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La paradoja del arte en tiempos de Instagram: Las #etiquetas que llevan a Guillermo Lorca a Londres

Por: Diego Alonso Bravo C. | Publicado: 30.06.2019
La paradoja del arte en tiempos de Instagram: Las #etiquetas que llevan a Guillermo Lorca a Londres |
Es uno de los pintores más destacados de Chile. Hace algunos días inauguró «El Encuentro», su más reciente exposición. Allí muestra una parte de lo que llevará en septiembre próximo a Londres, en un trabajo con Simon de Pury, la figura más importante del mercado del arte actual. La colaboración la logró a través de la red social en el título de esta entrevista y a la que dispara: «Alguien mino muestra las calugas mientras pinta y eso pica por mino. O está lleno de minas que pintan pura mierda, pero son estupendas y se toman fotos con el cuadro detrás y están llenas de likes y miles de seguidores, pero el cuadro es como de no tanto like».

Era una treintena de niños los que estaban esa mañana de sábado de julio en el Centro Cultural El Tranque, en Lo Barnechea. La edad que promediaban no superaba los 10 años. En sus manos tenían hojas pintadas con verde, morado, rojo, colores llamativos. Era el resultado de un taller que el pintor Guillermo Lorca había llevado a cabo pocos días después de inaugurada su exposición “El Encuentro”, en el mismo edificio. 

Formaba parte del compromiso de trabajo con el municipio: enseñarles arte a los infantes. Pero sus alumnos y todo lo que habían hecho distaba mucho de lo que en la sala de exposición se mostraba: esas obras («proyecto de vida», como él le llama), hoy tan identificable, de uno de los artistas más reconocidos de Chile. 

En sus pinturas realistas hay animales, más mujeres que hombres, tonos rojos que simula sangre; fantasías de niño, pesadillas más que sueños, lo salvaje con la inocencia. Y después de haber terminado el taller y recorrido la exposición con los aprendices y sus papás y las fotos y halagos de rigor, se sentó en una mesa junto a la actriz Javiera Gaete, su polola, para tratar de dar forma a esta presentación:

“Es parte de un continuo, que al final va a ser una historia de vida: va evolucionando de a poco, lento, pero seguro, y en ese sentido no es que esta exposición vaya a hablar de tal o cual tema. En el fondo, siempre va a estar hablando de ese espíritu que va andando como el agua: que aparenta ser lo mismo, pero es siempre distinto. Es como los cuadros: se va a identificar como cuadro mío, pero siempre van a ser bastante diferentes y van a ir cambiando pequeñas sutilezas y llegará un punto en el que van a haber cambiado sin que yo me de cuenta. Esa es la idea. Porque es una decisión de vida a largo plazo”. 

¿Tu obra está comprometida con algo? Si es así, ¿con qué, cuál es su compromiso?

Uno lucha por lo que siente. Si no lo sentiste, sería un discurso ajeno. Yo sí sentí esa sensación de magia, de misterio, de los libros que veía de niño, de la cosa más encerrada. Ahí es donde encontré mi lugar, desde donde podía hablar. El objeto mismo de la pintura va para otra reflexión: busca algo más etéreo, que pase los momentos políticos y siga estando. Y eso es lo que busco: que este cuadro funcione en 100 años más y que funcione en 500 años y que esté conectado con que dé lo mismo las guerras o las cosas entremedio. 

¿Debiese el arte tener responsabilidad política o social?

Depende del arte.

¿Y en el caso de tu arte?

No. O sea, me gustan más los temas “del alma”, pese a que no crea en ella; de lo sensible, lo sensual, lo etéreo. Pasar a la dimensión política tendría que ser yo como persona que lo hiciera: que a la gente le gusten mis pinturas y eso me dé tribuna y desde ahí hiciera algo; o que alguna de mis pinturas tuviera una reacción social. Pero de todas formas, entre los artistas contemporáneos se está destacando. Ahí tienes una tribuna.

Hay una tradición latinoamericana entre la producción artística y la responsabilidad social-política.

Una situación política sería que yo opere distinto a como se pensaba el arte político en Chile y cómo se enseñaba en las escuelas. Y no lo digo con mala intención, pero pasa que hay cambios generacionales y las motivaciones se encierras y se crean cúpulas, especialmente en esas universidades donde se veía el arte como con una misión más política y nada más, y tenías que seguir una especie de línea discursiva y una estructura de pensamiento y se olvidaron de cosas tan simples como la creación espontánea. En ese sentido, se sobreintelectualizaron algunas cosas y lo mío sería como un anti-eso. Ahí habría una carga política. 

Detalle del cuadro «Make me blue».

Arte boutique elite

Guillermo admite que El Tranque es de los lugares más “aburguesados” en los que ha expuesto su obra. Hasta ahora, ha participado en muestras en solitario en el Centro Cultural Gabriela Mistral, en el Museo Nacional de Bellas Artes, en la Galería Hilario Galguera en México, y en exposiciones colectivas en Turín, Barcelona y Sicilia.

No obstante, esos espacios que pueden pensarse como de acceso no tan masivos, cualquiera que haya pasado por la estación Baquedano los últimos 10 años, ha visto las seis pinturas-murales (de 3 metros) que forman parte del Proyecto Bicentenario, inaugurado en 2009: retratos hechos desde sus ojos.

En tu caso, están estos retratos en el punto donde millones de personas pasan diariamente, y también aquí, en una comuna pituca, además de los otros países en los que has expuesto. Considerando esto, ¿te sientes un artista de elite?

Uno siempre trabaja para uno mismo. Un poco como metáfora del alma, aunque a que no creo en ella. Sí creo que la mente humana lleva a conectarte a un conjunto de sentimientos que le nombramos “espiritual”. Me interesa llegar a esa esencia y en ese sentido, no me importa mucho en dónde se muestre lo que hago. El tipo de cuadro, la obra, tiene dos niveles: una cosa es lo que uno expresa, y otra cosa es lo que se vende. Eventualmente esto se convierte en un objeto que se vende. Y un artista que, por ejemplo, trabaja la política, si le va bien, igual va a trabajar con la elite. Siempre el arte, si tiene demanda, va a tener el poder adquisitivo alto de quien sea. Por ejemplo, esta exposición (en El Tranque) va para Londres.

¿Esta misma?

No igual, pero sí tiene varios cuadros de acá. Son exposiciones más boutique. 

¿De qué se trata ese proyecto?

Voy a llevar estos cuadros y a trabajar con Simon de Pury (uno de los más reconocidos subastadores de arte del mundo). Lo de Londres es meterme a la hueá más elitista posible. Estoy consciente de eso, y no es lo que más me gusta. Prefiero los espacios públicos. Pero esto será en una tienda gigante que se llama Asprey, que yo no la conocía, para ser sincero, porque no me manejo en el cuiquerío inglés. Son códigos totalmente distintos y ni siquiera voy a intentar conocerlos, porque cualquier cosa que haga va a ser flayte. El local es una mezcla de joyería y artículos de lujo. Venden huevadas de cuatro millones de dólares. Una estupidez. 

¿Expondrás solo?

Nunca se ha expuesto ahí. 

Y tu plan, me imagino, es vender.

Claro, es parte de la idea. Pasa que la venta es un grupo chico de gente. La elite mundial es un grupo chico: altos capitales que van dando vueltas y como que se repiten los nombres. Uno pensaría que el árabe es tan distinto y no: está el árabe, que es de tal forma en su país, diciendo que no toma alcohol, y después está ahí, jalando cocaína con un grupo de hueones y todos lo mismo. Al final, ellos son un país aparte. Pero hay de todo: gente superficial, otros super serios, buenas y malas personas. Lo único en común que tienen es que manejan mucha plata o poder. Como uno actúa en ese mercado, se valoriza la obra, y es ahí donde están las influencias para los museos y esas cosas; ahí están los grandes curadores.

¿Y cómo llegaste a Simon de Pury?

Por la Javi (su polola, que se integró a la conversación). Ella buceó por los tipos importantes y fue entendiendo cómo funcionaba todo. Una máquina. Le conté los que yo sabía que eran los grandes que manejaban el mundo del arte y ahí ella empezó a explorar por Instagram y los empezó a seguir. Además, ella es muy popular en el mundo del arte: como que la siguen en su cuenta galerías, curadores, y la siguen porque sí, porque la encuentran cool. Al final es como un círculo virtuoso, porque como la siguen tales tipos, los otros deben decir: “ah, debe ser interesante”.

Javiera: Pasa que habíamos ido a la bienal de Venecia en 2017 y conocimos ese mundo de la cultura y el arte. 

Guillermo: Y a la Javi la empezaron a seguir de la nada, porque subía fotos y etiquetaba. 

Javiera: Pero igual yo subía fotos siendo crítica del arte actual porque ¡no había arte!

Guillermo: Es que de repente habían cosas muy malas, y la Javi salía así (estira los brazos), como el meme de John Travolta. 

Javiera: Ahí empecé cachar a todos los gallos del mundo del arte, me metí en el tema. Estaba con la seguridad que el arte del Guille es la raja y que les iba a gustar. Más aun después de haber visto la bienal. 

Guillermo: Yo no tenía muchas esperanzas. Después de eso, la Javi hizo una foto, etiquetó a uno y Simon de Pury le pone like y me empieza a seguir. Después, otros gallos: Jerry Saltz, que es crítico de arte de la New York Magazine, y otros curadores que de repente son peces grandes. Y claro, estando ahí vi que había que tomar la oportunidad. Me convencieron la Javi y mi mamá de mandarle un mensaje (por Insagram a de Pury). Siempre uno tiene un poco de miedo al rechazo, que le pasa a todo el mundo. Es una tontera, media irracional, porque está esa miniesperanza de que tal vez no haces nada, pero está ahí, como diciendo “algún día”. Eso da placer y miedo a la vez. Y me decían que le escribiera, y yo digo ya, le voy a escribir.

Javiera: Porque te emborraché.

Guillermo: Claro. Entonces le digo que voy a estar en Londres, que me gustaría conversar y él me responde que le encantaría. Me manda su teléfono, nos enviamos mensajes por WhatsApp y ¡Paf! Conchesumadre, empezamos a hablar, nos juntamos en Londres y quedamos en esto. 

Javiera: Cuando me dijo, yo grité. Es que fue un trabajo de un año.

(En 2018 concretaron el encuentro, gestaron la exposición y afinaron detalles).

Fue una forma muy millenial de llegar a exponer en Londres.

Guillermo: Total. Es que Instagram cambió mucho eso: ahora tienes acceso a personas que antes te parecían inalcanzables.

¿Y después de eso empezaste a tomar más en serio lo de las redes sociales?

Guillermo: Claro, pero no soy tan activo como podría ser. No me gusta compartir la vida, no tengo talento para armar redes, para ser sincero. Pero es una forma de estar conectado y interactuar con cierto grupo. Porque, claro, una cosa es la masa, y es ahí donde se enreda todo. Por ejemplo: allí, en Instagram, un artista que pesca unos lápices de colores y dibuja ojos medio realistas podría ser mucho más masivo que uno que podría estar en colecciones permanentes de los grandes museos y vender a precios millonarios. De hecho, si uno se pone a dibujar ojos realistas con lápices de colores, esa hueá pica ene. Otro podría picar con que el público de Instagram es más joven, entonces alguien mino muestra las calugas mientras pinta y eso pica por mino. O está lleno de minas que pintan pura mierda pero son estupendas y se toman fotos con el cuadro detrás y están llenas de likes y miles de seguidores, pero el cuadro es como de no tanto like. Entonces hay que hacer la separación: la popularidad de la masa no se correlaciona directamente, pero tampoco es mala. Es un poder más.

¿Cómo te ves tu como artista hoy en día?

Es difícil hacer ese análisis. Las cosas van pasando, uno se va acostumbrando y el lugar simbólico que mirabas de repente ya lo tienes y no te das cuenta. Es raro. No es como que te digan: “Ahora usted es el súperartista, tome su chapita”. A ratos como que te pierdes, porque de niño tenías ciertas metas y las cumples más o menos joven y ves cuánta energía gastaste en eso, pero no sé bien. 

«The girl in the peacock room».

«El Encuentro», de Guillermo Lorca

Desde el 14 de junio al 18 de agosto.

De martes a sábado, de 09:00 a 19:00. 

Entrada liberada. 

Centro Cultural El Tranque.

Avenida El Tranque 10.300, Lo Barnechea.

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