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Leo Maslíah: El tipo que encontró el unicornio azul

Por: Elisa Montesinos | Publicado: 05.08.2019
Leo Maslíah: El tipo que encontró el unicornio azul Captura de pantalla 2019-08-04 a las 23.32.17 |
El escritor y músico uruguayo se encuentra en Chile para presentar su libro de cuentos Las bolsas de basura (Libros del Pez Espiral) y ofrecer un par de conciertos. Leo Maslíah es conocido en Chile por su hit La recuperación del unicornio con el que se ganó a los numerosos fanáticos y detractores del trovador cubano. Es un humorista, o como él mismo dice, un jodedor.

Si uno quiere ceder al impulso taxonomista o dejar en libertad al entomólogo interior, debe clasificar a este raro especimen en la sección de los creadores y humoristas más versátiles, compartiendo no un estilo sino una tendencia, una ética antes que una estética, con otros jodedores reputadísimos como Les Luthiers. Talento musical y voluntad de tomarte el pelo todo el rato.

Pero ya que Leo Malsíah viene ahora a Chile a presentar un libro, tiendo a pensar más bien en Roberto Fontanarrosa, humorista gráfico y escritor que hizo varios guiones para Les Luthiers. Y por esa misma cuerda, ética antes que estética como he dicho, hallo filiación genética por ejemplo con el teórico e inventor argentino Macedonio Fernández, así como con el también pianista y uruguayo Felisberto Hernández, y ya mirando a este lado de la cordillera, con el pintor Pilo Yañez conocido por su parisino seudónimo de Juan Emar, o con el vagabuno y traficante profesional de mitos Alfonso Alcalde. La escritura imbricada conceptualmente con la música y con la escena, poniendo a la escritura misma en escena más que dramatúrgicamente como performance, como acto creativo amplio.

Los cuentos de Leo Maslíah se emparentan de una u otra manera, creo yo, con cualquiera de los autores antes mencionados. Como en Felisberto o en Emar, a veces una historia parece no ir hacia ningún lado, el protagonista cambia cada tres líneas, o la cámara pasa de una imagen a otra sin mayor aparente conexión, llevándonos a dimensiones surrealistas a veces, divertidas o ingeniosas siempre, poéticas derechamente otras. Como en Macedonio, los personajes siempre están desdoblados y en conflicto porque está el autor o el titiritero a la vista. El narrador deja abierta la posibilidad de la irrupción de golpe y porrazo de la realidad, rompiendo la cuarta pared, dijéramos, como en Alcalde. Y tienen además, igual que Fontanarrosa, la habilidad de construir un espacio íntimo, el fino oído de músico que permite el trato en confianza de entrada. El manejo de la situación, como diciendo: hey lector, no nos veamos la suerte entre gitanos.

Todo eso y más es lo que puede hallar en La bolsa de basura, el volumen de cuentos de Leo Maslíah que publica la editorial Libros del Pez Espiral y que se lanza este martes 6 de agosto en el Teatro Ictus. Maslíah, que ya ha estado otras veces en Chile, en esta pasada tendrá además un show en Valparaíso, y tocará en Santiago con una banda de músicos chilenos talentosos y atrevidos. Para muestra un botón de su escritura:

Literatura con vallas

El ómnibus se detuvo en el kilómetro doscientos once. Marisa bajó y el chofer también, para entregarle su equipaje. Cuando el ómnibus retomó su marcha Marisa empezó a caminar. Eran parajes de tierras rojizas. Ignoro por qué tenían este color; en verdad no sé nada de geología. 

Marisa caminó un par de kilómetros y se sentó a descansar sobre su equipaje. Ignoro si hacía calor o frío porque no sé nada de meteorología (además yo no estaba allí). Marisa quería levantarse y seguir su camino, pero tenía dolores en la pelvis. Nada puedo decir, por desgracia, sobre el origen de estos dolores, porque carezco de los más elementales conocimientos de ginecología.

Marisa hizo acopio de fuerzas y se levantó. Para orientarse mejor sacó de su bolso unos binoculares (o quizá fuera un catalejo; no sé nada sobre instrumentos ópticos) y echó una ojeada a los confines de su visibilidad. Avistó una figura humana, mosqueando en el horizonte. Caminó hacia ella. La figura caminaba a su vez hacia Marisa. Esto es lo que creo, aunque no me respalda en ello ningún conocimiento de geometría.

Unos minutos después la figura se hizo reconocible para Marisa. Era un hombre. Andaba casi desnudo y estaba peinado y maquillado con arreglo a las normas vigentes en el grupo humano, tribu, clan o a lo que fuera que él pertenecía. No quiero dar detalles sobre esto por miedo a meter la pata, ya que no sé absolutamente nada de antropología.

Cuando lo tuvo cerca, Marisa sacó su cámara fotográfica. Creo que se puso a regular el fotómetro, y no sé cuántas cosas más. Marisa era una excelente fotógrafa, pero yo no solamente no lo soy sino que no tengo la más puta idea de cómo se saca una foto. Parece que aquel hombre tampoco la tenía, porque cuando vio el artefacto se asustó. Se acercó a Marisa y le arrancó la cámara de las manos. No conforme con esto, le arrancó también la ropa y –ya con más delicadeza– se sacó él mismo la poca que traía puesta.

Entonces ocurrió algo que me veo incapacitado de describir, quizá por falta de experiencia personal en la materia. No sé nada sobre sexo, y creo que por ahí corría el asunto. (Perdón si en algún momento me expreso de forma confusa o incorrecta; es que no sé nada de gramática.) En verdad la única disciplina que domino es la literatura. Sinceramente, creo que sé más que nadie en esta materia. Pero ya no puedo escribir más, lo siento. Mi falta de formación en otras disciplinas me lo impide, interponiéndose constantemente entre mi pluma y mis lectores. Esta traba merecería de mi parte, sin duda, un profundo estudio, pero yo no lo puedo hacer porque no sé nada de epistemología.

Sólo me queda entonces decir adiós, y gracias (no sé si corresponde despedirme así; perdón, pero es que no sé nada sobre modales).

 

Lanzamiento libro La bolsa de basura

6 de agosto, 19 horas. Teatro Ictus – Merced 349, Barrio Lastarria, Santiago.

Entrada Liberada

Conciertos:

Teatro Oriente. 8 de agosto, 21 horas. 

Duoc Valparaíso. 9 de agosto,  21 horas

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