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Opinión

Orgullo es manifestarse, no celebrar

Por: Bárbara Pizarro y Constanza Valdés | Publicado: 22.06.2019
Orgullo es manifestarse, no celebrar nico |
Ser una mujer lesbiana, bisexual o trans de escasos recursos y ser un hombre gay con altos ingresos son situaciones que merecen distintos análisis en el ámbito de la discriminación y violencia que sufren. El acceso a la justicia, el derecho a la seguridad social y el ejercicio de los derechos económicos, sociales y culturales varían de acuerdo con la realidad de cada persona. Es por esto que las demandas de la comunidad LGBTI no pueden limitarse exclusivamente a la aprobación de una agenda liberal en materia de igualdad y no discriminación, sin pretender que el sistema económico no tenga ningún impacto en esta realidad.

Este 22 de junio se realizará en Santiago la marcha del orgullo organizada por Fundación Iguales y Movilh por segundo año consecutivo. Dentro de las consignas de la marcha se encuentran las exigencias de la aprobación por parte del Congreso del proyecto de ley de matrimonio igualitario, adopción homoparental y el envió por parte del gobierno de la reforma a la ley 20.609, conocida como Ley Zamudio. Esta manifestación, de similar manera que la del año anterior, ha sido duramente criticadas por la inclusión de marcas, publicidad y por tener un carácter de celebración y no de repudio hacia los recientes ataques a la comunidad LGBTI, y las ausencias de pronunciamientos por parte del Gobierno en materia de la prevención de la discriminación, el bullying y la violencia.

En respuesta a esto, diversas organizaciones se organizaron para la convocatoria de la denominada Marcha Disidente por la Memoria cuyo objetivo es cuestionar las demandas liberales actuales de las organizaciones hegemónicas en esta materia y colocar en debate la precarización de la vida de las personas de la comunidad LGBTI, ya sea en el ámbito de la educación, trabajo, salud, vivienda, y en el ejercicio de los derechos económicos, sociales y culturales. Paralelamente, el mismo día en Quillota, organizaciones lesbofeministas convocaron una marcha con el objeto de exigir justicia por el femicidio lesbofóbico de Nicole Saavedra hace 3 años. Si bien, existe un consenso general que si es necesario discutir en materia de igualdad y no discriminación la adopción homoparental y el matrimonio igualitario, entre otras iniciativas de esta naturaleza, la realidad actual nos muestra que las urgencias se encuentran en otras medidas.

Actualmente, la comunidad LGBTI se ve afectada por la constante discriminación y violencia que sufren diariamente. Sólo a modo de ejemplos, en lo que vamos del año llevamos más de 15 ataques en contra de personas de la comunidad LGBTI, y asimismo, según el estudio reciente “Ser lesbiana en Chile” de la Agrupación Lésbica Rompiendo El Silencio, el 70% de las encuestadas señaló que han sido acosadas por su orientación sexual. Entonce,surge la interrogante ¿Nos encontramos en un momento político donde como comunidad debemos celebrar? Ante estos pocos antecedentes expuesto, la respuesta es contundente: No. La realidad de nuestra comunidad nos demuestra, además, que nuestras demandas más urgentes no se relacionan directamente con el matrimonio igualitario ni la adopción homoparental. Es por esto, que el análisis con una perspectiva de clase y de género es indispensable.

Ser una mujer lesbiana, bisexual o trans de escasos recursos y ser un hombre gay con altos ingresos son situaciones que merecen distintos análisis en el ámbito de la discriminación y violencia que sufren. El acceso a la justicia, el derecho a la seguridad social y el ejercicio de los derechos económicos, sociales y culturales varían de acuerdo con la realidad de cada persona. Es por esto que las demandas de la comunidad LGBTI no pueden limitarse exclusivamente a la aprobación de una agenda liberal en materia de igualdad y no discriminación, sin pretender que el sistema económico no tenga ningún impacto en esta realidad. Asimismo, la sola aprobación de la ley de identidad de género y de circulares en la materia tampoco son suficiente para el respeto y reconocimiento de los derechos de las personas trans. El reciente suicidio de José Matías, joven trans de 16 años de Copiapó, debido al bullying que recibía en su entorno escolar es una muestra de aquella cruda realidad.

Esta realidad es la que nos debiera motivar para marchar y no celebrar este 22 de junio. La comunidad LGBTI no solo se encuentra expuesta a la constante discriminación y violencia en razón de la identidad y expresión de género y orientación sexual, sino que también a la precarización laboral, al nulo acceso a la justicia, la falta de seguridad social, las falencias estructurales del sistema de salud, entre otras materias. Asimismo, el marketing y la  mercantilización de nuestras demandas inevitablemente nos lleva a análisis superficiales sobre nuestra realidad e inclusión.  En razón de aquello, este análisis no nos pueda llevar exclusivamente a exigir ,de manera igualitaria, el acceso a las mismos derechos y libertades, sino que también vincularlo a la dificultades y entorpecimientos que tenemos en el ejercicio de los derechos que tenemos actualmente en materia laboral, de salud, educación, entre otros. Entonces, ¿Cómo podríamos celebrar considerando todo lo anterior?

Bárbara Pizarro y Constanza Valdés