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Opinión

Psicoanálisis en la salud mental universitaria: Una comprensión

Por: Eduardo Pozo Cisternas | Publicado: 29.05.2019
Psicoanálisis en la salud mental universitaria: Una comprensión salud |
En la institución (que por lo demás estuvo en el ojo del huracán respecto al lucro) pude pesquisar un “adormecimiento” por parte de estos estudiantes (no existían federaciones, no habían espacios para diálogos, nadie hablaba de las marchas, solo faltaban a clases) que pudo despertar recién el 2012. Al dejar esa pasividad se toparon con la reprobación tanto de la institución represiva como de los propios padres a cualquier acto de reivindicar justamente a ese contrato “viciado”. A la estudiante R que decide ser parte del centro de alumnos de su carrera, su padre le dice: “no ande metida en webas mijta…sólo dedíquese a estudiar y sacar la carrera…usted sabe que si no es profesional no va a ser nadie…para eso me saco la cresta todo el día trabajando”.

La temática de la salud mental de las y los estudiantes universitarias/os ha estado en discusión en el último mes. Los aumentos en las tasas de suicidios, depresión, ansiedad y adicciones vienen a cuestionar el modelo educativo en relación a la exigencia académica, los espacios de intervención psicológica ofrecidos por las instituciones, las formas en que las nuevas generaciones afrontan la frustración, el ejercicio de los docentes, etc.

Si nos vamos al caso a caso, cada cuerpo de manera singular sufre según las marcas de su propia historia, pero a la vez ese malestar tiene sus raíces profundas en el campo político-social. El padecimiento de los estudiantes responden a causas más amplias y estructurales que también ocurre en otros espacios problemáticos de la vida neoliberal: el trabajo, la familia, el transporte, la salud, la vejez, el ocio, etc.

Sin embargo, esto no quiere decir que este padecer estudiantil no tenga complejas particularidades que se puedan identificar para luego pensar en prevenir o curar. Las causas son múltiples, pero pretendo reflexionar en un elemento que insistía en mi trabajo cotidiano realizado por siete años atendiendo como clínico psicoanalítico a estudiantes en una institución de Educación Superior.

Esta institución registra, en su mayoría, estudiantes hijos/as de padres y madres que crecieron en plena dictadura, de estratos sociales medios-bajos y bajos, que viven en comunas segregadas (muchos se demoran 1,5-2 hrs para llegar a la universidad). Son los primeros de toda su familia extensa (muchas veces viven con un grado de hacinamiento) que han entrado a la universidad, generando toda una dinámica que muy bien refleja la película chilena El primero de la familia de Carlos Leiva. Se las arreglan para financiar sus estudios y su vida cotidiana a través del financiamiento de sus padres, becas, trabajos part-time en la noche o los fines de semana, o trabajos a tiempo completo (más presente en vespertinos) y principalmente del CAE. La institución presenta una de las tasas más altas del CAE en comparación a las demás instituciones de educación superior, por lo que pertenecen a los quintiles más bajos de ingreso por familia, quienes desde que son admitidos pasan a ser los “eternos morosos de los bancos y del sistemas”, en palabras de uno de ellos.

Sus padres no tuvieron acceso a la educación superior (algunos tampoco a la secundaria) debido a la privatización y el violento escenario de terrorismo de Estado en el que pasaron su juventud. Trabajaron de obreros en el campo o en la ciudad. Tuvieron a sus hijos/as cuando Chile volvió a la democracia recibiendo todos los ideales de un país ya libre supuestamente de la dictadura; “la educación para todos” bajo la promesa de la movilidad social. Ideal que tomó su máxima expresión con ley del Crédito del Aval del Estado promulgada el 2002 durante el gobierno de Ricardo Lagos. Incluyendo la “letra chica”: sin importar la calidad, el endeudamiento, de las faltas de arrastre por la mala educación secundaria, de las dificultades emocionales y materiales del contexto real, no importa: ahora sí sus madres y padres podrían vivir, a través de sus hijos e hijas, lo que no pudieron ser…

Una pequeña parte teórica

Freud en su texto Introducción al Narcisismo (1914) plantea que el narcisismo originario del niño/a proviene del propio narcisismo de los padres, sus deseos y sueños no cumplidos. Éste queda en evidencia al momento en que le endosa toda clase de idealizaciones, grandezas y perfecciones al niño/a tratando de aminorar sus defectos. Este momento de grandiosidad narcisista quedaría impreso en el aparato psíquico. Posterior a él, el aparato sería incapaz de renunciar a este momento de completitud y de amor infinito por lo tanto, vía desplazamiento de la libido, emerge esta misma representación ahora a través de una instancia tremendamente crítica y cruel que Freud llamará “ideal del yo.

Ese sujeto en su adultez, encontraría una particular satisfacción  cuando se acerca al cumplimiento de ese ideal y, por otro lado, un gran sufrimiento al momento de pensar en lo mortificante que es no alcanzarlo. El problema surge cuando a través del contacto con el principio de realidad va desarrollando su propio juicio, lo que va dificultando el camino hacia ese ideal. Este ideal es incentivado por los padres, educadores y otros “líderes de opinión” del medio que se basan en los potentes ideales provenientes del campo cultural.  Señala Freud: “Además de su componente individual, este ideal tiene un componente social; es también el ideal común de una familia, de un establecimiento, de una nación”.

Piera Aulagnier va a establecer que más allá de algún conductor de la masa se necesita la presencia de un campo social que proponga ideales hacia ese sujeto siendo los padres el eslabón intermedio hacia la cultura. A través de un “contrato narcisista” inconsciente entre ellos, ese sujeto que va a portar esa voz, ese discurso, que lo ubicará y lo hará parte de una historia. Que tan oprimida esté esa pareja parental determinará la intensidad en que el sujeto hará propio o no, sumisa o críticamente, los mandatos de esos enunciados sociales.

Ahora bien, esos padres sometidos a una violencia segregatoria suelen no estar reconocidos como elementos del conjunto social, son marginados, destinados a una forma de vida muy cercana a la sobrevivencia endeudada. De alguna manera podríamos pensar entonces que son utilizados por el discurso para cumplir un ideal mercantil de la educación (instalada en dictadura) tomando la libido de satisfacción yoica al tapar esa herida narcisista ahora a través del hijo o hija profesional, “lo que no pudieron ser” como dice Freud.

Reflexiones

El movimiento estudiantil del 2011 pone en tela de juicio los “enunciados de fundamento” de la educación democrática, que señala que el Estado es garante de la educación de los ciudadanos por igual, a pesar, y en contradicción, de tratársela como un bien de consumo que favorece al empresariado. En la institución (que por lo demás estuvo en el ojo del huracán respecto al lucro) pude pesquisar un “adormecimiento” por parte de estos estudiantes  (no existían federaciones, no habían espacios para diálogos, nadie hablaba de las marchas, solo faltaban a clases) que pudo despertar recién el 2012. Al dejar esa pasividad se toparon con la reprobación tanto de la institución represiva como de los propios padres a cualquier acto de reivindicar justamente a ese contrato “viciado”. A la estudiante R que decide ser parte del centro de alumnos de su carrera, su padre le dice: “no ande metida en webas mijta…sólo dedíquese a estudiar y sacar la carrera…usted sabe que si no es profesional no va a ser nadie…para eso me saco la cresta todo el día trabajando”.

La frase: “no va a ser nadie”  le queda resonando a R, ella no quiere “ser nadie” que es un significante de su propia historia subjetiva más allá del tema del profesionalismo, cuestión que se trabajará en las sesiones más adelante. R se sale del centro de alumno produciéndose un profundo aplastamiento de su deseo, dice “siento que sólo tengo que estudiar y no quiero solo eso…” Sus padres (y también los abuelos) han catectizado un lugar para R donde ella debe advenir según el discurso del campo social ligado a la educación: ser profesional y específicamente “tener una hija periodista en la tele” como señalaba la madre, ilusionada de que se familia no quede fuera del lazo social vía su hija.

El inconsciente irrumpe, divide a R, le genera preguntas respectos a sus decisiones, se angustia y aparecen inhibiciones al momento de las evaluaciones orales con crisis de angustia. Pide una hora de atención psicológica: “no sé si es la carrera o soy yo… me gusta leer y la escritura, pero no siento la misma motivación y no sé si alguna vez ha estado la motivación en verdad…me siento cansada, duermo todo el día, no como, me levanto y es una lata, no tengo ganas de seguir, me iría a una isla a no hacer nada…si igual ya estoy sola”.

Comienza a hacerse preguntas respecto a sus decisiones en general, más allá del tema de haberse salido del centro de estudiantes, sino de su carrera, sus relaciones personales, su tiempo de ocio, la independencia respecto a su familia, etc. Esto es lo que de alguna manera el síntoma viene a reclamar.

El padre y la madre, sostenidos por la ilusión familiar de volver a ser parte (¿Alguna vez lo fueron?) del lazo social y no quedar segregado, reducen el deseo del sujeto al estudio. En un contexto de ideales neoliberales del “tu puedes”, “sólo depende de ti”, “vamos tu solo”, “desarrolla tu competencia”, etc, que fijan la responsabilidad y la soledad en el individuo volviéndose un padecer psíquico complejo que aplasta el deseo por la vida,  como señalaba otro estudiante: “…como con una mochila llena de piedras caminando solo”.

Para finalizar, podría decir que la alta tasa de deserción por problemas psicosociales de los estudiantes no sólo se da por los evidentes déficits académicos que arrastran de sus liceos, por el déficit de la realidad material, alimentaria y económica, por la falta de referentes respecto al profesionalismo, sino que también por complejas causas psíquicas que no están aisladas de lo otro.

Aparecerán casos donde efectivamente hubo movilidad social ¿Acaso habemos algunos que no queremos hacer de la educación universitaria una opción para que los sujetos que han sido segregados del lazo social no tengan oportunidades? ¿Acaso los padres y madres son el problema al traspasar sus sueños frustrados? ¿Se trata que los millennials no tienen tolerancia a la frustración? No se trata de eso, no reduzcamos el problema. Se escucha que los síntomas y angustias de los sujetos se relacionan a los significantes que vienen a marcar y ejercer una profunda exigencia mortífera desde ese ideal del yo: “el salvador”, “la mejor”, el “consuelo” “el modelo a seguir en la familia”, etc.

Jacques Lacan plantea que los estudiantes son esclavos del discurso del saber absoluto tecno-científico, donde la verdad subjetiva resulta aplastada. Dice que los estudiantes son explotados por este discurso informativo que cierra,  y están obligados a producir algo desde ahí, explotados igual que el trabajador. Cuando aparece un síntoma o una pregunta por parte del estudiante suele tratarse en las instituciones a través de este discurso ahora desde la psicología “eficiente y empirista”, que viene a cerrar aquella angustia que tiene una historia de no alojamiento, interviniendo a través de pautas de comportamiento pre-establecidas, fármacos, objetivos “a sacar” en dos sesiones o alguna derivación al sistema público colapsado que termina agudizando la violencia segregatoria. Pregunto: ¿Acaso la universidad debe hacerse cargo del bienestar psicológico de la población? ¿Qué vínculos posibles con la salud pública que ya está colapsada? ¿Acaso el negocio de la educación no tiene el suficiente respaldo de dinero para hacer una entidad externa que se preocupe de su salud mental con Terapeutas Ocupacionales, Trabajadoras Sociales, Psicólogos clínicos, etc que alojen realmente el malestar subjetivo y familiar? ¿Hasta qué punto incluir a los padres sin incentivar el fantasma de invasión en los propios estudiantes? ¿Qué responsabilidad de los estudiantes y docentes?

Eduardo Pozo Cisternas