Avisos Legales
Opinión

Marcha gay: Crítica de una fiesta sin mucho que celebrar

Por: Hernán Jara García | Publicado: 22.06.2019
Marcha gay: Crítica de una fiesta sin mucho que celebrar gay | Foto: Agencia Uno
¿Hay algo por qué celebrar? O más bien ¿por qué no hacer de esta marcha, una protesta? A caso ¿no nacieron así estos movimientos reivindicativos de Stonewall, como disturbios y protestas? Una forma de manifestarnos coherentes con la realidad oculta incluso para los asistentes a la marcha. Crímenes de odio que parecieran no importar entre tanta música electrónica y papel picado.

De un tiempo a esta parte, las fundaciones y agrupaciones más visibles de diversidad sexual, han insistido en hacer de la marcha del orgullo, una especie de fiesta electrónica livianita, deslavada y vacía de todo contenido político, ausente del descontento ciudadano. En vez, de una protesta clara por exigir nuestros derechos, esto se convirtió en una versión criolla pseudocarnaval fiestero gay.

Estas entidades insisten en trasformar el mes del orgullo LGBTIQ+ y su respectiva marcha, en una especie de bullicio pride neoliberal, plagado de pinkwashing y marketing oportunista. Con uno que otro político, igual de oportunista subido arriba de un carro, enarbolando falsos discursos de igualdad, sin asco alguno, para manosear esta lucha por la igualdad de derechos solo con fines electorales.

Todos bailando felices y despreocupados, todos inmersos en la inconciencia del jolgorio carnavalesco, de la musiquita de carrete, ignorando por completo la gravísima realidad que violenta y mata a los nuestros.

Como si la vida de nuestros hijos, de parejas homo y lesboparentales, no sufrieran el desamparo absoluto de no tener el reconocimiento legal de ambas madres, o ambos padres, con toda la consecuente serie de vulneraciones que ello conlleva, en los derechos y garantías de nuestras familias, de nuestros niños y niñas.

Como si con la aprobación de la ley de identidad de género, se resolvieran todas las urgentes necesidades de la población trans, en circunstancias que la expectativa de vida de elles, no llega a más de 35 años o menos, según cifras oficiales de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Cifra que evidencia según la Organización de Estados Americanos, el alto número de mujeres trans que mueren asesinadas, casos que en su mayoría quedan en la competa impunidad. En el caso de los hombres trans, las estadísticas destacan que la mayor parte de la violencia contra este colectivo, se produce en el entorno familiar. Vidas forzadas a vivir en la marginalidad, personas despojadas prácticamente de todos sus derechos básicos.

Como si la tasa de suicidios en adolescentes gay lesbianas y trans no fuese mucho mayor, que el resto de la población, y más aún en caso de sufrir bullying homofóbico. Esto, resultado de la falta de apoyo familiar, y básicamente de una sociedad homofóbica que se le presenta hostil y adversa.

Como si a fin de cuentas no nos mataran en las calles, solo por ser quienes somos

Todo lo anterior me lleva a preguntarme ¿hay algo por qué celebrar? O más bien ¿por qué no hacer de esta marcha, una protesta? A caso ¿no nacieron así estos movimientos reivindicativos de Stonewall, como disturbios y protestas? Una forma de manifestarnos coherentes con la realidad oculta incluso para los asistentes a la marcha. Crímenes de odio que parecieran no importar entre tanta música electrónica y papel picado.

Y no se trata de amargarnos y no mostrarnos orgullosos de quienes somos, y tal cual somos, pero ¡nos están matando! Y reaccionamos ¿Cómo? ¿Yendo a bailar a la alameda?

Se puede hacer performance, mostrándonos visibles, gritarles en la cara a un país conservador que aquí estamos, y a la vez exigir los derechos y garantías que por justicia social y bien común nos corresponden. igual que al ciudadano que está a mi lado y no sufre las violencias y mecanismos de opresión que vigilan el género. Derechos y garantías que no los van a otorgar “de la nada”, solo porque de buena voluntad y en un gesto innato y absolutamente espontaneo se les ocurrió a los legisladores, esto de “mira deberían todos tener los mismos derechos”.

¡Orgullosos y visibles ¡porque cuando tú, por ser quien eres, por cómo y a quien amas, nuestra forma de conformar familias, por como expresamos nuestros géneros, son el motivo para ser personas desprovistas de los mismos derechos fundamentales, que el resto de la población.

Debemos salir a ocupar los espacios públicos orgullosos y valientes. Sin embargo cabe preguntarse si ¿alguna vez en la historia, solo con mostrarse festivos, el poder otorgó derechos a los oprimidos? ¿Me van a dejar de violentar por lo que soy, solo por bailar al son de una musiquita pop?

Mientras esto ocurre, el feminismo por su parte ha dotado de una visión crítica y disidente a cierta parte de nuestra población, que ve y cuestiona la ausencia de contenido político real en esta marcha. El feminismo nos ha dado herramientas para cuestionar las relaciones de desigualdad a las que queda sometida todo cuerpo no biológicamente asignado hombre al nacer, blanco, hetero cis género, con una hegemonía de la heterosexualidad normativa. Nos abrió la puerta de igual forma entonces a repensar las estrategias, y alianzas que dejen en evidencia lo alarmante de nuestra situación, en LA OPORTUNIDAD que nos hace visibles a nivel país, una vez al año.

Esto en otras partes del mundo se ha provocado la convocatoria a un orgullo disidente, distinto la fiesta oficial. Pero más allá de la disidencia de la categorización binaria del género, en cómo expresamos nuestras identidades, en nuestro discurso respecto a de los deseos y los afectos, ¿tiene alguna bajada practica en las políticas públicas el inflamarnos de retórica? ¿Cómo le llevamos el feminismo queer a la lesbiana que vive en una zona rural en Puerto Montt? ¿Cómo nos manifestamos con el fin último sea que la violencia que nos ahoga deje de ejercerse? ¿De qué forma protestamos para que, en última instancia, no nos maten en las calles? No postulo un pensamiento finito y una solución a toda la problemática anteriormente enunciada, más bien mi intención es dejar abiertas estas inquietudes, con el objeto de que cada sujeto llamado a realizar esta revolución se lo cuestione. Pero si creo que en el dividirnos, no está la solución.

Somos una población llena de demandas distintas y pensamientos políticos diferentes, porque tenemos realidades y necesidades diferentes, pero es dentro de esta multiculturalidad que somos como población queer, que debemos crear comunidades no cerradas, sino más bien que interactúen en planos de igualdad, debemos articularnos políticamente, con objetivos claros, para exigir lo que, por justicia y equidad, nos corresponde.

Claramente no estoy haciendo un llamando a la lucha violenta, sin embargo, hay una clara diferencia en expresar el descontento social frente a quienes nos gobiernan, en una protesta, que en ir a carretear y celebrar a la alameda. Me parece que podríamos celebrar y defender nuestros derechos ya alcanzados cuando tengamos, al menos en la letra de la ley, el mismo acceso a celebrar en igualdad, todos los actos y contratos que nos otorga el Derecho de familia, o ¿acaso nosotros no somos también el núcleo fundamental de la sociedad?

Hablo de manifestarnos contrarios a las nulas políticas públicas del gobierno por acabar con la discriminación, de avanzar el Derechos filiativos, adopción homoparental y matrimonio igualitario, de exigir el fin a la violencia por ser quienes somos. En salir a ocupar la calle que nos pertenece a todas, todos y todes, con una convocatoria masiva y opositora, no disidente de nosotros mismos, sino disidentes del Gobierno y su insoportable levedad.

Construyamos una cohesión crítica, con una imprescindible mirada feminista, unida a una estrategia clara y común, que haga a cada ciudadano que se vea movido por estas injusticias, de forma colectiva, expresar nuestro descontento y nuestras justas demandas. Que cada ciudadano grite decididamente, para que los habitantes de la nación toda escuchen, vean y reaccionen, se movilicen, que cada persona, sea hetero gay o bisexual, sea hombre o mujer, sea padre, madre o amigo de uno de nosotros, que todos haga de nuestra causa, su causa. El exigir el fin a la injusticia, de no tener el derecho de vivir libres de toda forma violencia y odio y desigualdad en razón de nuestro género, expresión de género u orientación sexual.

Hernán Jara García