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Brasil, entre el amor y el odio: Lula está enamorado, mientras Bolsonaro discute su relación con las calles

Por: Victor Farinelli | Publicado: 22.05.2019
Brasil, entre el amor y el odio: Lula está enamorado, mientras Bolsonaro discute su relación con las calles Bolsonaro-Lula |
Brasil vivirá en la próxima semana una verdadera guerra de marchas, porque las organizaciones de docentes y de estudiantes ya están preparando la segunda jornada para defender el presupuesto de la educación pública, para el jueves 30 de mayo. Claro está que una disputa de ese estilo podría convertirse tanto en una victoria importante del gobierno para recuperar fuerza política, como en un fracaso rotundo que podría debilitarlo de forma preocupante y peligrosa.

Tras una semana marcada por las masivas marchas en defensa de la educación pública, más específicamente contra los recortes impuestos por el gobierno de Jair Bolsonaro a las universidades e institutos medios profesionales, la pauta en Brasil volvió a quedar marcada por esos eventos que equilibran entre lo insólito y lo preocupante.

Empezando por el pololeo de Lula: el domingo, parte de la prensa  tildada de seria se volvió farándula, al anunciar que el expresidente Lula da Silva, encarcelado desde abril de 2018, está enamorado. Aunque fue presentada a la opinión pública como “la nueva novia de Lula”, la relación con la socióloga Rosângela da Silva empezó incluso algunos meses antes de que el exmandatario fuera detenido, pero era mantenida en secreto incluso por parte de sus aliados políticos.

La información, revelada por la revista Época (perteneciente al grupo Globo), fue confirmada por el economista Luis Carlos Bresser Pereira, un político opositor a su gobierno, aunque su amigo personal, quien lo ha visitado en Curitiba algunas veces. Bresser ha afirmado que “Lula está tan enamorado que incluso está usando un anillo, y su primer proyecto para cuando deje la cárcel es casarse”.

Conocida como “Janja” por sus amigos, Rosângela da Silva es socióloga y tiene 40 años, 32 menos que su pololo, y vive en la ciudad de Curitiba, la misma donde él está detenido. Según Bresser Pereira, la relación ha sido clave “para que el expresidente mantenga su óptima forma física y sicológica”. Según el reportaje de Época, desde que Lula fue encarcelado, Rosângela lo ha ido a visitar cinco veces.

Bolsonaro convoca marcha, y después desiste de ir

Mientras su némesis político redescubre el amor, el actual mandatario brasileño trata de lidiar con distintos problemas, desde el descontento masivo generado por su política de recortes hasta una disputa de poder entre los distintos sectores que lo apoyan políticamente, pero que ahora parecen estar en discrepancia absoluta.

De hecho, parte de la prensa también pasó a considerar posible un intento de conspiración contra el bolsonarismo, luego de que el mandatario publicara una carta que surgió anónima, a través de sus redes sociales. El texto decía que “la agenda de Bolsonaro no atiende a los intereses de las corporaciones (y al que parecer tampoco a los militares), por lo que el secuestro (de esa agenda) se hace más evidente y la situación se vuelve cada día más sofocante”. El tema ganó fuerza cuando se descubrió que el autor de esas acusaciones en contra de “las corporaciones que atacan al gobierno de Bolsonaro” era un operador del mercado financiero, llamado Paulo Portinho, militante del Novo (“Nuevo”), un partido ultraliberal aliado de Bolsonaro.

Pero la carta sirvió solo para revelar un nuevo chiste político del gobierno, sino que para dejar al desnudo las divisiones internas del bolsonarismo, que oponen, por ejemplo, el sector empresarial y financiero contra el sector militar. De hecho, ambos lados salieron a criticar al gobierno y al mandatario por haber reaccionado mal tras las marchas por la educación el día 15 de mayo, afirmando ser esta una derrota social importante del oficialismo.

Ante esta situación, los sectores todavía fieles al presidente trataron de contestar convocando una marcha de respaldo a Jair Bolsonaro para el día domingo, 26 de mayo. Desde entonces, empezó un nuevo vaivén de posturas, algo típico del bolsonarismo: La iniciativa partió el fin de semana como organizaciones de extrema derecha como el Movimiento Brasil Conservador y Derecha Volver, hasta que, este lunes, pasó a ser difundida por las propias cuentas verificadas del mandatario.

Sin embargo, este martes, el Palacio do Planalto aseguró que el presidente no participará de ninguno de los actos convocados por sus seguidores, y también orientó a sus ministros que tampoco lo hagan. Al parecer, esta postura tiene que ver con el hecho de que algunos grupos bolsonaristas más radicales están llamando a la marcha como forma de manifestación contra los poderes Legislativo y Judicial, por no apoyar las reformas y decretos de su líder – el Congreso se ha resistido en avanzar con el trámite de la reforma previsional a la chilena impulsada por Bolsonaro, mientras que algunos ministros de la Suprema Corte puso en duda el decreto para facilitar el comercio de armas –, y solo entonces el presidente brasileño se dio cuenta de que él es el Poder Ejecutivo, y al llamar a una marcha para atacar a los demás poderes podría ser acusado por el delito de conspirar en contra de las instituciones.

Pero al final, la estrategia oficialista es tratar de demostrar que tiene apoyo social, que todavía puede dialogar con las calles – pese a tener esta semana su primera encuesta con la desaprobación (36,2%) superando la aprobación, (28,6%), según sondeo de la consultora Atlas Político, publicada este martes por la versión brasileña del diario español El País –, y que mantiene un poder de convocatoria igual o mayor que los estudiantes y profesores, que reunieron casi 2 millones de personas en el día 15 de mayo, cuando protestaron contra los recortes del gobierno.

Si esto es así, Brasil vivirá en la próxima semana una verdadera guerra de marchas, porque las organizaciones de docentes y de estudiantes ya están preparando la segunda jornada para defender el presupuesto de la educación pública, para el jueves 30 de mayo. Claro está que una disputa de ese estilo podría convertirse tanto en una victoria importante del gobierno para recuperar fuerza política, como en un fracaso rotundo que podría debilitarlo de forma preocupante y peligrosa.

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