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El Canciller en su laberinto

Por: Alejandro Navarro | Publicado: 30.05.2019
El Canciller en su laberinto ampuero | Foto: Agencia Uno
Todo indica que actualmente no hay conducción de ninguna clase en la cancillería. Un Canciller dubitativo e irresoluto, no es capaz de imprimir claridad en los objetivos que se persiguen y por lo mismo, no se percibe una estrategia ni una táctica visible de política exterior. No extraño entonces que la actuación de Chile haya dejado de ser previsible para nuestras contrapartes en la región y el mundo, tal como lo fue en el pasado reciente.

Nadie sabe a ciencia cierta cómo es que Roberto Ampuero logró treparse al alto cargo que hoy ostenta. Y de paso,  sentarse frente al  escritorio que se dice perteneció a Andrés Bello.

Hay quienes aventuran que el presidente Piñera, colocado frente a la disyuntiva de nominar a dos personajes que apetecían el cargo, uno actual senador y otro actual ministro de otra cartera, opto por colocar en la posición de Canciller  a una figura menor y de escaso prestigio.  Reservándose para sí mismo la conducción de la política exterior del país.

De modo que Ampuero, de profesión escritor de novelas, pasó a fungir como Canciller sin tener  la experiencia ni el conocimiento suficiente para un cargo que requiere de una serie sumadas de talentos,  los cuales nuestro personaje a todas luces carece.

Se dice que Ampuero  no es capaz de contradecir al Presidente prácticamente en nada, aunque afirma disponer de toda su confianza personal y política.

Quizás por eso nada dijo, si es que tenía algo que decir, cuándo ocurrió lo de Escazú, acuerdo cuya negociación Chile lidero junto a Costa Rica y del cual nuestro país  retiro la firma intempestivamente. Tampoco Ampuero levanto la voz, o no quiso,  a propósito de lo obrado respecto del Pacto Migratorio, a pesar que el Presidente había señalado en la propia ONU que sus disposiciones estaban en plena concordancia con el proyecto de nuestra nueva Ley Migratoria.

Todo indica que actualmente no hay conducción de ninguna clase en la cancillería. Un Canciller dubitativo e irresoluto, no es capaz de imprimir claridad en los objetivos que se persiguen y por lo mismo, no se percibe una estrategia ni una táctica visible de política exterior. No extraño entonces que la actuación de Chile  haya  dejado de ser previsible para nuestras contrapartes en la región y el mundo, tal como lo fue en el pasado reciente.

Según afirman los diplomáticos de carrera, prima la improvisación y el desorden en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Ampuero, a merced de sus limitaciones, se revela como incapaz de ejercer un auténtico liderazgo político, conceptual e institucional.

Prueba de lo cual es que actualmente los diplomáticos chilenos no se ocupan de nada relevante, al punto que ni siquiera son considerados en las delegaciones presidenciales al exterior,  como precisamente acaba de ocurrir en la reciente gira al Asia. Esto es algo inédito en la práctica ministerial.

Por cierto, a propósito de esta gira, si a alguien correspondía advertir al Presidente de los inconvenientes que traería aparejados la participación de sus hijos en reuniones oficiales en China, era precisamente  Ampuero. Pero hasta donde  se sabe, no hubo advertencia alguna de su parte.

Por otra parte, tampoco advirtió de nada de lo que se venía el joven asesor del segundo piso Salas Kantor. Todo indica que Ampuero se comunica con la presidencia por esta vía y que Salas sería la verdadera persona de confianza para Pinera en materias internacionales. Si aquello es efectivamente ¿Por qué no sincerar las cosas?

Como dicen en el Caribe, Ampuero no “da pie con bola” en cuestiones internacionales y de política exterior.  Y como si todo esto fuera poco, recientemente en una entrevista el La Tercera, Ampuero nos regaló una auténtica reflexión, de tono cantinflesco, en la que puso de relieve la confusión de sus conceptos a propósito de una política exterior de Estado.

Chile no merece un Canciller con tales evidentes limitaciones. Hasta Ampuero, nuestros Ministros de Relaciones Exteriores gozaban de un alto prestigio, tanto en Chile como en el exterior. Al punto que, con la excepción de Ampuero, los ciudadanos los distinguían con una alta valoración en las encuestas de opinión.

Tengo la convicción que el actual Canciller pasará a la historia de nuestra diplomacia como un personaje anodino. Alguien que ostentó una responsabilidad inmerecida para sus escasos méritos.

Alejandro Navarro