpables.

Se trata de una violencia que no incomoda, la aceptamos, sabemos que está ahí, no nos moviliza, no nos perturba, es parte de nuestro día a día. Es aterrador cómo esta violencia ha pasado a formar parte de nuestra normalidad, no nos sorprende, no nos interpela. Ni a quienes miran la noticia en su televisión ni a quienes dictan la sentencia contra los responsables. No incomoda el dolor de las familias, la falta de justicia tanto legal como social, las altas cifras de femicidios y violencia machista que sufren las mujeres a cualquier edad y de cualquier estrato socioeconómico. Lo vemos en los medios, con sus diarios, matinales y noticieros; lo vemos en la política, con su nula preocupación por este tipo de violencia, la poca inversión en prevención y el total desconocimiento del fenómeno y su complejidad; lo vemos en la sociedad y la pasividad con que lo normaliza y asume, banalizándolo con chistes, invisibilizándolo y menospreciándolo como si no se tratara de un tema que nos atañe a todos y todas.

Para acabar con la violencia machista, que conduce en demasiadas ocasiones a desenlaces tan fatales como los 24 femicidios que llevamos en Chile en lo que va de año, es necesario dejar de normalizar las agresiones contra las mujeres. Necesitamos incomodarnos y movilizarnos, necesitamos una sociedad que responda rotundamente frente a la violencia machista, incluyendo a los medios y a las instituciones. Debemos asumir este fenómeno como el problema social que es y hacernos cargo, tomando conciencia de cómo esta sociedad patriarcal se cobra muchas víctimas fatales año tras año, víctimas que nunca reciben la mirada atenta ni la justicia social que sí reciben otros casos, aquellos que no caen en esta opresión en base al género que vivimos las mujeres.

Bajo ningún concepto le bajo el perfil al terrible crimen del que fue víctima Nibaldo, sólo me gustaría que cada uno de los femicidios que se han cometido hasta ahora se hubiera tratado con la misma importancia y hubiera generado la misma indignación. Que cada vez que se conozca un nuevo femicidio, todos y todas nos incomodemos y seamos parte del cambio social necesario para que las mujeres dejemos de ser tratadas como objetos prescindibles y se nos considere las personas de pleno derecho que somos. Un cambio social feminista que no sólo aborde el plano de lo íntimo y cotidiano, sino que aborde todas las esferas de lo social y logre una transformación radical.

Carmen Suárez Pardo