Avisos Legales
Opinión

Sin historia, sin futuro ni recreo

Por: Tuillang Yuing Alfaro | Publicado: 25.05.2019
Sin historia, sin futuro ni recreo mineduc |
Dicho sin rodeos: saquen a los ingenieros y a los economistas del mundo de la educación; ¡lo han hecho pésimo! Y pongan los psicólogos sus bigotes en remojo, mira que bastantes explicaciones tienen que dar. Sobre todo por tratar de quitarnos nuestros alumnos de las salas y hacernos creer que tenemos enfrente estratagemas y pillerías de neuroaprendizaje. Además, bien cómodamente han colaborado con una policía moral en un abanico de programas y normativas de intervención social que van desde los Proyectos de integración hasta el Aula segura. Obvio que no son todos, pero este debate también hay que darlo.

Si la historia se vuelve una cuestión de opciones entonces quedamos encarcelados. Ni más ni menos. La negación de la historia implica quedar condenado al presente. Aun cuando se muestre bajo la fachada de la “libertad de elegir”, esconder la historia bajo la alfombra significa aceptar el estado de cosas actual como si fuese necesario y obvio. Una actualidad prepotente que –tal vez de modo invisible–, te captura en una celda formada por los barrotes de acontecimientos y “hechos” in-interrogados que se presentan como antecedentes causales sin examen ni cuestión. Entendámonos: no existen los “datos duros”, solo existe gente con la cabeza dura que se resiste a aceptar que las cosas pueden ser siempre de otras maneras y que, por tanto, indagar en su historia es la posibilidad liberadora de inaugurar otros rumbos. Afrontemos entonces que la medida implementada por CNED no es una mera cuestión curricular ni un debate restringido al tecnicismo educativo … si es que alguna tontera como esa existe.

Seré muy directo: con grado académico de Doctor, con una validación estatal como investigador en mi área, con una trayectoria en educación media y universitaria que suma ya más de veinte años  – y luego de haber elaborado una tesis donde la noción de historia es revisada en sus debates más sofisticados–, no me parece tan insolente permitirme preguntar por los fundamentos serios de esta medida y por la autoridad o pertinencia de quienes decidieron su implementación. Creo que la ciudadanía merece una explicación que no se escude en la experticia, cuando precisamente todo indica que los expertos parecen no tener la sensatez necesaria y, más bien, parecen naufragar en la desorientación de la pura gestión irreflexiva.

Hasta el momento todavía existen voces autoflagelantes que parecen aceptar dócilmente los dictámenes del grupito de “aquellos que saben” o que dicen saber. Yo, al menos, hace tiempo que no le entrego potestad ni atribuciones a alguien simplemente porque estudió en el extranjero o en una universidad pituca, porque lo dice en inglés o porque se refugia en una “evidencia” tan tendenciosa como cizañera.

Dicho sin rodeos: saquen a los ingenieros y a los economistas del mundo de la educación; ¡lo han hecho pésimo! Y pongan los psicólogos sus bigotes en remojo,  mira que bastantes explicaciones tienen que dar. Sobre todo por tratar de quitarnos nuestros alumnos de las salas y hacernos creer que tenemos enfrente estratagemas y pillerías de neuroaprendizaje. Además, bien cómodamente han colaborado con una policía moral en un abanico de programas y normativas de intervención social que van desde los Proyectos de integración hasta el Aula segura. Obvio que no son todos, pero este debate también hay que darlo.

Basta de  todo eso. Creo que cuando la gente es capaz de advertir que se le conduce hacia un precipicio  –o hacia una tormenta de nieve–, es deber de cada uno exigir una respuesta satisfactoria, oportuna y dilatada. En este caso se trata entonces de que CNED se confiese ante la ciudadanía y exponga claramente las razones que lo llevan a implementar una medida que, desde interpretaciones sin tanta elaboración, parece ideológica y fanática, además de absurda y extraviada.

Podríamos arrancar con una pregunta elemental; ¿qué van a poner en lugar de las horas de historia? ¿Más matemáticas, más inglés, más ciencias “para la ciudadanía”? ¿En qué consiste esa “Educación Ciudadana” que se desentiende de la Historia y que parece entonces ignorar que nuestras estructuras democráticas no tienen más de cuatro siglos? Y la pregunta tal vez más rotunda de todas: ¿A quién o a qué metas tributa este currículum?

Bien sabemos que la respuesta va articularse en torno 1) a la “evidencia”; 2) a la evidencia propiciada según estándares internacionales –el grupito glamoroso de la OCDE siempre detrás– 3) Y que por tanto, se pliega sin más al modelo de competencias, a los test estandarizados y, lo peor de todo, a un modelo de desarrollo y crecimiento que no se avergüenza ni del dolor ni del desastre y que se niega a reconocer la destrucción de la naturaleza y de todos los incluidos en ella. Es este modelo –llámelo como usted quiera: neoliberalismo, capitalismo, catastrofismo o godzilla– el que se pretende eterno y que suspende toda posibilidad de pensar otro futuro. Para eso nada mejor que cancelar la historia. Salgan a recreo.

Tuillang Yuing Alfaro