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Chile, ¿despolitizado o repolitizado?

Por: Raúl Zarzuri Cortés | Publicado: 27.06.2019
Chile, ¿despolitizado o repolitizado? CEP_1 |
¿Cuál es ese encuadre tradicional que no permite ver otras formas de participación y de politicidad? A mi modo de ver, es la concepción de democracia y de participación política arraigada en una versión reducida y, que se muestra contraria a otras formas de estar juntos o a la construcción de aquello que es común.

La última encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP), en la dimensión Identificación Política y Nivel de Politización, muestra, a ojos de algunos analistas, un proceso de despolitización de la sociedad chilena y una desafección hacia lo público. La pregunta que surge es: ¿esto es real? Particularmente, pongo en duda dicha afirmación.

Una primera cuestión, y sobre la cual no me detendré por temas de espacio, es lo referido a los indicadores para medir la despolitización. Es una discusión metodológica árida. Solo comentaré que según el tipo de indicadores que se use, obtendremos diferentes respuestas. Por ejemplo, los que usa el CEP, no incluye ningún indicador de participación en marchas y voluntariado, firmas en campañas o participación en colectivos, entre otras modalidades de participación que se observan hoy en día.

Sobre las marchas desde el año 2005 con el llamado movimiento pingüino hasta la fecha, cientos de miles de chilenos/as (en algunos casos las convocatorias a nivel nacional han excedido el millón de personas) han salido a la calle a protestar por una diversidad de problemas: la calidad de la educación, el acoso y violencia sexual, la mala gestión y acceso a la salud, las jubilaciones, entre muchos otros. A pesar del tenor de estas movilizaciones, algunos continúan señalando que estamos frente a un país despolitizado. La pregunta que surge es, ¿cómo llegamos a esta afirmación? Evidentemente, una respuesta plausible es que estamos frente a políticos y cientistas sociales que utilizan un lente (encuadre teórico, paradigma, etc.) que hoy en día no es el más adecuado para mirar procesos de participación cada vez más complejos.

Entonces, ¿cuál es ese encuadre tradicional que no permite ver otras formas de participación y de politicidad? A mi modo de ver, es la concepción de democracia y de participación política arraigada en una versión reducida y, que se muestra contraria a otras formas de estar juntos o a la construcción de aquello que es común. Está concepción se mueve dentro de una lógica donde prevalecen o donde el compartir como ciudadanos se remite solo a procedimientos y relaciones funcionales e instrumentales y donde la participación debe ser mínima. Es la critica que Mouffe ha realizado a la denominada democracia liberal. Para este tipo de democracia, los ciudadanos solo deben compartir creencias sobre procedimientos y reglas sobre el vivir juntos entre otros, por lo tanto, lo común sería eso. Esto se puede denominar “modelo de participación pasiva» o “modelo minimalista de participación”, los cuales postulan que la participación democrática no debe ser masiva. Es más, en este tipo de modelo, los ciudadanos deben estar al margen de la política y solo deben ser convocados cuando hay elecciones.

Esto conforma una “democracia mínima” o una “democracia de mínimos”. Esto último nos resulta conocido ya que es precisamente parte del modelo transicional que todavía tenemos, cuyo origen está en un modelo de participación que tejió la dictadura en nuestro país. Modelo que la vieja política -y no solo por edad-, se ha resistido a modificar. Primero, porque teníamos una democracia endeble que había que proteger, para posteriormente pasar lisa y llanamente a defender una “democracia de mínimos” por conveniencia política para mantener privilegios de una (vieja) clase política, abandonando una “democracia de máximos”.  

Si lo dicho anteriormente remite a las viejas concepciones de participación política, ¿cómo podemos visualizar la participación política actual? Es obvio que, con los lentes de la denominada democracia mínima, estamos en crisis: crisis porque la gente no va a votar, porque no se inscribe en partidos políticos entre otros, que nos lleva a la lectura más sencilla de todas y que actúa como un mantra: estamos frente a un proceso de despolitización.

¿Pero qué no se ve en está mirada? Hoy en día las personas no son necesariamente pasivas políticamente porque no participan dentro de los cánones de la política tradicional. Habría que señalar, además, que las personas están evitando cualquier forma de participación política institucionalizada y rutinaria, las que llamaré “participación de largo plazo”, por ejemplo, las militancias en partidos políticos tradicionales.

Así, hoy asistimos a nuevas formas de participación las que denominaré como “participación de corto plazo”. En ellas no existe un compromiso de formalizar la participación mediante algún tipo “de contrato” (filiación, por ejemplo), sino que responde más a una dinámica de flujos y reflujos de participación. Las marchas, las convocatorias específicas y pequeñas a movilizaciones, la participación en una variedad de colectivos que mueren y renacen, incluso la participación en redes como Twitter, donde encontramos un devenir de opiniones, comentarios, de retuiteos que masifican posturas y noticias entre otras cosas; que muestran una preocupación por la política, pero que no necesariamente se traduce en un tipo de participación como sería salir a la calle (marcha u otra actividad), son ejemplos que muestran que la política está viva.

Frente a lo que he descrito, se puede esbozar la siguiente hipótesis que rebate la llamada despolitización actual: estamos asistiendo a una repolitización de la política a partir de la despolitización de la política (tradicional). Así, el abandono de las formas tradicionales de participación no puede y no debe ser leído como una falta de interés en la participación ni en una despreocupación por lo público. Al contrario, lo que se observa, es una nueva repolitización de la participación que no se manifiesta necesariamente en un tránsito a formas tradicionales, como es la militancia en partidos políticos, sino, que adquiere otro derrotero, como es el fortalecimiento de la vida cotidiana, eje de las nuevas formas de participación política, estructurando una política desde abajo y donde los jóvenes y también adultos que comienzan a sumarse son sus principales actores.

Raúl Zarzuri Cortés