Avisos Legales
Opinión

Me gustan los presidentes cuando…

Por: Romina Cerda Allende | Publicado: 30.06.2019
¿Así que le gustan los profesores cuando están haciendo clases? Entonces, ¿no cree que ya es tiempo de dejar esa postura de “aquí no pasa nada”, haciendo caso omiso a las falencias del sistema educacional chileno y al daño que desde su mismo gobierno se le sigue causando? Porque, por más que traten de negar y ocultar esta realidad que hoy les incomoda y les ataca sus intereses, la educación chilena ya está lo suficientemente fracturada y en ella, estudiantes, profesores y profesoras nos vemos notoriamente afectados(as).

Ya es sabido que hace semanas los profesores y profesoras de Chile están haciendo resonar más allá de un eco una serie de demandas que, por más que pasa el tiempo, siguen pendientes, en pausa, siendo ignoradas en medio de un país que, según el universo paralelo de los poderosos, va “en marcha” hacia el progreso y la prosperidad. Sin embargo, quiero recordar la otra parte del relato, especialmente al momento de referirme a mis colegas.

Días atrás en la comuna de Maipú, un grupo de docentes se hizo presente en medio de un discurso del primer mandatario. La intervención pudo haberse visto fugaz, pero el gesto y las palabras quedan. Y las palabras, a diferencia de lo que muchos dicen, no se las lleva el viento. Soy sincera al momento de decir que nunca esperé ni espero nada que provenga de las declaraciones del presidente, pero esto será más que necesario recordarlo. En medio de un torpe y desacertado intento por salir airoso, Piñera no halló nada mejor que decir: “Me gustan los profesores cuando están haciendo clases”. Así, sin más, haciendo oídos sordos (como tantas veces) ante las demandas sociales que, en el contexto actual, se han hecho aún más visibles desde los profesores y profesoras de Chile.

Vengo de una familia de docentes y yo, orgullosamente, también lo soy. Crecí con mis padres como unos referentes que hasta hoy me hacen mantener la convicción, incluso en los momentos más adversos y agrios de esta profesión. He sido testigo de su amor por esta forma de vida, porque al final de cuentas, la pedagogía es un modo de ver el mundo y luchar en él. Así también, he ido formando mi carrera, conociendo distintas realidades desde mis estudiantes y entre quienes dirigen este sistema, al que hay que darle cara constantemente. Por lo tanto, sé desde testimonios cercanos y propios cómo es esta historia. Nadie me la trajo de repente como algo ajeno y desconocido. Es por eso que, ante aquella desastrosa frasecita del primer mandatario de esta triste nación en decadencia, también tengo mi réplica:

Me gustan los presidentes cuando escuchan a su gente, a esas personas que todas juntas conforman y dan vida a ese país que dirigen. Me gustan los presidentes que saben llevar su cargo con dignidad, sin recurrir a trucos mediáticos, sin hacerse los graciositos para caer bien y así desentenderse de sus errores, que pueden ser mucho más que eso. Me gustan los presidentes que pueden mirar de frente a su pueblo, con sus convicciones puestas en crear en conjunto un lugar mejor, con las manos limpias y la palabra acertada.

Me gustan los presidentes cuando saben que van liderando y acompañando a un país y no dirigiendo a una empresa como las tantas que existen. Me gustan los presidentes cuando tienen la decencia de hablar firmemente desde el ejemplo, sin jugar a mover los hilos con sus influencias para beneficiar a unos pocos, a sus más cercanos, a aquellos que también gozan de poder y privilegios.

¿Así que le gustan los profesores cuando están haciendo clases? Entonces, ¿no cree que ya es tiempo de dejar esa postura de “aquí no pasa nada”, haciendo caso omiso a las falencias del sistema educacional chileno y al daño que desde su mismo gobierno se le sigue causando? Porque, por más que traten de negar y ocultar esta realidad que hoy les incomoda y les ataca sus intereses, la educación chilena ya está lo suficientemente fracturada y en ella, estudiantes, profesores y profesoras nos vemos notoriamente afectados(as).

Finalmente, me gustan los presidentes cuando tienen el valor de reconocer y enfrentar las problemáticas que nos afectan como país y cuando ni ellos ni sus cargos de confianza se victimizan vergonzosamente ni ponen como escudo a “los niños y niñas que están sin clases”, queriendo hacer creer que así van a desviar la atención hasta tratar de convencer de que somos los y las docentes los culpables de que la educación chilena se encuentre en estas condiciones tan precarias.

¡Hasta que la dignidad se haga costumbre! Mi más profundo respeto y admiración a todos los y las colegas que siguen en pie, en medio de esta lucha que continúa.

Romina Cerda Allende