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Opinión

Abortemos el racismo y la xenofobia

Por: Fanny Campos | Publicado: 27.07.2019
Abortemos el racismo y la xenofobia Segundo Festival Migrante | MARIO DAVILA/ AGENCIAUNO
Es maravilloso el trabajo que realizan con los y las migrantes poetas como Alejandra Montoya y su taller Voces Migrantes, con el cual editó el libro homónimo en Valparaíso, gracias al cual podemos leerles. O el magnífico poema que escribió Jean Jacques Pierre-Paul, poeta haitiano residente en la V región, a su compatriota asesinada por la negligencia y el racismo de nuestro estado chileno, Joan Florvil. O el poema “Ensayo entorno a las olimpiadas desde una carnicería año 2012” de Rosa Alcayaga, poeta residente en Valparaíso, sobre una conversación que escuchó en la carnicería París del puerto, entre el matarife y un joven: “Dios hizo a los negros/ para el trabajo físico/ por eso tienen músculos”(…)/ a los blancos Dios/ nos hizo para pensar”(…) esa es la weá aquí/ no tení que olvidarlo”.

Fue el lema de la marcha a favor del aborto convocada para el jueves pasado, en sincronía con el Día internacional de la mujer afrodescendiente.

En la zona centro y a lo largo de todo Chile actualmente es común encontrarnos con estas hermanas de piel oscura, gracias a la migración desde países de centro y Suramérica, como Colombia, República Dominicana, Ecuador, Haití. 

Es maravilloso el trabajo que realizan con los y las migrantes poetas como Alejandra Montoya y su taller Voces Migrantes, con el cual editó el libro homónimo en Valparaíso, gracias al cual podemos leerles. O el magnífico poema que escribió Jean Jacques Pierre-Paul, poeta haitiano residente en la V región, a su compatriota asesinada por la negligencia y el racismo de nuestro estado chileno, Joan Florvil. O el poema “Ensayo entorno a las olimpiadas desde una carnicería año 2012” de Rosa Alcayaga, poeta residente en Valparaíso, sobre una conversación que escuchó en la carnicería París del puerto, entre el matarife y un joven: “Dios hizo a los negros/ para el trabajo físico/ por eso tienen músculos”(…)/ a los blancos Dios/ nos hizo para pensar”(…) esa es la weá aquí/ no tení que olvidarlo”. También retrata el nefasto tema del racismo propio de este sistema en su poema “Bulle el fuego rojo desde la tierra”: “Hice aseo en tu casa y me gritaste/ Negra,! negra maraca! Ándate me dijiste… en el norte de Chile sordo y ocre conocí el miedo”

La población de afrodescendientes en Chile no se limita al actual aporte migratorio. Esa creencia generalizada dista de ser real, y se debe justamente al patriarcado colonialista que nos impide ver y reconocer al otro/a/e y la rica diversidad que nos conforma y constituye interculturales. 

Hubo población negra en diversas zonas de nuestro territorio en tiempos coloniales, de hecho varios estudiosos creen que nuestro baile nacional surge justamente de la influencia afro, lo mismo ciertas palabras que empleamos comúnmente. Los afrodescendientes chilenos se agruparon y agrupan principalmente en Arica, pues fue la mayor zona de esclavitud negra. De esta y otras crudas realidades históricas de la ciudad fronteriza da cuenta el libro poético La Comarca. Ensayos sobre el desarraigo de Mauro Gatica, poeta ariqueño actualmente residente en Cochabamba. Ahí leí relatos verídicos de esclavas negras suplicando ser vendidas a un nuevo amo, en la esperanza de que fuera un poco menos violento y cruel. Vejámenes horrorosos a toda esa raza que se entrecruzan también con el género y la clase. Mujer y además negra, figúrate! Úteros que redoblan y multiplican su esclavitud. “Criaderos de negros” existieron en los tiempos coloniales; se les obligaba a reproducirse literalmente como a ganado humano, para ser vendidos como mercancía y explotados sin ningún derecho. Y esa imagen, fácilmente comprensible para toda mujer sea de la raza que sea —que nos recuerda justamente la metáfora empleada por Alfonsina Storni en su famosa carta a Gabriela Mistral—, en estas sociedades patriarcales en donde aún no existe el aborto libre, legal gratuito y seguro, se extrema y se vuelve cien mil veces más pesada y dolorosa en la raza negra. Una realidad silenciada y por lo general negada y desconocida, que no se enseña ni releva en ningún colegio; existiendo muy pocas investigaciones al respecto.

En cuanto a la poesía afrodescendiente me declaro una completa ignorante y no es casual que lo sea, junto a la gran mayoría de compatriotas. No he leído a los poetas afrolatinoamericanos, pero dejo acá unos versos de Casildo Thompsom que me parecen interesantes porque hablan de sentirse abortado por los blancos, y es justamente lo que queremos revertir, abortar el racismo y no a los negros; en esos versos con justa ira les desean:

“I lleven en la frente/ la mancha de la infamia que tú hicieras./Cual lleva el hombre negro eternamente/ las heridas del alma que le abrieras.//Maldito seas, sí, que hasta te arroje/ de su seno la tierra,/porque fuiste su aborto.//Signo de cruda i fraticida guerra”

Aún más escasa la información, no nos extraña, es aquella sobre las poetas mujeres afrodescendientes. Multipliquemos lo que ocurre con las escritoras mujeres blancas, y nos quedamos cortas respecto a esta realidad de las hermanas afro. Por lo pronto solo tengo noticia de un par de antologías de mujeres afrolatinoamericanas contemporáneas publicadas en Colombia y Uruguay. Y vuelvo a declararme, por desgracia y patriarcado colonial, absolutamente ignorante, reconociéndome no sin dolor ultracolonizada y excesivamente en deuda con la poesía femenina de la negritud. Una deuda que todes debemos saldar urgentemente: abortar el racismo que nos inculcaron desde tiempos coloniales. Abortar nuestro propio colonialismo patriarcal en este rudo y necesario trabajo de diaria deconstrucción. Basta de úteros esclavos y basta de racismo: vamos todas a abortar la injusticia.

Fanny Campos