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¿En qué momento se jodió el PS?

Por: Paulina Morales Aguilera | Publicado: 20.06.2019
¿En qué momento se jodió el PS? ps | Foto: Agencia Uno
Que el Partido Socialista de Chile sea hoy la cara visible del concepto de narcopolítica no solo es devastador sino también incomprensible. Devastador por la propia historia del PS, por los indudables aportes que ha representado al país, particularmente en el campo de las luchas sindicales, todo lo cual se ve hoy opacado por los nexos al parecer innegables entre narcotraficantes, militantes y ciudadanos de a pie, especialmente en la comuna de San Ramón. Allí la corrupción ha adoptado la forma de sobornos, regalías, favores y prebendas a cambio de votos. Con esto, el partido ha terminado transformado en caja registradora de intercambios espurios. De los «militantes puros y sinceros» que habla La Marsellesa -el himno partidario- poco va quedando.

Hace exactamente cincuenta años se publicaba Conversación en la Catedral, del gran Mario Vargas Llosa, que comenzaba con la ya célebre pregunta «¿En qué momento se jodió el Perú?», pronunciada por el joven periodista que protagoniza dicha novela, de nombre Santiago.

Y en Santiago de Chile, hace 86 años, se fundaba el Partido Socialista, de cuyo desplome televisado estamos siendo testigos por estos días. Se trata, por cierto, de una crisis institucional de enorme grosor para un partido histórico que, ya cercano a su centuria, se ve enfrentado a una debacle política sin precedentes, aunque no reciente, sino más bien fruto de un larvado proceso de corrupción interna. En efecto, es posible sostener que el PS comenzó a ‘joderse’ justamente cuando comenzó a corromperse. Pero, ¿qué significa concretamente esto? Si nos remitimos al Diccionario de la Lengua Española encontramos al menos cuatro acepciones de la palabra «corromper», las que bien pueden ser aplicadas para comprender las dimensiones de la crisis de este partido. Veamos.

  • «Alterar y trastrocar la forma de algo»

 Esta forma de corrupción del Partido Socialista puede ser visible en relación con el trastrocamiento de aquello que le otorgó su sentido y le permitió autocomprenderse y ubicarse como un actor relevante de la política chilena del pasado siglo. En sus orígenes, el PS nace buscando transformarse en defensor e intérprete de las demandas obreras en la primera mitad del siglo XX, en concordancia con lo cual, en su Declaración de Principios publicada en 1934 en Consigna (n° 1), declaraba la adhesión al marxismo como método de interpretación de la realidad y remitía a conceptos como lucha de clases, dictadura de los trabajadores, internacionalismo o antiimperalismo económico.

Cierto es que el tiempo ha pasado desde aquellas definiciones, pero en su reciente Declaración de Principios, presentada hace poco más de un mes ante el Servel, el PS afirma ser “la expresión política de los trabajadores manuales e intelectuales, de quienes realizan trabajo doméstico no remunerado, de los trabajadores de la técnica, de la ciencia y de la cultura, y de todos los hombres y mujeres que aspiran a una sociedad socialista, es decir, igualitaria, libertaria y fraternal […] El Partido Socialista de Chile es un partido popular y de izquierda, autónomo, democrático y revolucionario, en tanto persigue un cambio social profundo […] El Partido Socialista se declara feminista y antipatriarcal. […] El socialismo es la respuesta al neoliberalismo y al capitalismo globalizado.” (https://portal.pschile.cl/wp-content/uploads/2019/05/Estatuto-Partido-Socialista-.pdf)

Sin embargo, frente a sucesos como: 1) la pérdida progresiva de relevancia en el mapa político nacional, 2) la baja paulatina de militantes y de votantes, 3) el bochorno de las inversiones de las finanzas socialistas en empresas como SQM o Braskem (de propiedad de los brasileños Odebrecht), 4) la imposibilidad de entregar resultados rápidos, claros y confiables tras las recientes elecciones internas, 5) la vinculación con el mundo del narcotráfico, entre otros, resulta patente la corrupción de un Partido Socialista que ya solo puede sostener lo que sostiene en sus declaraciones a nivel testimonial vía PDFs on line.

  • «Echar a perder, depravar, dañar, pudrir»

 Cierto es que los ejemplos antes citados han terminado por pervertir, dañar o incluso pudrir el sentido más profundo de las aspiraciones del socialismo tras la construcción de una sociedad más igualitaria y con justicia social. Es posible, incluso hablar de una cierta ‘función ideológica’ que -al día de hoy- ha terminado en la depravación del partido, o sea, en la adulteración de su sentido originario. Si el PS nació signado por los preceptos antes referidos, no es menos cierto que para la ciudadanía resulta actualmente imposible creer que esas siguen siendo las motivaciones que le mantienen con vida. Si los partidos políticos tuvieran que exhibir hoy sellos de advertencia, muy probablemente los del Partido Socialista dirían: «alto en corrupción» y «bajo en coherencia».

  • «Sobornar a alguien con dádivas o de otra manera»

 Qué decir sobre esta tercera acepción del término «corromper» en las aguas del socialismo… Los hechos conocidos en las últimas horas hablan de nefastas prácticas políticas enquistadas en el seno del partido, desde sus niveles más altos de dirigencia hasta algunas de sus bases.

Que el Partido Socialista de Chile sea hoy la cara visible del concepto de narcopolítica no solo es devastador sino también incomprensible. Devastador por la propia historia del PS, por los indudables aportes que ha representado al país, particularmente en el campo de las luchas sindicales, todo lo cual se ve hoy opacado por los nexos al parecer innegables entre narcotraficantes, militantes y ciudadanos de a pie, especialmente en la comuna de San Ramón. Allí la corrupción ha adoptado la forma de sobornos, regalías, favores y prebendas a cambio de votos. Con esto, el partido ha terminado transformado en caja registradora de intercambios espurios. De los «militantes puros y sinceros» que habla La Marsellesa -el himno partidario- poco va quedando.

Resulta también una situación incomprensible, dado que se trata de hechos conocidos por la alta dirigencia socialista, que prefirió hacer la vista gorda ante ello. Un hecho significativo grafica lo señalado: en las recientes elecciones del PS, la lista encabezada por el actual timonel Alvaro Elizalde incorporó entre sus filas a Mónica Aguilera, hermana del cuestionado alcalde sanramonino Miguel Ángel Aguilera, quien fuera hace un tiempo expulsado del partido ante las denuncias de vinculaciones con el narcotráfico, y de quien se sabe prepara su regreso a la casa partidaria cual hijo pródigo. La inclusión de su hermana en la lista de Elizalde no sería más que una expresión de esa maquinaria en marcha, como también lo son las amenazantes palabras del propio alcalde en una entrevista con La Tercera, donde con una sospechosa confianza afirma: “Con el tiempo en el PS me van a terminar pidiendo disculpas.” (https://www.latercera.com/noticia/miguel-angel-aguilera-alcalde-san-ramon-ex-militante-socialista-ps-me-van-terminar-pidiendo-disculpas/).

  • «Pervertir o seducir a alguien»

 Esta forma de corrupción, íntimamente ligada con la anterior, remite a una cierta dimensión estética de la corrupción, pues como bien señala la Real Academia Española, la perversión incluso podría darse por vía de la seducción. Mucho de eso hemos visto en este PS que primero cayó rendido ante los cantos de sirenas del mercado, que le invitó a depositar en él sus dineros para ganar intereses sin importar quiénes eran los dueños de las canastas, como si un partido político pudiera ser manejado como una empresa cualquiera. De ser así, sus dirigentes ya no deberían ser evaluados por sus dotes políticas sino por su capacidad ‘emprendedora’…

Ligado a ello, la seducción también vino en la forma de negociaciones soft: votos a cambio de puestos de trabajo (una cosa poca), fidelidad a cambio de protección, aumento de militantes a cambio de puestos en la dirigencia. Ya no importa debatir sobre principios políticos ni cuestiones doctrinarias; eso provoca somnolencia. Por lo demás, resultaría algo del todo superfluo: con sus recientes actuaciones el Partido Socialista nos ha ilustrado sobre cómo es posible declararse marxista, feminista, anticapitalista -vegano y animalista si hace falta- y luego practicar la narcopolítica. Un modelo de flexibilidad y aggiornamento digno de admiración. Un lifting político-facial en toda regla, que ya se sabe que para seducir hay que exhibir buena cara.

Como corolario a estas líneas, volvamos la mirada a Perú. Pero ya no a la pregunta de Vargas Llosa en su novela del ‘69, sino al politólogo peruano Martín Tanaka y su libro Democracia sin partidos (2005). En esta obra, su autor analiza la situación política del país vecino en el lustro 2000-2005, a partir del fenómeno de la pérdida de fuerza de sus partidos tradicionales o históricos, con las consecuencias negativas en términos de fragmentación de la representación política de la ciudadanía, pérdida de legitimidad de los gobiernos y despolitización social. Los partidos políticos son -deben ser- actores claves e indispensables para democracias sólidas capaces de eludir aventuras caudillistas y/o fenómenos mediáticos impredecibles que abonen la corrupción de la actividad política. Tras la publicación del libro de Tanaka hemos sido testigos del avance de la descomposición de la democracia peruana, graficada entre otros en el hecho de que al menos cinco de sus últimos presidentes se encuentran o encarcelados o bien en procesos judiciales por corrupción, contexto en el que se enmarca el reciente suicidio de uno de esos ex gobernantes.

Frente a ello, la situación del Partido Socialista de Chile no puede alegrar ni a sus más enconados detractores políticos, si se consideran verdaderamente demócratas, ni dejar indiferente a nadie.

Paulina Morales Aguilera